viernes, 18 de abril de 2014

Hoy recordamos la institución de la Eucaristía



La Pascua, que significa “paso” de la muerte a la vida, la celebramos en tres días, que juntos se llaman Triduo Pascual: el Viernes celebramos la Muerte de Jesús, el Sábado su permanencia en el sepulcro y el Domingo su Resurrección. La misa vespertina de hoy Jueves Santo es como una introducción a ese Triduo, y forma parte de él.
H1966935_292727807543837_911844744_noy recordamos la institución de la Eucaristía, del Sacerdocio ministerial y el mandato de la Caridad. Nos cuenta el Evangelio de Juan que Jesús, sabiendo que habìa llegado la Hora de salir de este mundo al Padre, amó a los suyos hasta el extremo. Lo que significa, hasta el agotamiento de sus fuerzas, hasta el límite de su vida, con todas las posibilidades de su corazón humano y divino. Y al llegar al final de su vida terrena, quiere celebrar con sus discípulos la Pascua, mostrarles su caridad al extremo y anticipar con la Eucaristía el sacrificio de su propia persona, que reemplazará al cordero pascual. Llegado el final, ¿qué se te ocurre que puedes haer por los que más amas? ¿quiénes son los que más amas? ¿hay alguien en tu vida, a quien ames hasta el extremo? ¿tienes alguna idea o señal de que se acerca tu partida? Esta última pregunta desde luego es imposible de contestar, pero hay personas que presienten su muerte, ya sea por una enfermedad terminal o por el peso de los años. Pues Jesús sabía que llegaba ese momento y quiso mostrar el extremo de su caridad, dando una cena íntima, a la que fue invitado Judas, para luego ser excluido por su traición. En esa cena, Jesús se despoja de sus vestiduras, se ciñe una toalla y lava los pies de sus discípulos. El Hijo de Dios, que tiene toda la gloria del Padre, y que podía exigir los máximos honores, no lo hace, sino que al querer demostrar su amor a los discípulos, tiene un detalle íntimo y personal: les lava los pies, una labor asignada a los esclavos. Siendo Dios, se hace siervo de todos, y les pone ejemplo para que todos amen a los otros como Él nos amó. En programas de concursos de televisión veo lo contrario: la gente quiere salir de sus oficios que consideran indignos o pobres. Sus motivos para ser un ídolo y triunfar en el canto o en el baile, son muchas veces dejar un trabajo de mesera, de cartero, o para sacar a su mamá de trabajar de camarera, y yo pienso, ¿qué tiene de malo trabajar de camarera, cartero? Mientras tengas un trabajo digno, que provea a tu sustento, dale gracias a Dios. Mas Jesús no se guía por criterios humanos de honor, no quiere ser nuestro ídolo, sino nuestro siervo, amigo, hermano, y por eso se entrega al sacrificio de la cruz. Nos da ejemplo de caridad para que nosotros los imitemos con los hermanos. Seguidamente del lavatorio de pies, y habiendo excluido de la Cena a Judas el traidor,
Jesús toma el pan y el vino, y con su palabra poderosa convierte el pan en su cuerpo y el vino en su sangre, como una anticipación del sacrificio de la Cruz que mañana vivirá, pero también como un mandatro a los discípulos para que celebren ese convite pascual en conmemoración suya. Así lo atestigua el texto de San Pablo a los Corintios que los estudiosos sitúan hacia el año 54 dC., es decir, una fecha mucho muy cercana a la fecha de la última Pascua de Jesús. Una tradición firme y continua que ha sido observada por siglos hasta nuestros días, para que luego no digamos que la Santa Misa es invento de la Iglesia o de los curas. Tiene origen en el mismísimo Cristo Nuestro Señor.Al decirles a los apóstoles “Hagan esto en conmemoración mía”, junto con el mandato va la gracia y los poderes espirituales necesarios para celebrar la Eucaristía, poderes que dio Jesús a los apóstoles presentes y que ellos a su vez comunicaron a sus sucesores, y éstos a su vez a sus sucesores, los obispos, quienes han seguido trasmitiendo el sacerdocio sacramental hasta nuestros dias, para que a nadie falte la ayuda de la gracia del Señor dispensada por las manos ungidas del sacerdote. Me mandan una dedicatoria muy bella, diciendo que lo que salga de nuestros labios y el murmullo de nuestro corazón sea agradable a Dios.
Desde luego que el sacerdote es humano con defectos, pero en él se cumple un misterio divino: el sacramento del Orden nos configura con Cristo cabeza para hacerlo presente mediante los sacramentos, el perdón de los pecados, la misericordia y amor ofrecidos, pero ante todo por la celebración de la Eucaristía que es el corazón de la Iglesia y hacia la que se ordena nuestro sacerdocio, es decir, la Eucaristía es el centro, la razón de ser, el motivo principal de ser sacerdotes. Por eso debemos celebrarla, vivirla y comunicarla como si el mismo Cristo lo estuviera haciendo. A Él sea la gloria por haber compartido este tesoro con nosotros, indignas vasijas de barro que cargamos este tesoro para compartirlo con los demás.

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