Hoy, 31 de julio, conmemoramos a San IGNACIO de LOYOLA, Fundador.
SAN IGNACIO DE LOYOLA (1491-1556) nació en el castillo de su familia en Azpeitia, Guipúzcoa, en el País Vasco, en España, en una época de grandes cambios en el mundo occidental.
Íñigo López Oñaz de Recalde y Loyola fue el duodécimo hijo de una noble familia vasca. Durante su juventud estuvo empleado en la corte de Castilla. Sin embargo, su carácter un tanto disoluto era más afín con la carrera de las armas, y se convirtió en oficial del ejército.
En 1521, para su desgracia, durante la defensa de Pamplona en contra de los franceses, Íñigo fue lesionado por una bala de cañón, lo que lo forzó a una larga convalecencia en el castillo de Loyola. A consecuencia de sus lesiones quedaría rengo para el resto de su vida.
Fue durante este tiempo de obligada inacción que sus lecturas de textos religiosos y de vidas de santos lo hicieron decidirse a consagrarse a la vida espiritual. Pero éste sería un largo camino.
Al año siguiente, una vez curado, el antiguo militar pasó un año en el Santuario de Montserrat buscando claridad acerca de su misión, que sería la de convertirse en caballero espiritual de la cristiandad. De esta época datan la redacción de sus célebres Ejercicios espirituales.
De ahí, San Ignacio de Loyola peregrinó a Jerusalén, y dedicó los siguientes diez años a prepararse, estudiando con rigurosa disciplina en Barcelona, Alcalá de Henares y Salamanca, y a partir de 1528 teología en París.
Al transmitir sus ideas espirituales a sus compañeros de estudio, con seis de ellos decidió formar una fraternidad, que sería el origen de la obra de su vida: la Compañía de Jesús.
San Ignacio es ordenado sacerdote en 1537; se ha trasladado a Roma para ponerse a disposición del papa, Paulo III, quien aprueba la nueva orden en 1540, siendo electo unánimemente San Ignacio de Loyola como su primer general, siempre supeditado al papa.
La orden de los Jesuitas guarda en su estructura reminiscencias de la vida militar de San Ignacio, y se convirtió en una organización efectiva para propagar la fe católica en las cruentas épocas de la Reforma protestante.
Gracias a las Constituciones que San Ignacio implementó hacia 1550, la Compañía de Jesús se convirtió en una orden moderna y dinámica, capaz de alcanzar fines concretos gracias a una férrea disciplina interna. La actuación de la Orden en vida de su fundador fue sin duda crucial para “recuperar” fieles en aquellos tiempos tan difíciles.
Con la salud muy minada, antes de morir, en Roma, San Ignacio alcanzó a contemplar el éxito y la rápida expansión de su Compañía. Después de la Contrarreforma, los Jesuitas han participado durante siglos en la educación y en la vida intelectual, así como en las misiones evangelizadoras, sobre todo en Asia.
San Ignacio de Loyola fue canonizado por el papa Gregorio XV en 1622. Actualmente, la Compañía de Jesús sigue siendo una de las órdenes religiosas con mayor influencia en el mundo católico.
SAN IGNACIO DE LOYOLA nos enseña la fuerza de la disciplina para alcanzar fines concretos.
SAN IGNACIO DE LOYOLA (1491-1556) nació en el castillo de su familia en Azpeitia, Guipúzcoa, en el País Vasco, en España, en una época de grandes cambios en el mundo occidental.
Íñigo López Oñaz de Recalde y Loyola fue el duodécimo hijo de una noble familia vasca. Durante su juventud estuvo empleado en la corte de Castilla. Sin embargo, su carácter un tanto disoluto era más afín con la carrera de las armas, y se convirtió en oficial del ejército.
En 1521, para su desgracia, durante la defensa de Pamplona en contra de los franceses, Íñigo fue lesionado por una bala de cañón, lo que lo forzó a una larga convalecencia en el castillo de Loyola. A consecuencia de sus lesiones quedaría rengo para el resto de su vida.
Fue durante este tiempo de obligada inacción que sus lecturas de textos religiosos y de vidas de santos lo hicieron decidirse a consagrarse a la vida espiritual. Pero éste sería un largo camino.
Al año siguiente, una vez curado, el antiguo militar pasó un año en el Santuario de Montserrat buscando claridad acerca de su misión, que sería la de convertirse en caballero espiritual de la cristiandad. De esta época datan la redacción de sus célebres Ejercicios espirituales.
De ahí, San Ignacio de Loyola peregrinó a Jerusalén, y dedicó los siguientes diez años a prepararse, estudiando con rigurosa disciplina en Barcelona, Alcalá de Henares y Salamanca, y a partir de 1528 teología en París.
Al transmitir sus ideas espirituales a sus compañeros de estudio, con seis de ellos decidió formar una fraternidad, que sería el origen de la obra de su vida: la Compañía de Jesús.
San Ignacio es ordenado sacerdote en 1537; se ha trasladado a Roma para ponerse a disposición del papa, Paulo III, quien aprueba la nueva orden en 1540, siendo electo unánimemente San Ignacio de Loyola como su primer general, siempre supeditado al papa.
La orden de los Jesuitas guarda en su estructura reminiscencias de la vida militar de San Ignacio, y se convirtió en una organización efectiva para propagar la fe católica en las cruentas épocas de la Reforma protestante.
Gracias a las Constituciones que San Ignacio implementó hacia 1550, la Compañía de Jesús se convirtió en una orden moderna y dinámica, capaz de alcanzar fines concretos gracias a una férrea disciplina interna. La actuación de la Orden en vida de su fundador fue sin duda crucial para “recuperar” fieles en aquellos tiempos tan difíciles.
Con la salud muy minada, antes de morir, en Roma, San Ignacio alcanzó a contemplar el éxito y la rápida expansión de su Compañía. Después de la Contrarreforma, los Jesuitas han participado durante siglos en la educación y en la vida intelectual, así como en las misiones evangelizadoras, sobre todo en Asia.
San Ignacio de Loyola fue canonizado por el papa Gregorio XV en 1622. Actualmente, la Compañía de Jesús sigue siendo una de las órdenes religiosas con mayor influencia en el mundo católico.
SAN IGNACIO DE LOYOLA nos enseña la fuerza de la disciplina para alcanzar fines concretos.
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