Hoy, 13 de junio, conmemoramos a San ANTONIO de PADUA, Doctor de la Iglesia.
SAN ANTONIO DE PADUA (1195-1231) nació en Lisboa, en el seno de una acaudalada familia de la nobleza portuguesa.
San Antonio de Padua vino al mundo con el nombre de Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo. Sus padres querían que administrara la hacienda de la familia, pero desde muy joven él decidió hacer voto de pobreza y dedicarse a la vida religiosa.
A los quince años entró como novicio al monasterio agustino de San Vicente, en Lisboa, y más tarde estudió en Coimbra; se ordenó como sacerdote en 1220.
Por esa época llegaron a Portugal los restos mortales de los cinco mártires franciscanos que habían ido a Marruecos a predicar, y que habían sido martirizados en ese país norteafricano. Fernando vio los cuerpos decapitados, y eso le hizo decidir a ingresar con los Menores Franciscanos y dirigirse también a Marruecos. Fue entonces que cambió su nombre por el de Antonio.
En efecto fue a ese país, pero tuvo que regresar a causa de una enfermedad. Una tormenta desvió su barco hasta Sicilia. Ahí permaneció con los franciscanos de la ciudad de Mesina, y el prior lo invitó a Asís a participar en el Capítulo General de la orden.
Fue en Asís donde se reveló su vocación como orador; también en ese lugar le correspondió estar cerca, aunque brevemente, del propio San Francisco.
De 1222 a 1224, el provincial de la Romaña lo envió a Rímini y a Milán a predicar en contra de las herjías cátara y albingense; misión para la cual su pobreza franciscana le aportaba fuerza de convencimiento.
La leyenda cuenta que en Rímini, en una prédica junto a un río, ninguno de los habitantes quería prestarle atención, pero sucedió entonces que todos los peces del río sacaron las cabezas del agua para escuchar a San Antonio.
Del norte de Italia pasó al sur de Francia, donde la fuerza de sus palabras tuvieron asimismo un gran poder de convencimiento. Finalmente, en 1227 regresó a la Emilia Romaña, donde la sede franciscana se asentaba en Padua.
Ahí recibió el nombramiento de Lector en Teología, para los Hermanos Menores de la orden, en la Universidad de Bolonia. Permaneció tres años impartiendo su cátedra, pero en 1230 decidió regresar a la vida de predicador.
Su éxito en Padua en 1231 había sido sensacional, y las iglesias no se daban abasto para recibir a tanta gente que quería escucharle. Encontrábase San Antonio en un sitio llamado Camposampiero, cuando de pronto se sintió enfermo y pidió regresar a Padua. Sin embargo, falleció antes de llegar, en el convento de monjas de Arcella.
San Antonio de Padua es uno de los santos más conocidos y más queridos de la grey católica, y su culto se ha extendido por toda la cristiandad. Su fiesta se celebra con especial fasto en Lisboa.
Apenas once meses después de su muerte, en el más breve proceso de canonización efectuado hasta entonces, su santidad fue reconocida por el papa Gregorio IX. En 1946, el papa Pío XII lo nombró Doctor de la Iglesia, con el apelativo Doctor Evangelicus.
SAN ANTONIO DE PADUA nos enseña el valor de la palabra hablada con devoción.
SAN ANTONIO DE PADUA (1195-1231) nació en Lisboa, en el seno de una acaudalada familia de la nobleza portuguesa.
San Antonio de Padua vino al mundo con el nombre de Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo. Sus padres querían que administrara la hacienda de la familia, pero desde muy joven él decidió hacer voto de pobreza y dedicarse a la vida religiosa.
A los quince años entró como novicio al monasterio agustino de San Vicente, en Lisboa, y más tarde estudió en Coimbra; se ordenó como sacerdote en 1220.
Por esa época llegaron a Portugal los restos mortales de los cinco mártires franciscanos que habían ido a Marruecos a predicar, y que habían sido martirizados en ese país norteafricano. Fernando vio los cuerpos decapitados, y eso le hizo decidir a ingresar con los Menores Franciscanos y dirigirse también a Marruecos. Fue entonces que cambió su nombre por el de Antonio.
En efecto fue a ese país, pero tuvo que regresar a causa de una enfermedad. Una tormenta desvió su barco hasta Sicilia. Ahí permaneció con los franciscanos de la ciudad de Mesina, y el prior lo invitó a Asís a participar en el Capítulo General de la orden.
Fue en Asís donde se reveló su vocación como orador; también en ese lugar le correspondió estar cerca, aunque brevemente, del propio San Francisco.
De 1222 a 1224, el provincial de la Romaña lo envió a Rímini y a Milán a predicar en contra de las herjías cátara y albingense; misión para la cual su pobreza franciscana le aportaba fuerza de convencimiento.
La leyenda cuenta que en Rímini, en una prédica junto a un río, ninguno de los habitantes quería prestarle atención, pero sucedió entonces que todos los peces del río sacaron las cabezas del agua para escuchar a San Antonio.
Del norte de Italia pasó al sur de Francia, donde la fuerza de sus palabras tuvieron asimismo un gran poder de convencimiento. Finalmente, en 1227 regresó a la Emilia Romaña, donde la sede franciscana se asentaba en Padua.
Ahí recibió el nombramiento de Lector en Teología, para los Hermanos Menores de la orden, en la Universidad de Bolonia. Permaneció tres años impartiendo su cátedra, pero en 1230 decidió regresar a la vida de predicador.
Su éxito en Padua en 1231 había sido sensacional, y las iglesias no se daban abasto para recibir a tanta gente que quería escucharle. Encontrábase San Antonio en un sitio llamado Camposampiero, cuando de pronto se sintió enfermo y pidió regresar a Padua. Sin embargo, falleció antes de llegar, en el convento de monjas de Arcella.
San Antonio de Padua es uno de los santos más conocidos y más queridos de la grey católica, y su culto se ha extendido por toda la cristiandad. Su fiesta se celebra con especial fasto en Lisboa.
Apenas once meses después de su muerte, en el más breve proceso de canonización efectuado hasta entonces, su santidad fue reconocida por el papa Gregorio IX. En 1946, el papa Pío XII lo nombró Doctor de la Iglesia, con el apelativo Doctor Evangelicus.
SAN ANTONIO DE PADUA nos enseña el valor de la palabra hablada con devoción.
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