domingo, 13 de abril de 2014

Getsemaní

La gruta del prendimiento

El pasillo a la derecha de la iglesia de la Asunción conduce a la gruta del Prendimiento. Firma: Leobard Hinfelaar.El recinto de la basílica de la Agonía y del huerto de Getsemaní incluye también un convento franciscano. Fuera de la propiedad, unas decenas de metros hacia el norte, está la gruta del Prendimiento, que también pertenece a la Custodia de Tierra Santa. Se accede a través de un estrecho pasillo, que parte desde el patio de entrada a la Tumba de la Virgen. Este santuario mariano merecerá un artículo aparte, junto con la basílica de la Dormición del monte Sión: por ahora, basta con decir que, según algunas tradiciones, allí habría sido trasladado el cuerpo de Nuestra Señora desde el barrio del Cenáculo, antes de la Asunción; la iglesia es compartida por las comunidades griega, armenia, siria y copta.

El pasillo a la derecha de la iglesia de la Asunción conduce a la gruta del Prendimiento. Firma: Leobard Hinfelaar.

La gruta mide unos 19 metros de largo por unos 10 de ancho. Algunos vestigios arqueológicos permiten pensar que era utilizada como vivienda temporal o como almacén por el dueño del huerto. Aquí se cree que los ocho apóstoles descansaban la noche del prendimiento de Jesús. Después de las horas en agonía y oración, cuando el Señor notó la llegada de Judas, habría ido ahí con los otros tres apóstoles para advertirles de lo que iba a suceder. Por tanto, desde esa parte de Getsemaní salió al encuentro del tropel de guardias.

La gruta de los Apóstoles o del Prendimiento conserva vestigios de una veneración ininterrumpida. Firma: Enrique Bermejo/CTS.Numerosos grafitos, incididos por los peregrinos en diversas lenguas y épocas sobre los revoques de las paredes y el techo, son el testimonio de una veneración casi ininterrumpida: en el siglo IV, la cueva se utilizaba ya como capilla y su pavimento se había adornado con mosaicos; del V al VIII, acogió enterramientos cristianos; en época de los cruzados, fue decorada con frescos; desde el siglo XIV, los franciscanos obtuvieron algunos derechos de culto sobre el lugar, hasta que finalmente pudieron adquirirlo. Una restauración realizada en 1956 sacó a la luz la estructura primitiva, con un lagar y una cisterna; encima de la gruta, en la misma propiedad, se descubrieron los restos de una antigua prensa de aceite.

No se haga mi voluntad... Son tantas las escenas en las que Jesucristo habla con su Padre, que resulta imposible detenernos en todas. Pero pienso que no podemos dejar de considerar las horas, tan intensas, que preceden a su Pasión y Muerte, cuando se prepara para consumar el Sacrificio que nos devolverá al Amor divino. En la intimidad del Cenáculo su Corazón se desborda: se dirige suplicante al Padre, anuncia la venida del Espíritu Santo, anima a los suyos a un continuo fervor de caridad y de fe.

Ese encendido recogimiento del Redentor continúa en Getsemaní, cuando percibe que ya es inminente la Pasión, con las humillaciones y los dolores que se acercan, esa Cruz dura, en la que cuelgan a los malhechores, que Él ha deseado ardientemente. Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz (Lc 22, 42). Y enseguida: pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Ibid.) (Amigos de Dios, 240).

Si somos conscientes de que somos hijos de Dios, de que nuestra vocación cristiana exige seguir los pasos del Maestro, la contemplación de su plegaria y agonía en el huerto de los Olivos ha de llevarnos al diálogo con Dios Padre. «Con su oración, Jesús nos enseña a orar» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2607); y además de ser nuestro modelo, nos convoca a la oración, igual que a Pedro, Santiago y Juan, cuando se los llevó consigo y les pidió que velasen con Él: orad, para que no entréis en la tentación. —Y se durmió Pedro. —Y los demás apóstoles. —Y te dormiste tú, niño amigo..., y yo fui también otro Pedro dormilón (Santo Rosario, I misterio doloroso).

