viernes, 10 de octubre de 2014

El Hombre, un ser religioso








Para desarrollar este tema es necesario intentar una corta aproximación histórica sobre el tema de la cultura

Para comenzar a desarrollar este tema es necesario intentar una corta aproximación histórica sobre el tema de la cultura. Cultura proviene del término griego colere que significa cultivo. El papa Juan Pablo II define la cultura como: "la expresión del hombre, es la confirmación de la humanidad. El hombre crea y, mediante ella, el hombre se crea a sí mismo. Se crea a sí mismo con el esfuerzo interior del espíritu, del pensamiento, de la voluntad, del corazón. Y, al mismo tiempo crea la cultura en comunión con los otros. La cultura es la expresión del comunicar, del pensar juntos y del colaborar juntos los hombres. Nace del bien común y se convierte en bien esencial de las comunidades humanas" ( S.S. Juan Pablo II Discurso a los jóvenes reunidos en Gniezno, Polonia, 1979).


Con la palabra cultura se indica el modo particular como en un pueblo los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios, de modo que puedan llegar a un nivel plenamente humano. El hombre nace, crece y se desarrolla en el seno de una determinada sociedad, condicionado y enriquecido por una cultura particular: la recibe, la modifica de manera creativa y la sigue transmitiendo. La cultura es una realidad histórica y social.


Algunos intentos certeros de definirla la consideran como todo aquello que el hombre afina y desarrolla, sus innumerables cualidades espirituales y corporales. Por la cultura el hombre busca someter el orbe terrestre con su conocimiento y trabajo, es el medio por el cual a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras, grandes experiencias espirituales y aspiraciones. El hombre es creador de cultura pero a su vez la cultura lo forma, lo moldea y lo hace persona. Es impensable concebir a un hombre sin cultura porque ésta es una plasmación natural de su ser que busca un último sentido a su existencia.


Dimensión antropológica de la cultura

Desde el principio del universo el hombre nombra todas las cosas que le rodean. El universo está innominado y se humaniza por medio del hombre que le da nombre a cada cosa. El hombre puso su huella en la creación, ha humanizado su entorno. Al darles el nombre a todas las criaturas tiene el poder sobre ellas y se convierte en cocreador , Señor de la creación. Por lo tanto, el hombre se convierte en creador de cultura porque entra en relación con la naturaleza y la trasforma para él mismo.


De allí parte la consciencia de que la cultura está al servicio del propio hombre y es una gran amenaza pensar que es el hombre quien debe estar subyugado a la cultura. Más bien el hombre siempre debe ser el criterio para evaluar la validez o invalidez de las practicas culturales de un pueblo, desde la perspectiva de si lo hace más o menos humano.


Dimensión axiológica de la cultura

La dimensión antropológica nos remite a una dimensión axiológica. El hombre que es creador de cultura, a la hora que actúa en la naturaleza va buscando dar un sentido a su existencia, por eso estructura el mundo de acuerdo a unos valores específicos. En esa aceptación de unos valores determinados hay un afán de responder a su naturaleza más profunda, es por esto que puede hablarse de culturas más humanas o menos humanas en cuanto que respondan o vayan en contra de la propia humanidad del hombre.


Existe un universo cultural estructurado por valores fundamentales que responden en última instancia, o se oponen, a la naturaleza profunda del ser humano.


Actualmente existe una suerte de actitud disfrazada de tolerancia, que busca avalar toda manifestación cultural bajo el falacioso argumento de que todo lo que proviene del hombre es bueno, por lo tanto, atacar una cultura es atacar al hombre mismo. Esta es una postura que puede tornarse peligrosa puesto que existen elementos culturales que pueden ser catalogados como buenos o malos en sí mismos y en muchos casos, lamentablemente, en vez de humanizar al hombre lo destruyen y lo hacen perder su identidad más profunda.


En casos culturales concretos, los indígenas Huayú por ejemplo, tienen un alto convencimiento de que en los partos de mellizos, una de las dos criaturas posee un espíritu maligno por lo cual hay que darle muerte. Muchos, negando el valor universal de la vida, ponen por encima de éste a la cultura. Es evidente que si la cultura es una creación del hombre y sirve para el propio cultivo y humanización de su ser, la muerte va en contra de él mismo, por lo tanto, es un elemento deshumanizante. Por esto quienes insisten en defender por sí misma como válida cualquier manifestación cultural, por aberrante que ella sea, olvidan el fin último que tiene la cultura: el hombre.


Es ahí donde puede existir el riesgo que ocurre actualmente con fenómenos como el desarrollo tecnológico, poner la creación propia del hombre por encima de él, lo cual resulta altamente peligroso y dañino para su propia humanidad. Su creación, en vez de estar subordinada a su bienestar y despliegue, se convierte en un elemento esclavizante que le dicta normas de conducta y que determina sus modos y costumbres.


Es precisamente la cultura el ambiente natural y humanizador que debe permitir al hombre el despliegue de sus potencialidades y de su ser mas profundo y no transgredir valores tan intrínsecamente humanos como la vida misma.


Cuestionar una cultura concreta no es un error porque siempre el parámetro va a ser el hombre. Si un elemento cultural humaniza o deshumaniza al hombre y en tanto si debe existir o desaparecer. Este tipo de postura puede herir las susceptibilidades de aquellos que, hijos de nuestro tiempo, prefieren escamparse en el paraguas de la tolerancia y no cuestionar ningún elemento de la cultura aunque vaya en detrimento del mismo hombre. Este tipo de pensamiento puede caer lentamente en la laxitud de permitir cualquier tipo de práctica por el sólo hecho de pertenecer a la cultura y finalmente caer en un pensamiento débil e irracional.
El Hombre, un ser religioso

Al hacer una rápida aproximación a las múltiples culturas que se han desarrollado a través de la historia podemos ver un elemento que se encuentra presente indefectiblemente y es la religión. El hombre tiene en su ser una continua búsqueda de sentido, el cuál plasma en la misma cultura, es por esto que siempre se remiten a un ser superior, un Dios, un creador. Pero no por la idea un poco marxista de que el hombre crea a un ser superior por la necesidad de explicar su existencia, sino porque indefectiblemente encuentra un anhelo de infinito que sólo se sacia en la divinidad.


Siendo la cultura, en última instancia, la plasmación de una búsqueda de sentido, el horizonte máximo será aquel sentido sobre el cual no puede haber ningún otro sentido. El horizonte último, el máximo significante es el religioso. Es por esto que una aproximación a toda cultura, nunca puede prescindir del elemento religioso, pues es constitutivo de todo grupo humano.


En la medida en que la cultura de un pueblo determinado responda a esa búsqueda de plasmación de sentido podrá hablarse de una cultura más humana; mientras se sacrifique al mismo hombre en pro de la propia cultura perdiendo de vista su propio ser continuaremos presenciando una cultura de muerte, como bien la ha llamado el papa Juan Pablo II al referirse a la que define nuestro tiempo

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