sábado, 31 de mayo de 2014

8. Criterios para discernir las vocaciones


La vocación requiere siempre un éxodo de nosotros mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio
Autor: Marcela Lombard, Antonio Rivero, German Sánchez | Fuente: Pastoral vocacional. Ediciones Paulinas

En el Congreso sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en Europa, tenido en Roma en 1997, y en el décimo aniversario que se celebró en Madrid, en noviembre de 2007, se afirmaba que la pastoral vocacional es la vocación de la pastoral. Toda nuestra tarea pastoral realizada con niños, jóvenes o adultos y a través de cualquier mediación como pueden ser la educación, la vida parroquial o los medios de comunicación social, tienen un objetivo vocacional si entendemos la vocación como el proceso a través del cual conocemos, amamos y seguimos más de cerca a Jesucristo. El objetivo de toda pastoral es suscitar la experiencia de Jesús para responder a su llamada con nuestra vida.

Cuando hablamos entre nosotros, hombres y mujeres consagrados, de la pastoral vocacional, a veces, sin darnos cuenta, estamos pensando en primer lugar en suscitar y promover vocaciones para nuestro propio Instituto, según nuestro estilo de vida. Hoy día esto es una tentación muy fuerte ante la falta de vocaciones, el envejecimiento de nuestras comunidades y ante las necesidades urgentes de nuestras obras apostólicas.

Es necesario situarnos ante el desafío de la pastoral vocacional sin temores ni angustias y sin prisas por acelerar los procesos personales. En algunos lugares, las familias religiosas damos una triste impresión de desesperados, al situarnos con nuestros grandes barcos pesqueros, redes y anzuelos, todos alrededor de una pequeña laguna de agua, en la que solamente se mueven unos pocos peces. Y además, rivalizando entre los pescadores porque nos arruinan el negocio.

En la pastoral vocacional tenemos que situarnos en el terreno del Espíritu y de la esperanza. Es el Espíritu de Dios el que nos mueve a esperar una realidad nueva a pesar de las apariencias contrarias. La esperanza es el secreto de la vida cristiana y el respiro absolutamente necesario en la misión de la Iglesia y, en particular, en la pastoral vocacional. Es necesario regenerar esta esperanza en los sacerdotes, en los educadores, en las familias cristianas, en las familias religiosas y en todos los que tratan con los jóvenes para apasionarlos por la vida. La esperanza pide que hagamos espacio al misterio del Señor resucitado que nos dice: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"(Mt 28,20).

En estas reflexiones queremos entrar en sintonía con el Espíritu de la esperanza. La prioridad de la pastoral vocacional tiene su raíz en la urgencia de escuchar al Espíritu de la vida, al Espíritu de Jesús, que nos sigue invitando y dando señales para que seamos testigos vivos de su presencia a través de nuestra misión, de nuestra oración y de nuestra vida comunitaria, y así seamos transparentes mediaciones para otros en su seguimiento. Los que trabajan en la animación vocacional con sus actividades, acompañamientos y discernimientos tienen que ser hombres y mujeres que "esperan". Sus actuaciones se dirigen hacia el futuro, hacia algo que todavía no es, intentando descifrar una vida solo germinal que se desarrollará más adelante.

Nuestra animación vocacional tendría que estar abierta a la colaboración con toda la iglesia, con los laicos y otras familias religiosas, deseosos todos de provocar en los jóvenes la experiencia de Jesús. En este ambiente dejamos al Espíritu del Señor que oriente los discernimientos de los jóvenes hacia el estado de vida que sea el más indicado para seguirle, vida laical, presbiterado o vida religiosa. Y esto, lo hacemos con libertad, orgullosos de colaborar con el Espíritu en mostrarnos la voluntad de Dios, la suya, y no la nuestra, como si la voluntad de Dios estuviera ya predefinida hacia nuestra opción particular por la vida religiosa.