No hay justificaciones para abandonarse al sueño: todos podemos rezar; con más exactitud, todos debemos rezar, porque hemos venido al mundo para amar a Dios, alabarle, servirle y luego, en la otra vida —aquí estamos de paso—, gozarle eternamente. ¿Y qué es rezar? Sencillamente, hablar con Dios mediante oraciones vocales o en la meditación. No cabe la excusa de que no sabemos o nos cansamos. Hablar con Dios para aprender de Él, consiste en mirarle, en contarle nuestra vida —trabajo, alegrías, penas, cansancios, reacciones, tentaciones—; si le escuchamos, oiremos que nos sugiere: deja aquello, sé más cordial, trabaja mejor, sirve a los demás, no pienses mal de nadie, habla con sinceridad y con educación...(Javier Echevarría, Getsemaní: en oración con Jesucristo, p. 12).

Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre. De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres.

En el ábside central está representada la oración de Jesús. Firma: Leobard Hinfelaar.Benedicto XVI, en una audiencia que dedicó a la oración de Jesús en Getsemaní, se refería a la capacidad que tenemos los cristianos, si buscamos una intimidad cada vez mayor con Dios, de traer a esta tierra un anticipo del cielo: «cada día en la oración del Padrenuestro pedimos al Señor: "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10). Es decir, reconocemos que existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos, además, que es en el "cielo" donde se hace la voluntad de Dios y que la "tierra" solamente se convierte en "cielo", lugar de la presencia del amor, de la bondad, de la verdad, de la belleza divina, si en ella se cumple la voluntad de Dios. En la oración de Jesús al Padre, en aquella noche terrible y estupenda de Getsemaní, la "tierra" se convirtió en "cielo"; la "tierra" de su voluntad humana, sacudida por el miedo y la angustia, fue asumida por su voluntad divina, de forma que la voluntad de Dios se cumplió en la tierra. Esto es importante también en nuestra oración: debemos aprender a abandonarnos más a la Providencia divina, pedir a Dios la fuerza de salir de nosotros mismos para renovarle nuestro "sí", para repetirle que "se haga tu voluntad", para conformar nuestra voluntad a la suya» (Benedicto XVI, Audiencia, 1-II-2012).

Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre. De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres (Santo Rosario, I misterio doloroso).

Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo —prueba de su cariño por ti— de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor.
Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano..., y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús (Forja, 161).

La basílica de la Agonía

La basílica de Agonía se llama también de Todas las Naciones porque dieciséis países sufragaron su construcción. Firma: Israel Tourism (Flickr).La basílica de Agonía se llama también de Todas las Naciones porque dieciséis países sufragaron su construcción.

Siguiendo esta tradición y otras igualmente antiguas, en la actualidad se veneran tres lugares relacionados con los acontecimientos de aquella noche: la roca sobre la que oró el Señor, un jardín que custodia ocho olivos milenarios con algunos de sus retoños, y la gruta donde se habría producido el prendimiento. Apenas unas decenas de metros los separan, en la zona más baja del monte de los Olivos, casi en el fondo del Cedrón, en medio de un paisaje muy sugestivo: este torrente, como la mayoría de los wadis palestinos, es un valle seco y recibe agua solo con las lluvias de invierno; la falda del monte, al contrario que la cima, está poco habitada, porque grandes extensiones del terreno se han destinado a cementerios; abundan los olivares, dispuestos en terrazas, y también los cipreses, en los bordes de los caminos.

En el centro de la basílica de la Agonía se venera la roca donde se habría postrado el Señor en oración. Firma: Marie-Armelle Beaulieu/CTS.La roca sobre la que, según la tradición, rezó el Señor se encuentra en el interior de la basílica de la Agonía o de Todas las Naciones. Recibe este nombre porque dieciséis países colaboraron en su construcción, llevada a cabo entre 1922 y 1924. Sigue la planta de la iglesia bizantina, de la que poco más que los cimientos ha llegado hasta nosotros, pues un incendio la destruyó, posiblemente antes del siglo VII. Medía 25 por 16 metros, tenía tres naves y tres ábsides, y disponía de pavimentos adornados con mosaicos; algunos fragmentos de estos se conservan, protegidos por vidrios, junto a los actuales. Al edificar el santuario moderno, también se hallaron vestigios de otro de época medieval. Fue erigido por los cruzados en el mismo lugar que la basílica primitiva, pero de un tamaño mayor y con una orientación diversa, hacia el sudeste, lo que hace pensar que no advirtieron los restos precedentes. Quedó abandonado tras la toma de Jerusalén por Saladino.

