VATICANO, 29 Jun. 17 / 03:40 am (ACI).- En la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Papa Francisco celebró la Misa en la Plaza de San Pedro acompañado de los cinco nuevos cardenales creados el día anterior en el Consistorio, y pidió no ser “cristianos de salón”, sino verdaderos discípulos de Jesús.
Para ello, centró su homilía en comentar 3 palabras que vivieron los dos santos: confesión, persecución y oración. “De poco sirve conocer los artículos de la fe si no se confiesa a Jesús como Señor de la propia vida”, dijo al comienzo.
“Preguntémonos si somos cristianos de salón, de esos que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón”, pidió ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro.
El Pontífice explicó que “quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a ‘arder’ por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con ‘vivir al día’ o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo”.
Respecto a la persecución, el Papa recordó que “no fueron sólo Pedro y Pablo los que derramaron su sangre por Cristo, sino que desde los comienzos toda la comunidad fue perseguida, como nos lo ha recordado el libro de los Hechos de los Apóstoles”.
“Incluso hoy en día, en varias partes del mundo, a veces en un clima de silencio –un silencio con frecuencia cómplice–, muchos cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia incluso mortal, a menudo sin que los que podrían hacer que se respetaran sus sacrosantos derechos hagan nada para impedirlo”.
Francisco recordó que el cristiano está llamado a “soportar el mal” que significa “no sólo tener paciencia y continuar con resignación”, sino que “soportar es imitar a Jesús: es cargar el peso, cargarlo sobre los hombros por él y por los demás”.
“Es aceptar la cruz, avanzando con confianza porque no estamos solos: el Señor crucificado y resucitado está con nosotros”.
Sobre San Pablo, comentó que “su comportamiento en la noble batalla fue únicamente no vivir para sí mismo, sino para Jesús y para los demás. Vivió ‘corriendo’, es decir, sin escatimar esfuerzos, más bien consumándose. Una cosa dice que conservó: no la salud, sino la fe, es decir la confesión de Cristo”.
“Por amor a Jesús experimentó las pruebas, las humillaciones y los sufrimientos, que no se deben nunca buscar, sino aceptarse. Y así, en el misterio del sufrimiento ofrecido por amor, en este misterio que muchos hermanos perseguidos, pobres y enfermos encarnan también hoy, brilla el poder salvador de la cruz de Jesús”.
Sobre la oración, dijo que “es el agua indispensable que alimenta la esperanza y hace crecer la confianza”. “La oración nos hace sentir amados y nos permite amar. Nos hace ir adelante en los momentos más oscuros, porque enciende la luz de Dios. En la Iglesia, la oración es la que nos sostiene a todos y nos ayuda a superar las pruebas”.
De esta manera, “una Iglesia que reza está protegida por el Señor y camina acompañada por él. Orar es encomendarle el camino, para que nos proteja. La oración es la fuerza que nos une y nos sostiene, es el remedio contra el aislamiento y la autosuficiencia que llevan a la muerte espiritual. Porque el Espíritu de vida no sopla si no se ora y sin oración no se abrirán las cárceles interiores que nos mantienen prisioneros”.
“Qué urgente es que en la Iglesia haya maestros de oración, pero que sean ante todo hombres y mujeres de oración, que viven la oración”, indicó.
En la celebración, el Papa bendijo los palios destinados a los Arzobispos metropolitanos nombrados a lo largo del año y que les serán impuestos en sus respectivas diócesis.
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