El tema de la prioridad de la pastoral vocacional lo quiero centrar en presentar algunos elementos necesarios para crear una cultura vocacional en nuestra vida de consagrados y en nuestra acción pastoral. Quisiera analizar algunos elementos para la construcción de la cultura vocacional, después presentar algunos aspectos teológicos que favorecen dicha cultura vocacional y algunas orientaciones prácticas para la pastoral vocacional

Elementos para la construcción de una cultura vocacional

En algunas de las reuniones de los obispos europeos se ha hablado mucho sobre los denominados "nuevos movimientos religiosos". Sin que se conozcan estadísticas fiables, se afirma que de ellos proceden hoy en día gran parte de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Es decir, habrían logrado cuajar una cultura vocacional, tan necesaria en el conjunto de la Iglesia actual. Por ello parece conveniente extender los ojos para ver cuáles son los elementos de esta cultura vocacional.

Voy a señalar seis elementos que me parecen significativos de cara a la cultura vocacional. No parece ninguna novedad, puesto que en la bibliografía y en las conversaciones sobre estos temas se vuelve casi siempre sobre los mismos motivos: la centralidad de Jesucristo, la figura de la Virgen, la experiencia fuerte de Dios, la importancia de la Iglesia, de la vivencia comunitaria de la fe y el aprecio de las diversas vocaciones eclesiales. Los tres primeros tienen más que ver con la experiencia de Dios, mientras que los tres siguientes se refieren más a la experiencia eclesial y al ambiente grupal que genera y facilita dicha experiencia de fe.

a) La centralidad de Jesucristo

Nadie puede dudar de que la vocación nace, crece, se discierne y se consolida en el encuentro profundo con Dios. Así pues, una cultura vocacional debe propiciar, por distintos caminos, que el encuentro con Dios sea lo más continuado, afectivo, gustoso, auténtico, radical, transformante, totalizador y profundo posible.

El aspecto que más llama la atención de los nuevos movimientos es la predicación descarada y entusiasta de Jesucristo. La cultura en la que vivimos no es fácil y si bien no es reacia a todo lo religioso, encuentra dificultades casi connaturales hacia la Iglesia y al mensaje que la Iglesia propone. Ante ello caben diversas alternativas.

Una opción puede ser la de la paciencia dialogante: no tratar de imponer nada, escuchar todas las dificultades que puedan tener los jóvenes actuales para confiar en el Jesucristo que la Iglesia predica, no herir la sensibilidad de los oyentes, ser tolerantes con otras posturas y considerarlas valiosas. No cabe duda de que resulta necesario un tacto especial para ser un buen evangelizador y animador vocacional y que partimos de una situación más bien de sospecha negativa frente al evangelio, que de curiosidad o de inocencia. Incluso la ignorancia, cada vez mayor con respecto al cristianismo dentro de las sociedades europeas, no destierra del todo los prejuicios negativos. ¿Qué actitudes despiertan en nosotros, pastoralistas, el contacto con los jóvenes: rabia, incapacidad, compasión..?

Otra opción, más adaptada quizás al ambiente brutal del mercado que nos envuelve, consiste en presentar, sin tapujos ni miedos ni vergüenza alguna, la propia fe como la mejor opción posible. Partir de la convicción personal, alegre, gozosa, entusiasta, desbordante, que no se puede ni callar ni encerrar; que recoge el grito de Pablo: "Ay de mi si no evangelizare" (1Cor 9,16). Una predicación descarada, que a los más prudentes revestidos de sensatez, les parece incluso descabellada, exagerada, fruto de una borrachera espiritual: "Están bebidos" (Hch 2,13). Este modo refleja mucho más poderosamente una experiencia de vida atractiva y plena; su testimonio es más convincente.