Desde el Cedrón, destaca el amplio atrio de la basílica, con tres arcos sostenidos por pilastras y columnas adosadas. La fachada está rematada con un frontón. En el tímpano, decorado con mosaico, se representa a Cristo como Mediador entre Dios y la humanidad. Los días soleados, la luminosidad en el exterior contrasta con la penumbra del interior: las ventanas filtran la luz con tonos azulados, lilas y violetas, que recuerdan las horas de agonía de Jesús y disponen al peregrino al silencio, el recogimiento y la contemplación. Las doce cúpulas, sostenidas en el centro de la iglesia por seis esbeltas columnas, refuerzan esta sensación por medio de unos mosaicos que sugieren el cielo estrellado.

En el presbiterio, delante del altar, sobresale del pavimento la roca venerada. La rodea una artística corona de espinas. Detrás, en el ábside central, está representada la agonía de Jesús en el huerto; en los laterales, también en mosaico, figuran la traición de Judas y el prendimiento.

El huerto de los Olivos

Panorámica del torrente Cedrón y el monte de los Olivos desde Jerusalén. Firma: www.biblewalks.com
Comienza la Cuaresma. Nos preparamos como siempre meditando y profundizando en los sufrimientos del Señor en la Pasión. Este año lo haremos adentrándonos en el huerto de los Olivos, en Getsemaní, y recorriendo de nuevo la Vía Dolorosa. La palabra Getsemaní tiene un marcado acento hebreo, así como arameo, porque procede de dos términos muy parecidos en las dos lenguas: gat, que significa "prensa, lagar" y semen, "aceite, óleo", de ahí su significado: "prensa de aceite". San Jerónimo explica el término como derivado de gi" semani (valle fértil) como indica un pasaje profético (Is 28, 1). Pero esta forma es explicada más pausible como una corrupción griega del nombre original en gesamanei ("jardín de aceite, huerto de aceite, lugar de aceite"). El Corazón de Jesús quedó como aplastado entre dos prensas de acero: la voluntad de su Padre Dios de que bebiera el cáliz de la Pasión, y nuestros pecados que habían de ser redimidos de esa manera. Por eso el Señor en Getsemaní, lleno de angustía al saber lo que iba a sufrir en su Humanidad Santísima, sudó sangre por todo el cuerpo.

"Cuando llega la hora marcada por Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, contemplamos a Jesucristo en Getsemaní, sufriendo dolorosamente hasta derramar un sudor de sangre (cfr. Lc 22, 44), que acepta espontánea y rendidamente el sacrificio que el Padre le reclama" (Amigos de Dios, 25)

Los ochos olivos más antiguos de Getsemaní podrían remontarse al primer milenio. Firma: Leobard Hinfelaar.Los relatos evangélicos nos han transmitido el emplazamiento del campo al que Jesús se retiró una vez terminada la Última Cena: salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos (Lc 22, 39), al otro lado del torrente Cedrón (Jn 18, 1), y con los Apóstoles llegó a un lugar llamado Getsemaní (Mt 26, 36; Mc 14, 32). Según estas indicaciones, se trataba de un huerto donde había una prensa para extraer aceite —es el significado del nombre—, y quedaba fuera de las murallas de Jerusalén, al este de la ciudad, en el camino hacia Betania.

Impresiona el aspecto añejo que tienen. Los botánicos que los han estudiado no han llegado a un acuerdo para fijar su edad: algunos sostienen que fueron plantados en el siglo XI y que provienen de una misma rama, y otros que su enorme grosor permite aventurar que se remonten al primer milenio. Sean más o menos antiguos, eso no resta interés por preservarlos como testimonios silenciosos que perpetúan el recuerdo de Jesús y de la última noche de su paso por la tierra.

El terreno en el que se levanta la basílica es propiedad de la Custodia de Tierra Santa desde la segunda mitad del siglo XVII. Cuando fue adquirido, lo más notable que conservaba, además de las ruinas medievales y bizantinas, era el llamado jardín de las flores: un área no cultivada, cercada por un muro, donde crecían ocho olivos que las tradiciones locales databan de la época de Cristo. Mientras los franciscanos esperaban el momento oportuno de reconstruir la iglesia, protegieron aquellos olivos milenarios, ligados sin duda a la tradición cristiana del lugar, de forma que han llegado vivos hasta nosotros. 


