Muchas veces somos como esos niñitos que no se percatan de que su madre los cuida constantemente y los alimenta. Efectivamente al ser tan pequeños, esos niños no caen en la cuenta de todos los desvelos que tiene su madre y su padre para con ellos. Pero cuando se van haciendo mayores, a veces se rebelan contra sus padres, principalmente en la época de la adolescencia, de la rebeldía. Y al ir pasando el tiempo, y quizás al ser adultos, e incluso ser padres también, se van dando cuenta de todo el esfuerzo que hicieron sus padres para criarlos, y así comienzan a apreciar mucho a sus padres, a amarlos mucho. Y si los tienen en vida todavía, entonces aprovechan para darle cariño; y si ya han muerto, entonces hacen sentidas visitas al cementerio y rezan por ellos, lamentándose quizás el no tenerlos ya presentes.
¡Cuánto han hecho nuestros padres por nosotros! ¡Cuánto ellos siguen haciendo hoy desde la tierra o desde el más allá! Y esto nos sucede también con Dios, nuestro Padre, que en el trajinar de cada día ni siquiera nos percatamos de todos los cuidados que Él tiene con nosotros y con nuestras cosas. Tal vez a veces hemos sido con Dios como esos adolescentes y jóvenes fueron para con sus padres, que nos rebelamos contra Él, nos alejamos, nos enemistamos y a veces quizás llegamos hasta odiarlo. Pero pasa el tiempo, llegan los sufrimientos y cuando somos nosotros quienes hacemos el bien y no somos reconocidos, entonces pensamos también en Dios y es ahí donde comenzamos a darle gracias por su Providencia que ha guiado nuestras vidas. Y si no caemos en la cuenta de ello en esta vida, sí será en el Cielo donde daremos rendidas gracias a nuestro Dios, que ha hecho tanto por nosotros, y que nosotros, como aquellos niñitos de que hablábamos al principio, la mayoría de las veces ni nos damos cuenta de los primorosos cuidados de nuestro Padre del Cielo y de nuestra Madre la Virgen. ¡Qué bueno que sería si desde el comienzo diéramos gracias, tanto a nuestros padres, como a Dios! Y si no lo hemos hecho hasta ahora, es tiempo de comenzar a hacerlo, a dar gracias, sabiendo que lo que nos haya faltado en el tiempo, lo podremos remediar en la eternidad, dando infinitas gracias a quienes nos engendraron y a quien nos creó. |
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
miércoles, 21 de junio de 2017
Como niños.
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