miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mes de María





ACTO DE CONTRICIÓN


Por la señal, etc.


A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he agraviado juntamente a vuestra dulcísima madre y mía. ¿Cómo he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a repugnancia y enojo mi indignidad?

Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vustra dulce Madre habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de este pobrecito pecador y perdonadme una vez más mis negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor, en lo más vivo de mi alma, haber herido con ellas Vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío, y no quiero ofenderos con ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.


ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA


¡Oh María!, durante el bello mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro nombre y alabanza. Vuestro santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies, y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no os dais por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que vos esperías de vuestros hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que vos nos pedís son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a vuestra gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal: la rosa, cuyo brillo agrada a vuestros ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre sois , viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que os es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más Santa y la mejor de las Madres, Amén.



MEDITACIÓN

DÍA TRIGÉSIMO

María en su Asunción a los cielos.
La dichosa eternidad




D. Félix Sardá y Salvany, Pbro.
En los brazos de Ángeles y sobre nevadas alas de Querubines es transportada en cuerpo y alma María a la región feliz. Vedla ascender por los aires sobre este esplendoroso carro de victoria, dejando atrás, muy atrás, los profundos valles de la tierra donde tanto gimió. Desde aquel punto empieza para ella la dichosa eternidad, que nunca jamás se acabará.

Tampoco se acabará para ti, alma mía: eterna será tu dicha en cuerpo y alma en el cielo, como la de la Madre de tu Dios. Gozarás allí de su presencia visible, que ahora sólo en retrato y figura contemplas en los altares, y el gozoso aleluya con que allí se le saluda de continuo no cesará ya más. Eterno tu gozo, eterna tu paz, eterno tu goce de Dios. Esta sola consideración ha de hacerte llevaderos como leve paja todos los sacrificios, y viles como asquerosa basura todos los terrenos_contentamientos. ¡Qué puede temer en el mundo y qué puede amar con él, quien está llamado a poseer eternamente la gloria de todo un Dios! Eternamente, pondéralo bien, alma mía, pésalo y repítelo para tu consuelo diferentes veces. Eternamente, eternamente. No cien años, ni mil años, no un millón de años, no un millón de siglos, no un millón de millones de siglos, sino eternamente por toda la eternidad. Siempre, siempre, siempre, sin acabarse jamás. ¡Y por 'un grano de arena detendrías tus pasos a ese siempre dichosísimo! ¡Y por un átomo de polvo trocarías ese patrimonio que te guarda tu Dios! Mira a esa luz lo que arriesgas, lo que malbaratas pecando; mira lo que aseguras y atesoras obedeciendo a la divina ley. Por terrenas recompensas, por humanas fortunas, se entregan los hombres a fatigosos quehaceres y arrostran inauditos peligros. ¿Y ninguna fatiga ha de arrostrar por hacerse con esta fortuna del cielo el cristiano a quien, bajo su palabra, se lo prometió su Dios?

Reflexiona, alma mía, algo aquí, y resuélvete a no perdonar fatiga ni sacrificio para asegurarte la posesión de esta feliz eternidad.



DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN


Ahora saludemos fervorosamente el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y Ave Marías:

Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, miserable pecador. Ave María.

Arca de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias par a detestar y llorar mis pecados. Ave María.

Reina de los cielos y tierra, sed mi amparo y mi defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.

Inmraculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi Salvación. Ave María.

Abogada mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las puertas del cielo.

Ave María y Gloria.


ORACIÓN DE SAN BERNARDO

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome a aparecer ante vuestra presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos, y favorablemente escucharlos.


OFRECIMIENTO DEL DÍA

Cuanto piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor, consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón. Sean por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera, y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.


ORACIÓN FINAL DEL MES DE MARÍA

¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena Madre! Nosotros venimos a ofreceros, con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones deseosos de seros agradable, y a solicitar de vuestra bondad un nuevo ardor en vuestro santo servicio.

Dígnaos a presentarnos a vuestro Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el tuyo. Que confunda a los enemigos de su Iglesia y que en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y dé esperanzas para el porvenir. Amén.

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