En el huerto de los Olivos, ante la inminencia de la Pasión, que se desencadenará con la traición de Judas, el Señor advierte la necesidad de rezar

Aparte de que aquel paraje debía de ser muy conocido, pues Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos (Jn 18, 2), no extraña que los primeros cristianos conservasen la memoria de un sitio donde ocurrieron hechos trascendentales de la historia de la salvación. En el huerto de los Olivos, ante la inminencia de la Pasión, que se desencadenará con la traición de Judas, el Señor advierte la necesidad de rezar: sentaos aquí, mientras hago oración, dice a los Apóstoles. Y se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan, y comenzó a afligirse y a sentir angustia. Y les dice:
—Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad.
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser posible, se alejase de él aquella hora. Decía:
—¡Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú (Mc 14, 32-36).

En el ábside de la izquierda figura la escena de la traición de Judas. Firma: Leobard Hinfelaar.La congoja era tal, que se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. Y le sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo (Lc 22, 43-44). La plegaria de Cristo contrasta con la actitud de los Apóstoles: cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo:

—¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación (Mc 45-46).
Tres veces volvió Jesús junto a los que le acompañaban, y las tres veces los halló cargados de sueño, hasta que ya fue demasiado tarde: ¿Aún podéis dormir y descansar...? Se acabó; llegó la hora. Mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.

Todavía estaba hablando, cuando de repente llegó Judas, uno de los doce, acompañado de un tropel de gente con espadas y palos (Mc 14, 41-43). Con un beso delató al Señor, que fue prendido mientras los discípulos lo abandonaban y huían.

Gracias a la peregrina Egeria, sabemos que en la segunda mitad del siglo IV se celebraba una liturgia durante el Jueves Santo «en el lugar donde rezó el Señor», y que allí había «una iglesia elegante» (Itinerarium Egeriae, XXXVI, 1 (CCL 175, 79). Los fieles entraban en el templo, oraban, cantaban himnos y escuchaban los relatos evangélicos sobre la agonía de Jesús en el huerto. Después, en procesión, se dirigían a otro sitio de Getsemaní donde se recordaba el prendimiento (Cfr. Ibid., 2-3 (CCL 175, 79-80).

Los olivos, testigos de la Pasión


Los ocho olivos que se encuentran en Jerusalén, en los alrededores de la Basílica de Getsemani, en el lugar en el que Jesús sudó y fue arrestado, tienen todos (tanto en los troncos como en las raíces) el mismo ADN, por lo que no nacieron de semillas diferentes, sino de ramas de una única planta anterior. Es lo que se deduce de la investigación que promueve la Custodia de la Tierra Santa, que fue presentada esta mañana en Roma ante la presencia del Custodio, el padre Pierbattista Pizzaballa.

El estudio, que duró tres años, con investigadores que ofrecieron gratuitamente sus servicios y sus conocimientos,fue dirigido por tres institutos del CNR del Polo científico de Florencia y bajo la supervisión del doctor Antonio Cimato y del profesor Giovanni Gianfrate. Los estudios de los troncos de los olivos con radiocarbono indicaron que todos fueron plantados entre el año 1092 y el año 1198, por lo que se revela evidente que en la época de los cruzados hubo una reorganización del terreno. Son plantas antiquísimas, de, por lo menos, mil años de edad.

Pero la atención de los estudiosos se concentró sobre todo en las características del ADN común de todas estas plantas.Son olivos que provienen de ramos de por lo menos un metro de altura y que formaban parte de un mismo árbol (mismo que, seguramente, tenía grandes dimensiones): ocho de ellos sobrevivieron y uno murió; todos ellos fueron plantados en la zona. Esta operación podría ser anterior a la época de los cruzados, pues la distancia entre uno y otro árbol no respetan los criterios que se seguían durante la Edad Media.

El Monte de los Olivos lleva este nombre desde el siglo III a.C. y estaba cubierto de plantas de olivo, que, cuando no se cultivan no llegan a formar árboles, sino que permanecen como una especie de arbustos. Es probable que una de estas plantas haya sido objeto de una particular veneración, tanto que habrían tratado de inmortalizarla plantando sus ramos más robustos. Esta planta preexistente sería, pues, mucho más antigua, y podría ser un testigo del comienzo de la Pasión de Jesús.