No podemos presentar nuestra fe sin alegría. El entusiasmo y el gozo se tienen que convertir en elementos intrínsecos del anuncio misionero de Jesucristo. No podemos presentar nuestra fe sin un convencimiento firme y esperanzado de que llevamos la buena noticia que los jóvenes están anhelando escuchar. Es imposible que nuestra animación vocacional alcance a alguno, si no confiamos en la fuerza de lo que anunciamos, la Palabra de Dios capaz de transformar a los oyentes (1Te 2,13). Por último, la animación vocacional deberá ir acompañada de signos de vida verdadera. Es decir, una evangelización que conjuga palabras y hechos. Aquí resultan significativas las formas de celebrar la fe ("perseveraban en la oración y en la fracción del pan"), de compartir la fe ("todo lo tenían en común"), de articular la vida cotidiana desde la fe y de mejorar la vida de los pobres.

No cabe duda de que resultan mucho más atractivos los grupos alegres, entusiastas, convencidos, con signos elocuentes de que viven lo que anuncian; que aquellos otros donde se haya introducido la duda, la resignación, el desconcierto, la desesperanza, la valoración de otras formas de vida como igual de buenas que las propias.

b) La figura de María

Siempre que se habla del tema vocacional, se termina por mencionar la figura de Nuestra Señora, la Virgen María, como uno de los factores clave en el proceso de elección y de discernimiento vocacional. María, como figura de la fe de los creyentes,
constituye el modelo de discípulo, el arquetipo por antonomasia del joven con vocación.

En general, en el conjunto de la Iglesia hemos bajado bastante nuestro perfil mariano. El acompañamiento constante de María en nuestros procesos de discernimiento es una forma de ir aprendiendo de ella esas actitudes tan suyas y tan propias del creyente: la humildad, la alabanza de la grandeza de Dios, el reconocimiento de la obra que Dios hace en nosotros, la confianza desproporcionada en Dios y la esperanza en el cumplimiento de sus promesas, el cultivo de la oración, la aceptación de la cruz y de los reveses de la vida, la perseverancia en el camino de la fe a pesar de las oscuridades, el gozo por la preferencia de Dios por los humildes, la lectura creyente de la propia historia y, evidentemente, la respuesta positiva a la llamada de Dios.

c) La experiencia fuerte de Dios

Muchos reconocen que nuestro tiempo y nuestra cultura están habitados por un anhelo de experiencia espiritual, aunque a veces esté buscado fuera de la Iglesia. Los grupos religiosos que crecen son aquellos que consiguen articular y ofrecer una experiencia fuerte de Dios, que aciertan a acompañar, guiar y suscitar el encuentro directo con el Dios transcendente, con el misterio absoluto. La imagen de nuestra Iglesia, tristemente, está mucho más marcada por la insistencia en la doctrina y en las prohibiciones, sobre todo, en materia de moral económica, social y sexual. No se percibe a la Iglesia proponiendo un Dios amable, como el que hemos encontrado los creyentes en el Padre de Nuestro Señor Jesucristo; no acertamos a invitar a hacer la experiencia fabulosa de encontrarse con Jesucristo. Una Iglesia así tiene pocas posibilidades de ser fecunda.

Los nuevos movimientos, en general, han acertado a configurar una auténtica experiencia de Dios. En muchos de ellos la liturgia resulta una celebración de la fe, que la recrea y alimenta, no un acto aburrido y sin experiencia espiritual.

d) Sentido de Iglesia

Aunque la experiencia de fe constituya un factor fundamental en la cultura vocacional, no cabe duda de que la inserción en un cuerpo eclesial que la cultiva, la facilita y la promueve, repercute significativamente en las vocaciones. ¿Qué sucede en determinados grupos religiosos para que en ellos las vocaciones florezcan con mayor abundancia? ¿Qué formas sociales-eclesiales de vivir la fe resultan estimulantes para la vocación?

Al pasar a este terreno entramos en un campo mucho más polémico, donde las diferencias entre los distintos grupos eclesiales comportan una fuerte carga emocional e ideológica.

