miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Papa urge a la paz en Irak tras asesinato de sacerdote y diáconos




El asesinado P. Ganni, en una foto de Ayuda a la Iglesia que Sufre, con el Fundador de la institución


El Papa Benedicto XVI urgió hoy al fin de la violencia sectaria en Irak, tras el asesinato de un sacerdote católico de rito caldeo y tres diáconos ocurrido el domingo en la región de Mosul.

El P. Ragheed Ganni y tres diáconos que lo ayudaban en tareas pastorales, fueron asesinados a tiros por fundamentalistas musulmanes y sus cuerpos permanecieron todo el día en el lugar del crimen por temor a mayores agresiones.

El Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Vaticano, envió a nombre del Papa Benedicto XVI un telegrama a Mons. Paul Faraj Rahho, Obispo de Mosul de los Caldeos, en el que expresa el dolor del Santo Padre “por el absurdo asesinato del P. Ragheed Aziz Ganni y de los subdiáconos Basman Yousef Daoud, Ghasan Bidawid y Wadid Hanna, y le pide encarecidamente comunicar a sus familias sus sentidas condolencias”.

El telegrama señala que el Pontífice “reza para que el costoso sacrificio inspire en los corazones de hombres y mujeres de buena voluntad una decisión renovada de rechazar los caminos de odio y violencia, para vencer el mal con el bien (Rm. 12,21) y cooperar para impulsar el amanecer de la reconciliación, la justicia y la paz en Irak”.

Según el testimonio de algunos testigos recogido por la agencia FIDES, el homicidio puede ser una advertencia transversal de grupos extremistas enviados al Sínodo de la Iglesia Caldea, que ha comenzado hace algunos días en la localidad de Al-Qosh, a 25 kilómetros de Mosul.

El Patriarca de Babilonia de los Caldeos Mar Emmanuel III Delly y los Obispos del Sínodo Patriarcal, en una nota difundida ayer, “elevan una fuerte protesta y denuncian el martirio del Padre Ragheed Aziz Ganni y de los tres diáconos, asesinados después de haber acabado la función eucarística en la iglesia Caldea del Santo Espíritu en Mosul, el domingo el 3 de junio de 2007".

El comunicado añade que “se trata de un crimen vergonzoso, que rechaza cualquier persona que tenga un mínimo de conciencia. Los que lo han cometido han realizado un acto horrible contra Dios y contra la humanidad, contra sus hermanos que eran ciudadanos fieles y pacíficos, además de ser hombres de religión que siempre han ofrecido sus oraciones y súplicas a Dios Omnipotente para que diera paz, seguridad y estabilidad a todo Irak”.

Perfil del P. Ganni

Según reveló la institución Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS), el P. Ragheed Ganni escribió una carta a la organización con sede en Alemania cuatro días antes de su muerte.

El joven sacerdote de 34 años había estudiado en la Pontificia Universidad Angelicum de Roma con una beca proporcionada por AIS y se sabía que había sido amenazado en numerosas ocasiones desde su regreso a Mosul, cuatro años atrás.

“Quiero decirles que siempre rezo por todos ustedes, para que el Señor los libre de todo mal”, dice la carta enviada a AIS por el P. Ganni.

Siempre he considerado un privilegio poder ver la manera cómo la Divina providencia se revela a través de muchas personas sumamente humildes, cuyo único objetivo es trabajar por el Reino de Dios siguiendo el ejemplo de Jesús”.

Carta de un amigo musulmán al sacerdote caldeo asesinado en Irak


Adnan Mokrani, profesor de Islam de la Universidad Gregoriana di Roma


ROMA, jueves, 7 junio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la conmovedora carta de un amigo musulmán al padre Ragheed Aziz Ganni, el sacerdote caldeo, asesinado este domingo en Mosul, Irak, junto a tres subdiáconos.