La investigación, además, indicó que los olivos gozan de muy buena salud. La Custodia de la Tierra Santa ahora tiene todos los elementos necesarios para garantizar que los olivos de Getsemani  se conserven de la mejor manera.

www.primeroscristianos.com

Recorrido de la Pasión del Señor



A falta de pocos días para revivir la Pasión del Señor contaré el recorrido que hizo en Jerusalén el Viernes Santo. En esta foto aérea se pueden apreciar los lugares donde estuvo el Señor. Al fondo, en el número 1, el huerto de Gesemaní. Allí, al pie del monte de los olivos, fue a rezar antes de ser apresado. El Señor vería cómo bajaban con las antorchas por la puerta de las ovejas. "Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas" (Jn. 18,3). Desde el huerto de los olivos se puede ver esa calle. Bajaron desde un lugar elevado. Jesús vería las luces inmediatamente. En un primer momento se le encogería el corazón pensando que llegaba su hora, pero después le vendría el pensamiento de que también ya pronto nos iba a librar de los pecados y nos abriría las puertas del cielo."El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron" (Jn. 18-12).
Desde Getsemaní lo llevan atado hasta la casa de Anás, suegro del Sumo Sacerdote para interrogarle. "Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año" (Jn. 18-13). Para eso fueron por el torrente Cedrón. Era un torrente pues por allí pasaba abundante agua. Ahora es un descampado con algunas tumbas y árboles dispersos. Todavía hoy se puede atravesar el valle del Cedrón a través de un caminito que lo cruza trasversalmente. Por ahí debieron llevar a Jesús en dirección al pináculo del templo. Se puede comprobar al verlo desde Getsemaní que de noche es un lugar muy oscuro. Más lo debía estar en aquella época. Bordeándolo subirían hacia la casa de Anás que estaba en el monte Sión. A buen seguro subirían las escaleras de piedra muy antiguas que llevaban hacía la cima del monte Sion. Después de subirlas, a la izquierda se encontraba la casa de Anás, ahora lugar Santo llamado Galicantum, porque allí estuvo el Señor. Se conservan unas grutas subterraneas -antiguas cárceles- donde la tradición dice que tuvieron encerrado al Señor. Allí también Pedro lloró amargamente al oír el canto del gallo y darse cuenta de que había negado tres veces al Señor.
Posteriormente fue conducido a casa de Caifás, que aparece en el número 3 de la fotografía.  "Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos" (Mt. 26, 57). La casa del Sumo Sacerdote Caifás se encontraba bajando de nuevo hacía la ciudad de David. No sabemos cuánto tiempo estaría en las casas de Anás y de Caifás. Pero entre las dos debió pasar toda la noche, pues el Evangelio dice que cuando llevaron al Señor de casa de Caifás al Pretorio de Pilatos era ya de madrugada. "Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada" (Jn. 18, 28).
En el pretorio, lugar que se encuentra lo que hoy es el comienzo de la Via Dolorosa, estaba la torre Antonia, y allí se realizó el juicio inicuo al Señor. Cerca de ese sitio, en un patio, fue flagelado y coronado de espinas, y poco después, en el Pretorio, fue condenado a muerte. "Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto de color púrpura, y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban" (Jn. 19, 1-3). Empieza la "Vía dolorosa" del Señor. Al subir por esas calles empinadas de Jerusalén es fácil imaginar a Jesús -ya casi desangrado y doblado por el peso de la Cruz- cargando con el madero por las empinadas calles de Jerusalén hasta el Calvario. Como se ve en la fotografía, el Calvario ahora se encuentra dentro de las murallas construidas por los cruzados. En aquella época la roca del Calvario estaba fuera de las murallas que rodeaban la ciudad. Muy cerca en una baguada, que era como una cantera, había tumbas escavadas en la roca. Nicodemo y José de Arimatea embalsamaron el cuerpo del Señor y lo colocaron en el Sepulcro. "En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús" (Jn. 19, 41-42).