Resulta casi imposible, a pesar de la gracia, que se den vocaciones eclesiales en medios donde se muestra una cierta desafección a la Iglesia. A pesar de las razones del malestar de muchos cristianos con la Iglesia, parece claro que las vocaciones solamente florecerán en aquellos grupos en los que, sin cerrar los ojos al pecado eclesial, se viva un fuerte sentido eclesial, radicado en la alegría de la pertenencia a la Iglesia, el deseo de servirla y el reconocimiento de su puesto singular en la economía de la salvación querida por Jesucristo.

Una de las características de los nuevos movimientos consiste en este sentir eclesial y en estar en sintonía con el Papa. Leen sus documentos, secundan sus iniciativas con entusiasmo y convicción.

En cualquier grupo social, el aprecio de sus dirigentes, la comunión con ellos, la convicción de gozar de una buena dirección, resulta uno de los elementos determinantes para una pertenencia tranquila, pacífica y satisfecha. También es uno de los puntos de apoyo o de inconveniente. Un escándalo grave por parte de algún directivo o la división manifiesta entre ellos, repercute negativamente en las posibilidades de conseguir nuevos miembros o de captar simpatizantes

La jerarquía, el Papa y los obispos, ocupan un ministerio singular dentro de la comunidad cristiana. El sentir con la Iglesia y una eclesiología sana pasa por el aprecio y la estima de nuestros pastores. Esto no implica una ceguera ante sus defectos, como la falta de conocimiento de la vida consagrada en algunos e incluso, en otros casos, la dificultad para forjar la Iglesia comunión. Es necesario reconocer que algunas maneras de hablar acerca de nuestros pastores son autodestructivas de nuestro propio ser eclesial. Tenemos que conseguir transmitir una vivencia del misterio de la Iglesia, de su centralidad en el plan de salvación, de algunos de sus aspectos teológicos -madre de los creyentes, esposa de Cristo, templo del Espíritu Santo- de tal modo que mostremos una pertenencia eclesial gozosa y agradecida, si queremos crear un campo de cultivo propicio donde las vocaciones eclesiales puedan crecer. Para una fe madura no debería resultar un problema descubrir una Iglesia pecadora, necesitada de reforma en mucha de sus instancias. La Iglesia no se identifica con el Reino de Dios (Lumen Gentium, 5); pero si nos alejamos de ella corremos el peligro de terminar más lejos y apartados del reino, del que ella es germen y al que está íntimamente ligada (Lumen Gentium, 3, 13).

e) Vivencia comunitaria de la fe

Las personas que piensan en una posible vocación a la vida consagrada van buscando una espiritualidad profunda y una vida comunitaria auténtica. El individualismo corre el peligro de rebajar la dimensión corporativa del seguimiento en la vida consagrada. Mientras no superemos la crisis de individualismo y de obediencia en la vida religiosa difícilmente podemos soñar con que quienes nos rodean se sientan atraídos por nuestro modo de vida. Para un proyecto individual, por muy santo que sea, no es necesario unirse a ningún grupo.

Desde un punto de vista de la cultura vocacional, la vivencia y la expresión comunitaria de la fe es uno de los factores que más ayudan. Son las comunidades vigorosas las que reúnen a su alrededor, a aquellos cristianos que quieren hacer de Jesucristo el centro de su vida. De ahí que el elemento comunitario: compartir la fe, rezar juntos, celebrarla juntos, formarse juntos, discernir juntos..sea un factor central de la cultura vocacional.

