Si dejamos la oración, nos vamos enfriando en el amor a Dios y poco a poco perdemos gusto por las cosas de Dios, por la vida espiritual, y por lo tanto comenzamos a preocuparnos solo por las cosas materiales, y así caemos en el materialismo, y tenemos como fin de nuestra vida el tener más, el acaparar dinero y bienes materiales, y nos ponemos en peligro de perder el Cielo y condenarnos al Infierno.
El demonio sabe esto y por eso nos pone delante cualquier pretexto para que abandonemos la oración, o que recemos menos, porque él conoce muy bien el alma humana, y sabe que si decae en el interés por Dios y por el Cielo, es su presa fácil, y poco a poco la va envolviendo en sus redes, y le hace creer que el alma está actuando por su propia cuenta y con plena libertad, y en cambio él la está dominando y llevando adonde él quiere. No dejemos nunca la oración, porque como bien dijo San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva y el que no reza se condena”. Dios nos tiene preparadas innumerables gracias, consuelos y bienes de todo tipo, pero ha puesto una condición para concedérnoslos, y esta condición es que recemos pidiéndolos. Si no rezamos no obtendremos, y quedaremos pobres y desarmados ante el enemigo infernal, que muy fácilmente nos llevará gradualmente hacia el pecado cada vez más grave, hasta que ya se nos haga imposible remontar el camino de descenso. Abramos los ojos porque el Infierno existe y es eterno, y nadie está completamente seguro de salvarse, salvo que Dios se lo haya revelado. Entonces oremos sin cesar, recemos el Rosario o al menos un misterio de él, cada día, porque si no rezamos, nuestra alma no se alimenta y va languideciendo, y al final muere, y si la muerte nos encuentra en pecado mortal, nos espera el infierno para siempre. Si Jesús, siendo Dios, quiso y necesitó de la oración; y María, siendo la Madre de Dios, vivió toda su vida en oración, ¿nos creemos superiores a Ellos? Estamos en un gran error y en gran peligro si no rezamos. Muy pronto caeremos en graves pecados. |
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
lunes, 3 de julio de 2017
Sin oración...
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