Los olivos de Getsemaní

En la vertiente oriental del valle del Cedrón, al pie del monte de los Olivos, existen todavía algunos cercados; uno de ellos, comúnmente llamado el “huerto de los Olivos”, tiene una extensión de unos 1200 metros cuadrados, y se extiende a la derecha del sendero el monte de los Olivos. A este lugar se le ha llamado Getsemaní. Este nombre proviene de la forma griega del vocablo hebreo gat shmanim, que significa prensa de aceite. Los ocho olivos del huerto contiguo son muy antiguos, pero resulta difícil establecer su edad ya que renuevan tanto sus troncos como sus raíces, por lo que un árbol de aspecto juvenil puede tener raíces muy antiguas. La edad de estos olivos ha suscitado discusiones. Numerosos peregrinos antiguos, e incluso guías actuales, los consideran como retoños de los olivos de la época de Cristo. Estos viejos olivos los menciona por primera vez Luis de Rochechouart, obispo de Saintes, en el 1461; este eclesiástico afirmaba que eran aquellos mismos de los tiempos evangélicos. Un poco de historia nos puede ayudar. Durante el asedio de Jerusalén, en el año 70 d.C., los romanos destruyeron el campo circundante y cortaron todos los árboles necesarios para la construcción de terraplenes. La región se hallaba tan arrasada, que los soldados se vieron obligados a buscar madera a unos 17 ó 18 kilómetros de la ciudad. Añadamos que la tala de árboles alrededor de las murallas, facilitaba la vigilancia e impedía los intentos de huida de los asediados. El huerto de los Olivos debió de sufrir el mismo destino. Pero el dato clave proviene de lo que decía ya en el siglo I el naturalista Plinio el Viejo: el olivo no muere, sino que renace de su tocón. Pero esto no sucede siempre pues, por ejemplo, el hecho no se verificó para un noveno olivo de Getsemaní, ya que peregrinos del siglo XVII dijeron que había sido cortado, o muerto de viejo, y que no retoñó. Los botánicos no ignoran, además, que el tocón de un olivo, especialmente de un viejo olivo, no contribuye al estudio de su desarrollo vegetativo. Aquí la arqueología nos es útil. Entre los viejos olivos, fue descubierto un resto de mosaico bizantino, que pertenecía seguramente al pavimento de un anexo norte de la Iglesia del siglo IV. Además, uno de los olivos ocultaba incluso una tumba de la época de las cruzadas. Ya en 1909, durante las excavaciones de la Iglesia de los cruzados, con orientación distinta a la de la época bizantina, se verificó algo parecido: un venerable olivo, por su antigüedad y por la tradición local, reposaba sencillamente sobre el pavimento de la Iglesia medieval.

Este lugar, llamado por los peregrinos del siglo XIII, y siglos posteriores, “campo de las flores”, “huerto florido” aparece desde el siglo XIV, dividido en numerosas parcelas, por senderos y pequeños muros. En 1681, los franciscanos adquirieron la posesión del huerto de los olivos, del cual han mantenido el aspecto rústico. Para proteger los olivos, se vieron obligados a construir una cerca más alta, en el 1848, a la que sustituyó el actual nuevo muro del 1959.

Recientemente estuvieron unos expertos de la UNESCO analizando los olivos. Dijeron que sólo había dos sitios conocidos en el mundo, que tuvieran olivos tan antiguos: aquí y en Cerdeña. Y afirmaban que estos árboles al menos tenían 2000 años de antigüedad.