En una vivencia comunitaria de la fe deben estar presentes y bien articuladas las siguientes dimensiones: La liturgia o aspecto celebrativo, orante y sacramental, de encuentro personal y comunitario con el misterio; el aspecto misionero, testimonial, catequético, de anuncio, propagación e instrucción en la fe; la diaconía o dimensión de servicio fraterno en toda la variedad de atención a los pobres, abandonados o despreciados; y la koinonía o vivencia de la fe en armonía eclesial. Las comunidades que consiguen articular estas dimensiones de la fe, representan el lugar propicio para el florecimiento de las vocaciones.

f) Aprecio por las vocaciones sacerdotales y consagradas

Aquí tocamos uno de los temas más candentes y discutidos en la crisis de la pastoral vocacional. Si antes del concilio se realizaba una pastoral vocacional decidida, con sus fallos y exageraciones, el tiempo posterior llevó a un abandono de la pastoral vocacional. Todavía se da una resistencia a la misma. Como reflejo de esa crisis, abunda más la preocupación por las vocaciones que los planes precisos y experimentados de pastoral vocacional. El Congreso sobre las vocaciones en Europa, en su documento Nuevas vocaciones para una nueva Europa, propone articular toda la pastoral en clave vocacional.

Difícilmente se va a realizar bien o se va a proponer bien la elección de vida si no se aprecian las diversas vocaciones en el interior de la iglesia. No se trata de una guerra entre las diversas vocaciones. Cada una de ellas refleja la excelencia de la vida cristiana, y en todas ellas se puede vivir la santidad y la perfección, la plenitud de la vida cristiana. Ahora bien, como reacción a una insistencia desproporcionada sobre el valor del ministerio ordenado y de la vida consagrada, se ha pasado en algunos ambientes bien a ignorar la cuestión de la elección de vida o bien incluso a considerar, tácitamente, que el laicado es una forma de vida superior o más actual.

La reacción en contra de una Iglesia excesivamente clerical parece positiva. La pastoral vocacional no puede considerarse una pastoral anti-laical. Esto no quita que tanto el ministerio ordenado como la vida consagrada representen dentro de la Iglesia dos formas excelentes de vida cristiana, que toda comunidad cristiana debería estar empeñada en promover.

En muchos de los nuevos movimientos se celebra vivamente la existencia de vocaciones en su seno, se aprecian las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, las familias se alegran de que broten en su seno, lo entienden como una enorme bendición de Dios, en estas comunidades se reza por estas vocaciones, se presenta su belleza, se vive su atractivo por parte de todos los miembros, ya sean llamados o no. Tales comunidades constituyen un caldo de cultivo propicio para las vocaciones.

Soy consciente que estos seis elementos teológicos presentados para crear una cultura vocacional no bastan. Seguramente hay otros aspectos que inciden en este tema tan complejo. Ciertamente, existen al menos otros elementos, antropológicos (maduración de la persona: capacidad de silencio y soledad, resistencia ante las dificultades, mayor o menor fuerza de voluntad en las toma de decisiones, compromisos a largo plazo, autonomía...; desarrollo afectivo-sexual, acompañamiento, etc.) y sociológicos (ambiente familiar, fuerte incidencia en la identidad personal de la familia, el dinero y la profesión, cultura del presentismo, horizonte débil de valores, etc.) que afectan especialmente a la pastoral vocacional. No es posible tratarlos todos aquí.

Un tercer apartado de nuestra exposición es el que anunciaba al inicio como orientaciones operativas en la pastoral vocacional. Tampoco quiero ser exhaustivo en esto, pero indicaré las que creo más importantes.

3.-Orientaciones operativas en la pastoral vocacional

a) Para toda la provincia o delegación

El problema de las vocaciones no tiene que ver sólo con una categoría de religioso/a, los pastoralistas de jóvenes. El problema pertenece a toda la Provincia, desde el más anciano hasta el último novicio. Todas tienen que preocuparse de la animación vocacional.

La experiencia de Dios recibida como un don y vivida en nuestro propio carisma, capaz de llenar la vida entera, tiene que ser comunicada con fuerza a los demás. Esta preocupación debe comenzar con el ejercicio continuo de saber apreciar lo positivo de nuestros hermanos y hermanas, de nuestras obras apostólicas, de nuestra historia congregacional, de nuestras comunidades. Tener una memoria agradecida y estar bien informados de la vida de nuestra congregación para poder constatar que Dios continúa sirviéndose de mi congregación para la vida de la Iglesia y para la salvación de todos los hombres y mujeres. De aquí al deseo de que nuevas vocaciones nos sucedan en el futuro, el paso es corto.

