*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
viernes, 9 de diciembre de 2011
La Iglesia como Morada Terapéutica
I. 1. La Iglesia como morada y la Iglesia como lugar de la moral
I. 1. La Iglesia como morada y la Iglesia como lugar de la moral
¿Qué es una morada?
Es un ámbito en el espacio y en el tiempo en donde todo se vuelve familiar; lugar que da libertad a quien lo habita y donde se logra tener afecto al propio destino. Aristóteles señaló una ambigüedad originaria en el vocabulario griego: al inicio del segundo libro de la Ética a Nicómaco, el Estagirita llama la atención sobre la semejanza dada entre «éthos» con la épsilon (θο que quiere decir ética) y «thos» con la ta (θο que significa hábito). Por consiguiente, ética se relaciona con hábito pero más profundamente con habitar, vivir, residir. Se vive bien en un lugar cuando se obra bien, cuando el morar es no solo una convivencia pasiva o circunstancial con determinadas personas y en un lugar que es indiferente a cualquier otro sino, por el contrario, cuando ese convivir va acompañado de una serie de conductas que transforman la vida comunitaria en una vida de libertad y realización. Apelando pues a la semejanza etimológica entre «habitar» y «actuar» debemos afirmar que la calidad de la morada dependerá en este caso no de la calidad de los ladrillos sino de la calidad o moralidad de las conductas. No cualquier lugar físico y no cualquier familia fomenta la libertad de quienes allí residen: análogamente, no cualquier manera de vivir ni cualquier vínculo interpersonal genera ese espacio de libertad en el interior de las personas.
Por otra parte, que el hombre construya su morada a partir de su actuar subraya, por un lado, la centralidad de su libertad en la construcción de ese espacio de vida a tal punto que, más allá de cualquier frontera territorial y límite
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