Basílica de la Agonía

En octubre de 1919 la Custodia de Tierra Santa puso la primera piedra de la iglesia sobre el sitio donde se pensaba que estuvo construida la antigua del siglo IV. El proyecto había sido confiado al arquitecto Antonio Barluzzi. Efectivamente, cuando comenzaron los trabajos descubrieron, en 1920, a unos dos metros debajo del pavimento medieval, los restos de un magnífico mosaico. El arquitecto inmediatamente ordenó retirar los nuevos cimientos e iniciar las excavaciones. Después del descubrimiento de la iglesia bizantina, fue necesario revisar la planta del nuevo edificio. Los trabajos duraron del 19 de abril de 1922 hasta el 15 de junio de 1924, día de la consagración del nuevo santuario.
Numerosos países contribuyeron a los gastos de la construcción. Sus escudos están reproducidos en las bóvedas y en los mosaicos absidales. Son estos: en la nave lateral izquierda, comenzando desde el ábside, Argentina, Brasil, Chile, Méjico; en el centro, Italia, Francia, España, Inglaterra; a la derecha, Bélgica, Canadá, Alemania, Estados Unidos de América. Los mosaicos absidales fueron donados por Irlanda, Hungría y Polonia; la corona de la “Roca de la Agonía”, por Australia. A causa de esta aportación internacional, el edificio recibió el nombre de “iglesia de todas las Naciones”.
El edificio tien planta basilical, con tres ábsides, como la antigua iglesia bizantina. Sin embargo, la destrucción de esta última, casi completa, dejó a los constructores la elección del estilo arquitectónico y, especialmente, de la altura. Por su carácter universal, la arquitectura romana clásica de la misma época de Cristo era la más apropiada. Sin embargo, en el proyecto del Maestro Barluzzi, el edificio debía ser una evocación continua de la escena de la Agonía, al mismo tiempo que una afirmación de la autenticidad del lugar. Así, para dar la sensación de anonadamiento, el arquitecto cortó la altura de los muros con un techo de doce cúpulas rebajadas; para recordar la noche de la Agonía, dejó el interior en penumbra, propio para el recogimiento, gracias a los diversos colores morados del alabastro de las vidrieras, brillantes en el conjunto y diseñó en la bóveda un azul oscuro de un cielo estrellado, que circundan ramas de olivo. La roca, junto a la cual se levantaba el presbiterio primitivo, ha sido conservada al nordeste, al este y al sudeste, tal como la tallaron los primeros constructores y las excavaciones han confirmado. Sirve de marco al peñasco que la tradición relacionaba con la Agonía de Jesús. Dos tipos de piedras se han empleado en la construcción de la iglesia: en el interior, una piedra gris rojiza, extraída de las canteras de Lîfta (noroeste de Jerusalén); al exterior, la piedra rosácea de Belén.
El edificio está dividido en tres naves de igual anchura, con seis columnas de piedra rosácea, dando así la impresión de una sola nave. Los mosaicos de las naves laterales utilizan motivos geométricos primitivos, cuyos restos descubiertos –y conservados en el piso actual– permitieron una reconstrucción fiel. Los restos del mosaico central eran demasiado pequeños para que pudieran servir. Inspirado en los motivos tradicionales del arte romano del siglo IV, el nuevo mosaico se caracteriza por la sobriedad de su dibujo central: dentro de una trenza, una cruz estilizada encierra el monograma llamado constantiniano. Esta sobriedad contrasta con el motivo floral del amplio borde, en donde, sobre un fondo de estelas negras, sobresalen volutas de acanto, flores y pájaros. Los diseños de los mosaicos del suelo son obra del pintor Pedro d’Achiardi, quien asimismo pintó los adornos de la bóveda. A pesar de las dimensiones más amplias del nuevo edificio, los mosaicos no ocupan más que el área de la iglesia bizantina. Para evocar más a ésta, los actuales constructores señalaron con baldosas de mármol gris la posición de los muros, las columnas y las tumbas del antiguo atrio. Líneas en forma de zigzag; símbolo del agua, recubren la cisterna y la antigua reguera, de las cuales una parte original permaneció visible hasta 1939. Además de los mosaicos de la bóveda, la basílica está decorada con tres mosaicos absidales. Estos representan, de izquierda a derecha, el beso de Judas, la escena de la Agonía y la del “Ego sum”, “Yo soy Jesús de Nazaret”. Los mosaicos laterales son obra de Mario Barberis. El mosaico central fue pintado por Pedro D’Achiardi, que ha querido mostrar al Salvador en Agonía, abrumado sobre la roca, como una víctima sobre el altar. El rostro, empañado de tristeza, pero no desesperado. La mano de Dios tiende hacia Él la corona de la victoria y un Ángel, situado entre el cielo y la tierra, le trae la ayuda divina. Delante del altar, cuya base muestra un cáliz, – para recordar el grito de Jesús a su Padre, – se extiende la roca llamada de la Agonía. Su contorno tiene la forma de una corona de espinas, en la que algunos ramos de olivo evocan el huerto. Las aves, afrontadas a un cáliz, simbolizan las almas que quieren participar del cáliz de Cristo. La muestra se ofrece por dos palomas de plata que agonizan entre las zarzas, y estiran el cuello como víctimas de ofrenda.
Ciertamente es una iglesia muy especial, no sólo por el lugar donde está levantada, sino por cómo consigue recrear un ambiente propicio para la oración, ayudando con su arte a contemplar la noche oscura que sufrió el Señor en el huerto de los olivos.