Optimismo, valoración positiva de todo lo nuestro, deseo de vivir y de hacer mejor, son signos básicos de la salud del cuerpo apostólico y, por tanto, condiciones para acoger nuevos miembros. La colaboración con los animadores vocacionales (que necesitan sentir el aprecio y la confianza de todos) y delegados del provincial puede darse si todos están sensibilizados.

En concreto, esto puede pedir una asamblea de toda la provincia para sensibilizarse en el tema de la animación vocacional; unas buenas noticias que tengan informadas a las comunidades sobre nuestras obras y, especialmente, sobre los proyectos y realizaciones en la pastoral juvenil y vocacional; proponer una oración comunitaria y personal por las vocaciones.

Una propuesta muy concreta es que a cada religioso de la Provincia se le entregue un tríptico con un título parecido a éste: Tu tarea ante las vocaciones o ¿Qué hacer cuando alguien te diga que está pensando en la vocación? En el que se recojan algunas recomendaciones:

1. Reconoce tu importancia: Eres una persona importante para ese chico o esa chica; de alguna manera ha visto en ti los ideales vocacionales si te ha elegido como confidente.
2. Manténte en contacto: Charlas periódicas, llamadas, e-mails; lo importante es que le prestes atención y que lo advierta.
3. Ponle en contacto con otras personas que viven la vocación: que vaya a comer a tu comunidad, invítale a una celebración litúrgica, proporciónale buenas lecturas sobre la congregación, la oración, Jesús; ofrécele asistir a una ceremonia de votos o celebración especial.
4. Háblale de tus propias ideas y experiencias: ¿qué te entusiasma e ilusiona en tu vocación? Tus gozos y desafíos que has encontrado.
5. Apoya su desarrollo espiritual: anímale a permanecer cerca de Dios a través de los sacramentos y la oración. Ayúdale a encontrar un método de oración, ofrécele un acompañamiento espiritual o sugiere a otra persona; invítale a un retiro.
6. Se paciente: dale tiempo suficiente para que llegue a una decisión libre y ponderada.
7. Ora.
8. Preséntale al encargado de pastoral vocacional.

b) Para el Superior Provincial o el equipo de gobierno. 

Lo que la Provincia está llamada a vivir y a asumir como tarea en la Pastoral vocacional compete muy directamente al equipo de gobierno. El superior provincial es, en cierto modo, el principal animador vocacional. Los logros en este campo dependerán en gran medida del grado de esfuerzo, de entusiasmo y de prioridad real que él y su equipo de gobierno concedan al sector de la pastoral juvenil y vocacional. El tendrá que asignar personas a esta tarea y las tendrá que apoyar. Tendrá que priorizar equipos, comunidades y obras y esto sólo se puede hacer desde el gobierno de la provincia. No olvidemos que la visibilidad y transparencia de nuestra vida como religiosos para que resulte atractiva para muchas jóvenes, exige no sólo "hacer pastoral" sino renovar profundamente nuestro modo de orar, de vivir en común y de trabajar. La renovación espiritual del cuerpo de la provincia también compete al gobierno.

Junto al Provincial tienen que colaborar todos los formadores de las distintas etapas. Ellos pueden animar e inspirar a las fuerzas jóvenes de sus comunidades, más cercanas en cuanto sensibilidad, lenguaje y como modelos de identificación para los jóvenes de hoy. Con frecuencia, la narración de la historia de la propia vocación, como experiencia personal de un laico comprometido, un postulante, novicio o junior, es más eficaz y más inmediata que un anuncio doctrinal o que una exhortación sobre la vocación.

c) Delegado de vocaciones a tiempo completo

Siendo fundamentales las orientaciones anteriores, de hecho, es necesario que la fase de acompañamiento vocacional sea asumida por personas concretas (el delegado y su equipo), que en nombre de toda la provincia, ejercen este ministerio, que es un verdadero y propio inicio de formación.

