Para protegerte de la envidia
El P. Alfonso Milagro, autor de libros muy vendidos, cuenta esta constatación: Encontré a un hombre de buenas cualidades que casi las maldecía. Le pregunté por qué y me respondió: “Porque hacen sombra, y eso no me lo perdonan”. Eso es la envidia, un sentimiento de aguda incomodidad al ver a otro que tiene lo que deseamos. ¿Cómo protegerte? Con esta oración:
Protégeme, Señor, de todo mal, cúbreme con tu preciosa sangre salvadora, rodéame con la gloria de tu resurrección. Cuídame por la intercesión de María, de todos tus santos y de todos tus ángeles. Cúbreme con tu gloria, Dios mío. Mira a los que quieren dañarme o desprestigiarme. Muéstrales la fealdad de la envidia, y toca sus corazones para que me miren con buenos ojos. Sánalos de todo mal sentimiento, cura sus heridas más profundas, y bendícelos en abundancia, para que sean felices, y ya no necesiten dañarme. Confío en ti, Señor. Amén. (P. Víctor Fernández).
El envidioso no cae en la cuenta de que la infelicidad no proviene de lo que no se tiene, sino de la falta de aprecio por lo que sí se posee. Hay además una falta de compromiso y responsabilidad con la propia vida, porque el celoso, pendiente de la vida de otros, no asume la propia con sus fortalezas y posibilidades reales. El Señor te libre de todo daño.
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