Historia de Getsemaní

Parece que la primera iglesia construida en Getsemaní se remonta a la segunda mitad del siglo IV. Se situaría su construcción entre el 333 y el 383. Los historiadores fijan la fecha de la construcción bajo el reinado de Teodosio I (379-395). Desde el siglo IV, en el lugar de la Agonía de Jesús, el huerto corrió el destino de tantas propiedades cristianas, a la huída de los cruzados. Agregado al colegio teológico musulmán, instalado en la iglesia de Santa Ana, terminó, no obstante, convirtiéndose en una propiedad privada. Posteriormente hay varias hipótesis que pueden examinarse, como son: la destrucción por uno de los violentos terremotos que han sacudido Palestina, como la primera iglesia de Betania (419), 447, 551, 746?); destrucción por los Persas (614), a la que siguió posiblemente una modesta reconstrucción. No es fácil determinar lo que sucedió en este lugar. En otoño de 1891, el vaciado de una fosa de estiércol y su excavación, en un recinto contiguo al huerto de los olivos, descubrió el muro de un ábside y restos de un tosco mosaico. Los enredos administrativos de la época impedían las excavaciones sistemáticas. A partir de la instauración de un régimen de mayor libertad por las autoridades otomanas, los franciscanos comenzaron los trabajos de limpieza del terreno. Estos sacaron a la luz, en 1909, las ruinas de una Iglesia medieval, orientada hacia el sudeste. Los arqueólogos identificaron esta Iglesia con la que el peregrino Juan de Würzburg (1165) dijo que estaba erigida a la advocación del Salvador, en el lugar de la oración de Cristo.
Erigida en 1924 en el lugar tradicional del Jardín de Getsemaní, la Basílica de la Agonía conserva una sección de la base rocosa identificada como el lugar en el cual Jesús rezará en el huerto la noche de su detención. No es seguro que éste sea el lugar preciso. Fue proyectada esta iglesia por el arquitecto Antonio Barluzzi y erigida sobre los cimientos de dos santuarios anteriores: una capilla del siglo XII abandonada en 1345 y la basílica bizantina anterior del siglo IV, destruida por el terremoto de 746. Una roca en el camino que conduce al Monte de los Olivos fue descrita en el año 333 por el Peregrino de Burdeos, que lo identifica como el lugar en el que Judas Iscariote entregara a Jesús. Las ventanas de la actual iglesia están hechas con un alabastro azulado-purpurino translúcido, que produce un deliberado efecto nocturno en el interior. Seis columnas monolíticas sostienen 12 cúpulas, cuyos interiores están decorados con mosaicos que representan los emblemas nacionales de las comunidades donantes. Esta decoración dio origen al nombre con que es conocida: "Iglesia de Todas las Naciones".

Una peregrinación a Tierra Santa V

MARTES. Subimos en bus por la mañana al monte de los olivos y el plan consiste, en síntesis, en la visita de lo que se encuentra en el camino de descenso. Primero, el lugar de la Ascensión del Señor. Después la iglesia del paternoster. A continuación el lugar del Dominus flevit, desde donde existe una magnífica vista de la ciudad y donde Jesús lloró por ella (“Jerusalem, Jerusalem...”). Sigue el huerto de Getsemaní, ya en la parte baja de la ladera. Tenemos misa en la gruta del prendimiento, con un grupo de italianos que se nos une. Entramos seguidamente a la iglesia –casi podría decirse que enterrada- de la tumba de la Virgen. Comida. Tarde libre. Seis del grupo tomamos un taxi para visitar el museo del holocausto. La arquitectura me parece magnífica. El conjunto se ha construido prolongando artificialmente una colina, de forma tal que la edificación queda en parte como colgando. Después de pasar por las salas del horror y la locura del abismo moral humano, se sale a un mirador que resucita la esperanza en la vista de la creación. Para los judíos parece que a este motivo de esperanza debe añadirse otro: que en lo que se ve, las bellas montañas cercanas a Jerusalén, se tiene ahora un hogar de refugio, el Estado de Israel. Nos despedimos del Calvario y del sepulcro vacío. De forma inexplicable lo encontramos así, vacío, y pasamos a él como si estuviera esperándonos

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