-Estas personas deben ser bien aceptadas y estimadas por nuestras comunidades a las que deben, en primer lugar, aportar animación y sensibilización.
-Deben estar bien respaldadas por las comunidades de formación.
-Deben coordinarse bien con los equipos y centros de pastoral juvenil.
-Deben tener libertad de movimiento para realizar iniciativas y experiencias nuevas, especialmente en lo que se refiere a encuentros y formas de convivencia entre los candidatos.
-Deben contar con un presupuesto económico y medios necesarios.

En resumen, el delegado vocacional y su equipo tienen una triple función: animar a todas las comunidades con información sobre la pastoral vocacional y con retiros; motivar al resto de animadores vocacionales y orientarles en esta tarea, y acompañar directamente a los candidatos.

d) Proyecto apostólico y de pastoral juvenil

El proyecto apostólico debería ser concebido a partir de nuestra identidad que se expresa en una imagen adecuada de personas que han elegido a Dios y a Jesucristo de modo pleno y definitivo, que se han unido a El y que por El proponen servicios específicos, amantes de la Iglesia y disponibles para ir donde la obediencia los envíe para atender la mayor necesidad del Reino de Dios.

Me quiero detener más en la renovación de la pastoral juvenil. Es vital tener un proyecto renovado, con objetivos y medios realistas que puedan ser evaluados. Pero antes de apuntar líneas nuevas de Pastoral es preciso activar líneas espirituales de renovación:

Cuidar que nuestra imagen transparente la experiencia de Dios, el gozo de servirle y de vivir unidos como hermanos, la atención benévola y desinteresada a las personas, más allá del hecho de mostrar que somos personas muy ocupadas, organizadas y eficaces.
En la pastoral juvenil resaltar el objetivo de suscitar el encuentro con Jesucristo. Para ello, el camino de los ejercicios espirituales, retiros... es un medio muy idóneo ya que forman al trabajador para el Reino, presentan de un modo específico la persona de Jesús y tienen como punto central la elección.
Coordinar bien la Pastoral juvenil y la vocacional. Tejer los procesos pastorales y personales para que haya continuidad, progresión y crecimiento. Muchos de nuestros jóvenes se quedan por el camino después de muchas experiencias puntuales que suenan más a fuegos artificiales que a etapas de un proceso ligado de crecimiento en la fe.

Reconquistar espacios de contacto con los jóvenes, con los adolescentes y los niños(as). ¿Tenemos plataformas de contacto con niños(as) y jóvenes? Si no podemos abarcar todo el proceso, ¿dónde poner la prioridad, en las niños de doce años que viven una fase ideal para la identificación religiosa o en los universitarios/as que acaban la carrera y que se plantean el sentido que quieren dar a sus vidas? Hay que saber plantar la semilla, tener paciencia, ayudar a madurar, antes que recoger los frutos.

Todos los animadores, laicos y religiosos, deben acostumbrarse a practicar una evaluación objetiva de los métodos, del proyecto y de los frutos de la propia actividad, tanto en el conjunto como en cada etapa, para poder elegir aquello que da más fruto y para no continuar con iniciativas que, aunque buenas en sí, no son oportunas o son dispersadoras de energías.
Conceder la prioridad a la formación de los grupos y al acompañamiento personal.

Cuidar el crecimiento armónico y completo de los jóvenes, uniendo servicio y reflexión, oración y apostolado (voluntariado).

Elaborar un proyecto de pastoral vocacional que recoja los pasos que seguiremos en la animación vocacional, el acompañamiento y el discernimiento. El primer aspecto va dirigido a comunidades, obras, grupos y jóvenes; el segundo y tercero se centra en los candidatos que han manifestado de alguna manera, su deseo de seguir más de cerca al Señor.

