martes, 24 de noviembre de 2015

Caminos para una paz tan necesaria, incluido el camino de la misericordia


         La humanidad entera vive sobrecogida e indignada por la letal espiral del terrorismo yihadista. Tras los atentados de París, de la noche del viernes 13 de noviembre, la onda de terror se ha expandido, singularmente, a Bélgica, cuya capital, Bruselas, podría ser el epicentro operativo de los comandos terroristas, si bien, afortunadamente, no hay que lamentar, al menos por ahora, la pérdida de vidas humanas.  Y como una siniestra hidra repleta de cabezas y tentáculos, el viernes 20 esta violencia ciega, homicida y blasfema asoló Mali, con la toma de rehenes de un hotel de Bamako, saldada con 21 personas inocentes asesinadas.
         ¿Qué hacer contra todo ello?, ¿cómo reaccionar?, ¿qué caminos se han de emprender para contrarrestar este terror, esta sangría y continua intimidación?, ¿cuáles deberían ser, en suma, los caminos para la paz, una paz, en tiempos de teórica paz, tan necesaria, tan puesta en peligro?
         Cuando los lectores de ecclesia, reciban este número el Papa se hallará en el corazón de África, concretamente en Kenia, Uganda y República Centroafricana. Precisamente esta tercera y última etapa del periplo  ha sido desaconsejada por distintas instancias de seguridad, nacionales e internacionales. La respuesta de Francisco, desde la escucha y la prudencia, ha sido y es ya en sí mismo todo un camino para paz: el viaje se realiza, salvo cambio apremiante y grave de ultimísima hora, tal y como está previsto y programado. Porque es ahora, en medio del terror yihadista y de la violencia que no cesa en este país africano, precisamente cuando más necesaria es la visita y el testimonio en primera persona de un mensajero y testigo de la paz tan cualificado. No es una temeridad el viaje del Papa. Como ha escrito el obispo de Bangassou, el misionero español Juan José Aguirre, suspender la visita papal «sería como un fracaso, como dar la victoria a los violentos». Camino inequívoco para la paz es, pues, sí, el testimonio y el de no dejamos aterrorizar, pues este es el primero de los objetivos de los terroristas y de los violentos.
         La paz tampoco se consigue esparciendo la sombra de la duda, por pequeña que sea,  sobre las creencias religiosas. La verdadera religiosidad se halla siempre en los antípodas de la violencia y del terrorismo. Y, en este caso concreto, la inmensa mayoría de los fieles musulmanes ni pueden ni de hecho comparten el horror y la blasfemia del yihadismo homicida y fundamentalista. Sí, esto mismo, aunque ya lo dicen, ha de decirlo todavía más alto y claro los seguidores de esta religión. El enemigo de la paz es el fundamentalismo, tanto el de matriz religiosa como el de matriz laicista. Y todas las religiones, con palabras del cardenal Parolin en las vísperas de la visita papal a África,  «deben ser, agentes de bien, constructoras de reconciliación, de paz, de fraternidad en el mundo de hoy, en un mundo ya desgarrado por tantos conflictos de diversa naturaleza» y presentar un testimonio propio y conjunto de todo ello como el que Francisco realiza estos días con su citado viaje.
         El camino de la guerra nunca es una solución. Es añadir muerte, destrucción, dolor, desolación, resentimiento, venganza. La comunidad internacional ha de esforzarse con paciencia y a la vez con firmeza por recorrer caminos no violentos como los del diálogo, la negociación, la diplomacia, la alianza y la denuncia del tráfico y comercio de armas, como reclamó el secretario general de la CEE, el viernes 20 de noviembre (página 8).
Ya la pasada semana ofrecíamos (página 35) un comentario del portavoz vaticano acerca, de cómo en medio de todo este convulso contexto, el Jubileo de la Misericordia es todavía más necesario. Recordó Lombardi que Juan Pablo II decía que el mensaje de la misericordia era la gran respuesta de Dios y de los creyentes en el tiempo oscuro y horrible de la Segunda Guerra Mundial y su difusión de odio y masacres, obradas por los totalitarismos.
         Ahora, cuando Francisco habla de una tercera guerra mundial a pedazos, es necesario el mensaje de la misericordia para hacernos capaces de reconciliación, de construir puentes,  de tener el coraje del amor, de servir y testimoniar la paz y la confianza recíproca, sin dejarnos aterrorizar y sin caer en la venganza, el odio o el pesimismo, y mostrando, en suma, el auténtico Rostro de la Misericordia.

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