viernes, 25 de diciembre de 2015

Santo Evangelio del viernes 25 de Diciembre 2015




viernes 25 Diciembre 2015



, Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber

Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Nacianceno : «A Ti, que de modo admirable has creado al hombre, y de modo más admirable todavía restableciste su dignidad»

Isaías 52,7-10.

¡Qué hermosos son sobre las montañas
los pasos del que trae la buena noticia,
del que proclama la paz,
del que anuncia la felicidad,
del que proclama la salvación,
y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!".
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,
gritan todos juntos de alegría,
porque ellos ven con sus propios ojos
el regreso del Señor a Sión,
¡Prorrumpan en gritos de alegría,
ruinas de Jerusalén,
porque el Señor consuela a su Pueblo,
Él redime a Jerusalén!
El Señor desnuda su santo brazo
a la vista de todas las naciones,
verán la salvación de nuestro Dios.

Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6.

Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.

Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.




Hebreos 1,1-6.

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras,
ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo.
Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: "Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy?" ¿Y de qué ángel dijo: "Yo seré un padre para él y él será para mi un hijo?"
Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: "Que todos los ángeles de Dios lo adoren."

Juan 1,1-18.

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia
Sermón nº 8, para la Natividad; PG 36, 311s

«A Ti, que de modo admirable has creado al hombre, y de modo más admirable todavía restableciste su dignidad»

¡Jesucristo ha nacido, démosle gloria! ¡Cristo ha bajado del cielo, corramos hacia él! ¡Cristo está sobre la tierra, exaltémosle! «¡Aclama al Señor, tierra entera. Gritad, vitoread, tocad! » (Sl 97) Viene desde el cielo para morar entre los hombres; alegraos de temor y de gozo. De temor a  causa del pecado, de gozo a causa de nuestra esperanza. Hoy se disipan las sombras y la luz amanece para el mundo; igual como en otro tiempo Egipto fue castigado con las tinieblas, hoy una columna de fuego ilumina Israel. ¡Oh pueblo, sentado sobre las tinieblas de la ignorancia, contempla hoy esta inmensa luz del verdadero conocimiento porque «lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo» (2Co 5,17). La letra retrocede, el espíritu triunfa (Rm 7,6), la prefiguración deja paso a la verdad que aparece!(Col 2,17).


El que nos ha dado la existencia quiere también colmarnos de felicidad; esa felicidad que el pecado nos había arrebatado, la encarnación del Hijo nos la devuelve... Esta es la solemnidad: hoy saludamos la venida de Dios entre los hombres para que podamos, no llegar ya a Dios, sino volver a estar junto a Dios; para que nos despojemos del hombre viejo y nos revistamos del Hombre nuevo (Col 3,9); para que, muertos en Adán, vivamos en Cristo (1Co 15,22)... Celebremos, pues, este día, llenos de un gozo, no mundano, sino divino, llenos del verdadero gozo celestial. ¡Qué fiesta tan grande este misterio de Cristo!  Ella es mi fin, mi nuevo nacimiento.

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