Integrar en el proyecto de pastoral juvenil y vocacional el objetivo y los medios de conocer nuestros fundadores, la historia y espiritualidad de nuestra congregación, y las personas, comunidades y obras actuales.

e) Cuidar todas las posibles fuentes de vocaciones

Es verdad que proporciona mayor esperanza y es signo más claro de autenticidad que las vocaciones procedan de nuestras propias fuentes pastorales y de nuestras obras; sin embargo, la experiencia nos muestra que muchas vocaciones actuales provienen de "otros lugares", a veces orientados por otros religiosos y religiosas. No parece inútil "ampliar la mirada" a otros perfiles posibles de candidatos y estar abiertos a ellos, así como cuidar los lazos positivos con otros institutos religiosos, parroquias, movimientos y asociaciones.

f) La familia

Si es necesario atender siempre el contexto, el marco vital y las relaciones familiares del joven, tenemos que procurar con mucha seriedad la relación con los padres de los jóvenes con los que tratamos, como parte integrante de nuestro proyecto pastoral. La pastoral familiar reclama ser llevada a cabo no de manera episódica, sino con dedicación y con método. Trabajar con los padres de los alumnos(as) de nuestros colegios, de nuestras parroquias o de los grupos juveniles producirá frutos vocacionales en el futuro. Algunos religiosos tienen una oración mensual por las vocaciones con los padres y colaboradores de sus obras; otros incluyen a algunos de esos padres más cercanos a nosotros en el mismo equipo de pastoral vocacional.

g) Materiales vocacionales

Aquí la amplitud puede ser grande. Se trata de elaborar según nuestra espiritualidad y carisma, unos materiales que ayuden a conocernos y que guíen en los procesos de discernimiento vocacional. La variedad puede ir desde materiales del tipo de comics infantiles sobre personas significativas de la congregación, para niños(as), pasando por ediciones de formato más juvenil, hasta biografías pequeñas y sencillas para jóvenes. Materiales audiovisuales, en particular, los DVD, videos, materiales informáticos, para usar en grupos, sobre la historia y misión actual de la congregación o sobre temas específicos como la vocación.

La elaboración anual de posters, trípticos, calendarios, etc. con un tema común de fondo, se hace en algunas congregaciones con la intención de dedicar una Semana especial para dar a conocer el propio carisma. Todos los miembros de la congregación y las obras apostólicas, adaptan esta semana a la realidad de su misión, adoptando medios litúrgicos, culturales, de ambientación con carteles, peregrinaciones a lugares especiales de la congregación, actividades de relación y conocimiento entre los jóvenes de diversas obras, visitándolas, etc. Algunos profesores colaboran con su creatividad produciendo materiales en relación con la propia asignatura, sobre el fundador y la congregación, con el fin de usarlos en el aula.

Esto pide unos presupuestos económicos dado que contamos con expertos y empresas técnicas en la elaboración de estos medios.

Los materiales también tienen que abarcar la creación de fichas de discernimiento vocacional que sean fáciles para ayudar a la animadora vocacional en el acompañamiento de una joven. Igualmente deberíamos incluir y facilitar una bibliografía selecta de libros o folletos sobre la oración, la persona de Jesús, el fundador y la historia de la congregación, la vocación religiosa, etc. El objetivo es facilitar a las animadoras su trabajo para que aconsejen un libro u otro según la persona a la que acompañan.

Como decía al inicio de este apartado, la variedad de materiales es grande. No podemos recogerlos todos aquí. Aunque los materiales son necesarios, no son lo más importante; antes está el mensajero que los lleva, la calidad de su vida religiosa, el amor y fidelidad total al Señor de su vida y el deseo de servir a su Iglesia con todo el corazón




Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :

- Una cultura vocacional 
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993

- Nuevas vocaciones para una nueva Europa
La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".

- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional
Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.

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