-NARRADOR:
Es una tarde fría, el cielo está nublado. La abuela y Matías de 8 años llegan a
la Iglesia. Un candado avisa que está cerrada. La abuela le indica ir por el
lateral; seguro que, la puerta estará abierta. Entran por la parte trasera. No
hay nadie adentro.
-ABUELA:
“¿Qué te parece si rezamos el Vía Crucis?”
-NIÑO:
“¿Qué es eso?”
-ABUELA:
“Es recorrer, siguiendo estos cuadritos, el camino que hizo Jesús llevando la
Cruz, hasta su muerte”.
-NARRADOR:
El niño se para frente al primer cuadro y lee:
-NIÑO:
“Jesús es con–de–na–do”.
-NARRADOR:
Mira a la mujer y con picardía pide una explicación. La abuela hace un gesto de
complicidad y comienza con el relato:
-ABUELA:
1º Estación: “Jesús es condenado”.
Eso fue en la mañana del viernes. El gobernador sabía que era inocente. Y,
buscando excusas para liberarlo, les dio a elegir al gentío entre Cristo y
Barrabás, un asesino que nadie quería. La muchedumbre pidió a gritos que
liberaran al delincuente; y que crucificaran a Jesús. „¡Crucifícalo!
¡Crucifícalo!‟, gritaban enfurecidos.
-NIÑO:
“Pero... ¿no era bueno?”
-ABUELA:
“Buenísimo. Él los había curado, les había dado de comer, les había enseñado
las cosas de Dios, como en la catequesis” -(dijo la mujer acariciando la
cabecita del pequeño y prosiguió con el relato). Entonces, para que la gente se
calmara, el gobernador mandó azotar al Nazareno –así le decían a Jesús pues
venía de Nazareth, una ciudad en el norte del país. Después –continuó la
abuela– lo abofetearon y le clavaron una corona de espinas en su cabeza… Pero
aún faltaba lo peor: la humillación de llevar la cruz hasta la cima del monte
Calvario, donde sería crucificado. -ABUELA: 2º
Estación: “Jesús carga con la Cruz”. Apenas sale a la calle, la gente
se amontona. Algunos aprovechan para insultarlo y escupirlo.
Otros,
para demostrar a los soldados que no estaban de su lado, le gritan groserías.
Entre ellos está uno de los que había curado de lepra, también está la madre de
una niña que había resucitado... Cristo los reconoce. Podría llamarlos por su
nombre...los mira. Ellos prefieren bajar la cabeza. Se escuchan ruidos de
metales. Son los soldados que vienen a exigirle que se apure. Al día siguiente
es feriado –no se trabaja- y quieren terminar temprano. Uno le da un fuerte
empujón. 3º Estación: “Jesús cae por primera
vez”. -NIÑO: Acá está el dibujo (señalando la
tercera estación) -ABUELA: ¿Alguna vez te caíste? -NARRADOR: El niño recuerda cuando se cayó de la
bicicleta. Le había sangrado el codo y se había raspado las rodillas. Lo peor
había sido cuando su mamá le lavó las heridas con agua y jabón. –NIÑO: ¡Ay! –exclamó al comprender y comparar.
-NARRADOR: La abuela siguió contando. -ABUELA: Los soldados se enfurecieron porque
demoraba en ponerse de pie. Uno le tiraba de los pelos, otro lo azotaba. Jesús
gritó tan fuerte que María, que lo seguía a distancia, lo escuchó. Luego se
abrió paso entre la multitud. 4º Estación. Jesús se encuentra con su
Madre. Por fin, Jesús se encuentra con su Madre. ¡Está tan desfigurado!
Ella con gran amor y dolor lo mira a los ojos y ve en ellos al pequeño que
había crecido entre sus brazos. Se contemplan durante unos instantes. El
ambiente se llena de ternura. La gente, emocionada, los contempla sin hablar,
hasta que otro latigazo obliga a Cristo a separarse de su mamá. La Virgen se
queda sola. -NARRADOR: Matías siente compasión por la Madre de
Dios. Caminan unos pasos y se detienen en la quinta estación. -NIÑO: ¿Quién es ese hombre? -ABUELA: 5º
Estación. Simón de Cirene carga con la Cruz Cristo no tiene más fuerzas
para continuar. Entonces, los soldados buscan a un hombre para que le ayude a
cargar con la cruz. Lleno de miedo, Simón se niega. Se siente poca cosa para
estar al lado de Cristo. Éste lo mira y le infunde confianza. El cireneo vence
el miedo y le ayuda con la Cruz. Es una ayuda pequeña entre tanto dolor, pero
significa mucho para Cristo que recibe agradecido el favor de su nuevo amigo. -NIÑO:
Cuando sea grande, yo le voy a ayudar.
