VATICANO, 18 Jun. 17 / 05:16 am (ACI).- El Papa Francisco destacó, durante el rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro del Vaticano, que la Eucaristía acerca más a Cristo a quien la recibe y le convierte en parte de su Cuerpo místico.
“Nutridos por el Cuerpo de Cristo, nos convertimos, cada vez más íntimamente y específicamente, en el Cuerpo místico de Cristo”, señaló. El Santo Padre centró su enseñanza en la solemnidad del Corpus Christi, un día para “celebrar el Misterio de la Eucaristía”.
En este sentido indicó que “cada domingo, la comunidad eclesial se junta en torno a la Eucaristía, sacramento instituido por Jesús en la Última Cena. Sin embargo, cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedicada a este Misterio central de la fe para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo, que se entrega como comida y bebida de salvación”.
“Nutrirnos de Jesús Eucaristía –continuó– significa también abandonarnos con confianza a Él, y dejarnos guiar por Él. Se trata de aceptar a Jesús en el lugar del ‘yo’. De esta forma, el amor gratuito recibido por Cristo en la Comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo, alimenta nuestro amor por Dios y por los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de cada día”.
El Pontífice explicó las palabras del Evangelio de San Juan, “Yo soy el pan vivo que baja del cielo. El pan que yo os daré es mi carne por la vida del mundo”, hacen referencia a la naturaleza misma de la Eucaristía.
Francisco señaló que “esto quiere decir que el Padre lo ha mandado al mundo como comida de vida eterna, y que por eso Él se sacrificará, sacrificará su carne”.
“De hecho, Jesús, en la cruz, entregó su cuerpo y derramó su sangre. El Hijo del hombre crucificado es el verdadero Cordero pascual que nos hace escapar de la esclavitud del pecado y que nos sostiene en el camino hacia la tierra prometida. La Eucaristía es el sacramento de su carne entregada para hacer vivir el mundo”, destacó.
El Papa añadió que “en la Eucaristía, Jesús, como hizo con los discípulos de Emaús, se acerca a nosotros, peregrinos en la historia, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, para confortarnos en las pruebas, para sostenernos en el empeño por la justicia y por la paz”.
“Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está presente en todas partes: en la ciudad, en el campo, en el Norte, en el Sur del mundo, en los países de tradición cristiana y en aquellos de primera evangelización”.
Y concluyó: “En la Eucaristía, Él se ofrece a sí mismo como fuerza espiritual para ayudarnos a poner en práctica su mandamiento: amarnos como Él nos ha amado. Construiremos así una comunidad acogedora y abierta a las necesidades de todos, especialmente de las personas más frágiles, pobres y necesitadas”.
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