miércoles, 14 de junio de 2017

Evangelio del Día miércoles 14 Junio 2017

Miércoles de la décima semana del tiempo ordinario

Santa Digna Córdoba, Beata Francisca de Paula de Jesús
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Leer el comentario del Evangelio por
Orígenes : «No he venido a abolir la Ley...: no he venido a abolir sino a dar plenitud»

San Pablo a los Corintios 2 3,4-11.

Es Cristo el que nos da esta seguridad delante de Dios,
no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios.
El nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
Ahora bien, si el ministerio que lleva a la muerte -grabado sobre piedras- fue inaugurado con tanta gloria que los israelitas no podían fijar sus ojos en el rostro de Moisés, por el resplandor -aunque pasajero- de ese rostro,
¡cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu!
Y si el ministerio que llevaba a la condenación fue tan glorioso, ¡cuál no será la gloria del ministerio que conduce a la justicia!
En realidad, aquello que fue glorioso bajo cierto aspecto ya no lo es más en comparación con esta gloria extraordinaria.
Porque si lo que era transitorio se ha manifestado con tanta gloria, ¡cuánto más glorioso será lo que es permanente!

Salmo 99(98),5.6.7.8.9.

Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,
adórenlo ante el estrado de sus pies.
¡Santo es el Señor!

Moisés y Aarón, entre sus sacerdotes,
y Samuel, entre los que invocaban su Nombre,
clamaban al Señor y él les respondía.

Dios les hablaba desde la columna de nube;
ellos observaban sus mandamientos
y los preceptos que les había dado.

Señor, nuestro Dios, tú les respondías;
tú eras para ellos un Dios indulgente,
pero te vengabas de sus malas acciones.

Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,
y adórenlo en su santa Montaña:
el Señor, nuestro Dios, es santo.



Mateo 5,17-19.

Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
Homilías sobre el libro de los Números, nº 9,4

«No he venido a abolir la Ley...: no he venido a abolir sino a dar plenitud»

Quiero recordar a los discípulos de Cristo la bondad de Dios: que ninguno de vosotros se deje inquietar por los herejes si, en la controversia, dicen que el Dios de la Ley no es bueno pero sí justo, y que la Ley de Moisés no enseña la bondad sino la justicia. Que estos detractores de Dios y al mismo tiempo de la Ley, sepan cómo el mismo Moisés y Aaron han cumplido, adelantándose, lo que el Evangelio ha enseñado más tarde. Considerad cómo Moisés «ama a sus enemigos y ora por los que le persiguen» (Mt 5,44)...; ved cómo «cayendo rostro en tierra» los dos oraban por los que se habían rebelado y querían matarlos (Nm 10,17). Es así que se encuentra en el Evangelio el poder de la Ley y se debe entender que los Evangelios se sostienen sobre el fundamento de la Ley.

Yo no doy el nombre de Antiguo Testamento a la Ley cundo la considero espiritualmente; la Ley es «Antiguo Testamento» sólo para aquellos que no la quieren comprender según el espíritu. Para estos obligatoriamente se ha hecho «antigua» y vieja, porque no puede conservar su fuerza. Pero para nosotros, que la comprendemos y la explicamos según el espíritu y en la línea del Evangelio, es siempre nueva; para nosotros, los dos Testamentos son un nuevo Testamento, no por la fecha que han sido escritos, sino por la novedad del sentido.

¿No piensa lo mismo el apóstol Juan cuando dice en su carta: «Hijitos míos, os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros»? (4,7; Jn 13,34). Sabía que el precepto del amor se había ya dado desde hacía mucho tiempo en la Ley (1Jn 2,7s; Lv 19,18). Pero como «la caridad no acaba nunca» (1Co 13,8)..., afirma la eterna novedad de este precepto que es siempre actual... Para el pecador y para los que no guardan la caridad, hasta los Evangelios son ya cosa pasada; no puede haber Testamento Nuevo para el que no se «ha revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios» (Ef 4,22.24).


Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Miércoles X del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
Comentario: Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
«No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento»
Hoy escuchamos del Señor: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). En el Evangelio de hoy, Jesús enseña que el Antiguo Testamento es parte de la Revelación divina: Dios primeramente se dio a conocer a los hombres mediante los profetas. El Pueblo escogido se reunía los sábados en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios. Así como un buen israelita conocía las Escrituras y las ponía en práctica, a los cristianos nos conviene la meditación frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras.

En Jesús tenemos la plenitud de la Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre (cf. Jn 1,14), que viene a nosotros para darnos a conocer quién es Dios y cómo nos ama. Dios espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).

Del texto del Evangelio de hoy encontramos una buena explicación en la Primera Carta de san Juan: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados» (1Jn 5,3). Guardar los mandamientos de Dios garantiza que le amamos con obras y de verdad. El amor no es sólo un sentimiento, sino que —a la vez— pide obras, obras de amor, vivir el doble precepto de la caridad.

Jesús nos enseña la malicia del escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). Porque —como dice san Juan— «quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4).

A la vez enseña la importancia del buen ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano.

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