-ABUELA: No
hace falta que crezcas. Ahora puedes hacerlo: siendo obediente, haciendo las
tareas, no peleando... Eso hace muy feliz a Jesús. –NARRADOR: 6º
Estación. Verónica enjuga el rostro del Señor. Se detienen en la sexta
estación. La abuela se inclina hacia el nieto y en la intimidad le comenta: -ABUELA: Entre la muchedumbre hay una mujer que
simpatizaba con su mensaje y con el grupo de mujeres que lo seguía; pero, por
tímida, no se había comprometido a seguirlo. En el camino obligan a Cristo a
tomar un atajo y, sin esperarlo, pasa delante de ella. Al verlo tan cerca, la
mujer rompe con su timidez, arranca un lienzo de su vestido y, cuidadosamente,
enjuga el rostro del Señor. –NARRADOR: La abuela teme que el pequeño esté
aburrido y quiera regresar a casa. En eso, Matías dice: -NIÑO: Abuela sigue contando. -ABUELA: Si quieres que sigamos, tenemos que
cruzar del otro lado, las otras “estaciones” están en la pared de enfrente. -NARRADOR: El niño acepta, buscan la séptima
estación y se detienen frente a ella. -ABUELA: 7º
Estación: Jesús cae por segunda vez. Estaba muy cansado, sus pasos eran
cada vez más cortos y torpes. De pronto, topa con una piedra y cae por segunda
vez. -NARRADOR: Esta vez es la abuela quien se detiene
a pensar en las caídas del alma, éstas suelen ser más dolorosas que las otras.
Recuerda las veces que prometió no volver a caer y que igual tropezó con la
misma piedra. Admite que su carácter, sus caprichos y su egoísmo, terminan
siendo las piedras con las que tropieza Cristo. Obstáculos que traicionan el
camino espiritual. 8º Estación: Jesús consuela a las
mujeres de Jerusalén
-NIÑO: Abuela:
¿quiénes son estas señoras?
-NARRADOR: Matías, que ya estaba en la siguiente
estación, la interrumpe en su reflexión. -ABUELA: Son un grupo de mujeres que, afligidas
por lo que está pasando, lloran sin consuelo. Cristo se detiene ante ellas y
les dice: “No lloren por mí, sino por sus pecados y por sus hijos”. Les explica
que causan más sufrimiento las faltas de caridad y la indiferencia de sus
hijos, que los latigazos de los romanos. – Voy a pedirte una cosa (le dice la
abuela a Matías que, como a todo niño, le gusta que le hagan encargos
importantes) – Quiero que en tus oraciones pidas perdón por las ofensas de los
hombres que no rezan, que no van a Misa y que hablan mal de Dios y de la
Iglesia. -NIÑO: ¿Quieres que rece por los ateos? -ABUELA: No solamente por ellos, sino también
por los bautizados que se han ido a otras iglesias, por los que sólo acuden a
Dios en los momentos difíciles y después se olvidan... Por las mujeres que
abortan y por las que no transmiten la fe a sus hijos – (concluye la abuela y
vuelve al Via Crucis):
9º Estación: Jesús cae por
tercera vez. Le duele más el corazón que el cuerpo.
Es tanta la amargura de su alma, que no resiste más... y cae por tercera vez.
Sabe que con su sacrificio está pagando el rescate de todos los hombres que
somos rehenes del pecado.
-NIÑO: Como
los secuestros que aparecen en la tele.
-ABUELA:
Algo parecido (responde la mujer con una leve sonrisa) 10º Estación. Jesús es despojado de sus
vestiduras. -NIÑO: Y acá... ¿qué pasó? -ABUELA: Llegaron al lugar donde lo iban a
crucificar. Los soldados le quitaron la ropa y se la rifaron entre ellos.