* * *

En nombre de Dios, clemente y misericordioso, Ragheed, hermano mío

Te pido perdón, hermano, por no haber estado a tu lado cuando los criminales abrieron fuego contra ti y tus hermanos, pero las balas que han traspasado tu cuerpo puro e inocente, me han traspasado también el corazón y el alma.

Fuiste una de las primeras personas que conocí a mi llegada a Roma, en los pasillos del «Angelicum» [la Universidad Pontificia de Santo Tomás, ndr.], donde nos conocimos y donde bebíamos juntos nuestro «capuchino» en la cafetería de la universidad. Tú me habías impresionado por tu inocencia, tu alegría, tu sonrisa tierna y pura que no te abandonaba nunca. Yo no puedo dejar de imaginarte sonriente, feliz, lleno de alegría de vivir. Ragheed para mí es la inocencia hecha persona, una inocencia sabia, que lleva en su corazón las preocupaciones de su pueblo infeliz. Recuerdo el día en el comedor de la universidad, cuando Irak estaba bajo embargo y tú me dijiste que el precio de un solo «capuchino» habría podido colmar las necesidades de una familia iraquí durante todo un día, como si te sintieras de algún modo culpable de estar lejos de tu pueblo asediado y de no compartir sus sufrimientos...

Luego volviste a Irak, no sólo para compartir con la gente su destino de sufrimientos, sino también para unir tu sangre a la de miles de iraquíes que mueren cada día. No podré nunca olvidar el día de tu ordenación en la Universidad Urbaniana... Con lágrimas en los ojos, me dijiste: «Hoy he muerto para mí»… una frase muy dura.

Inmediatamente no la comprendí bien, o quizá no la tomé en serio como habría debido... Pero hoy, a través de tu martirio, he comprendido esta frase… Tú has muerto en tu alma y en tu cuerpo para resucitar en tu bienamado y en tu maestro y para que Cristo resucite en ti, a pesar de los sufrimientos y las tristezas, a pesar del caos y la locura.

¿En nombre de qué dios de la muerte te han matado? ¿En nombre de qué paganismo te han crucificado?… ¿Sabían verdaderamente lo que hacían?

Oh Dios, nosotros no te pedimos venganza o represalia, sino victoria… victoria de lo justo sobre lo falso, de la vida sobre la muerte, de la inocencia sobre la perfidia, de la sangre sobre la espada… Tu sangre no habrá sido derramada en vano, querido Ragheed, porque ha santificado la tierra de tu país… y tu sonrisa tierna seguirá iluminando desde el cielo las tinieblas de nuestras noches y anunciándonos un mañana mejor.

Te pido perdón, hermano, pero cuando los vivos se encuentran, creen que tienen todo el tiempo para conversar, visitarse y decirse los propios sentimientos y los propios pensamientos… Tú me habías invitado a Irak… Yo soñaba siempre con ello... visitar tu casa, a tus padres, tu despacho… No habría nunca pensado que sería tu tumba la que un día visitaría o que habrían sido los versículos de mi Corán los que recitaría para el reposo de tu alma...

Un día, te acompañé a comprar objetos de recuerdo y regalos para tu familia en vísperas de tu primera visita a Irak tras una larga ausencia. Tú me habías hablado de tu trabajo futuro: «Querría reinar sobre la gente sobre la base de la caridad antes que de la justicia», me habías dicho. Entonces me era difícil imaginarte como «juez» canónico… Pero hoy tu sangre y tu martirio han dicho su palabra, veredicto de fidelidad y de paciencia, de esperanza contra todo sufrimiento y de supervivencia, a pesar de la muerte, a pesar de la nada.

Hermano, tu sangre no ha sido derramada en vano... y el altar de tu iglesia no era una mascarada… Tú has asumido tu papel con profunda seriedad, hasta el final, con una sonrisa que nada podrá apagar… nunca.

Tu hermano que te quiere:

Adnan Mokrani
Roma, 4 junio 2007

Profesor de Islam en el Instituto de Estudios de las Religiones y de las Civilizaciones, Universidad Pontificia Gregoriana, Roma.

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