Cristo, permanece en silencio, no se queja ni está enojado. 11º Estación. Jesús es clavado en la
cruz. Lo acuestan encima del madero que está en el suelo. Toman sus
brazos y, traspasándolos a golpe de martillo, lo clavan en la Cruz. Toman sus
pies y hacen lo mismo. Una vez clavado, lo levantan y ponen junto a dos
malhechores. Allí lo dejan: con las heridas, la sangre y los brazos extendidos.
Todo es tristeza y misterio. María no puede creer lo que han hecho con su hijo.
Desde la Cruz, Él la consuela con la mirada y le regala una tenue sonrisa.
Luego llama a su amigo Juan, que estaba junto a María, y le pide que en
adelante cuide de su mamá, que no la deje sola. María también se acerca para
escuchar de labios de su hijo la última petición: “quiero que seas la Madre de
todos”. 12º Estación. Jesús muere en la cruz.
El cielo se oscurece. Tiembla la Tierra. Los ángeles lloran en el momento en
que Cristo muere en la Cruz. Aquel niño nacido en un pesebre, aquel joven que
había llorado y reído junto a sus amigos, aquel mismo que había sanado a
tantos... estaba muerto. La reflexión ganó el corazón de todos. Al ver que
habían clavado a un inocente, comenzaron a marcharse. Algunos soldados
sintieron el sabor amargo del arrepentimiento; otros, el de la culpa. Lejos
quedaron los días de gloria: el milagro de Caná, la pesca milagrosa, la
resurrección de Lázaro, la entrada en Jerusalén. Hay dos seguidores: José de
Arimatea y Nicodemo, que no habían participado de esos momentos pero que
estuvieron presentes cuando el Señor más los necesitó. 13º Estación. Jesús es bajado de la cruz. Piden permiso a
Pilatos y bajan su cuerpo de la Cruz. Su madre lo toma entre sus brazos. Se
renueva el dolor al comprobar que el cuerpo de su hijo estaba muerto. Llora sí,
pero está en paz. 14º Estación. Jesús es sepultado. La tarde llega a su fin.
Es de noche cuando dan sepultura al cuerpo de Jesús. Lo ponen en una cueva
cavada en roca y colocan una gran piedra en la entrada. Todo hace pensar que
sus enemigos tenían razón: Cristo no era más que un gran hombre, un magnífico
profeta... pero no era Dios. El día sábado, algunos quizás ya se habían
olvidado del Maestro, otros cuantos hablaban con pesar y decepción de Jesús,
los que habían estado más cerca de Él seguían juntos, aunque temerosos. Otros
tantos estaban ocupados en los preparativos de las fiestas. -NARRADOR: La abuela invita a sentarse a Matías, y
continúa. 15º Estación. Y al tercer día resucitó.
El domingo, antes de que amaneciera, un grupo de mujeres fue a llevarle flores
y perfumes. Durante el camino se preguntaban quién movería la piedra pues ellas
no tenían tanta fuerza. Cerca del lugar, observaron que la piedra estaba hacia
un lado. Corrieron y, al entrar al sepulcro, vieron que no estaba el cuerpo.
Pensaron que lo habían robado. En su lugar, estaban dos ángeles vestidos de
blanco. Uno de ellos les dice: “¿por qué buscan entre los muertos al que ha
resucitado? ¡Cristo está vivo y vivirá por siempre!”, agrega con una amplia
sonrisa entre los labios. Es tanta la alegría de las mujeres que tiran las
flores al suelo y salen corriendo para contar a los discípulos lo que ha
pasado.
-NARRADOR: Matías
mira la imagen del Cristo en la cruz se imagina defendiendo al Señor con su
espada de juguete. Le asegura a la Virgen que, en adelante, no estará más sola.
Él también la va a cuidad y proteger. Mientras el nieto imagina ese porvenir,
la abuela recuerda los viernes santos de su época: cuando las mujeres iban
vestidas de luto, cubriendo sus rostros con mantillas negras. Recuerda también
cuando a ella la llevaba su abuela a rezar el vía crucis y casi puede escuchar
la voz clara y temblorosa de las mujeres de esa época, repitiendo ante cada
Estación: – Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. A lo que los demás
respondían: - Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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