sábado, 5 de abril de 2014

El Buen Ladrón fue el primer santo de la Historia y un caso único, «canonizado» por el mismo Jesús







Es uno de los diálogos más breves de los Evangelios, pero de los de mayores consecuencias:

-Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.

-En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso.

La conversión del Buen Ladrón, tradicionalmente conocido como San Dimas, le convirtió en el primer santo de la historia de la Iglesia. Crucificado a la derecha de Jesucristo, le reconoció como Hijo de Dios y obtuvo de Él una promesa que no hizo a nadie más, la de abrirle las puertas del Cielo antes incluso que a los grandes patriarcas y profetas del Antiguo Testamento, a quienes Jesús acudió a buscar al limbo de los justos tras obrar la Redención.

Eso hace del Buen Ladrón una figura irrepetible, especial y primordial en el conjunto de los santos, y sin embargo hay muy pocos datos sobre él.

La editorial Voz de Papel acaba de publicar el primer libro realmente documentado sobre este fascinante y fugaz personaje de los Evangelios: El Buen Ladrón. Misterio de Misericordia, del sacerdote canadiense André Daigneault, que contiene la mayor documentación jamás reunida sobre lo que han escrito sobre él Padres de la Iglesia, Papas, teólogos y santos menos “irrepetibles” que él.



Sinopsis

El mundo atraviesa una crisis de esperanza
Y sin embargo, Jesús siempre sale a buscar a quien parece perdido. A cualquiera que vuelva hacia Él su mirada, Cristo le ofrece su misericordia con tanto amor como mostró hacia el bandido que agonizaba en el Calvario, crucificado a su derecha.
El buen Ladrón nos trasmite ese mensaje: la misericordia divina pude, en un momento hacernos pasar del abismo más profundo a la santidad más elevada. Él fue el primero “canonizado” de la historia de la historia de la salvación: le bastó un último instante de conversión auténtica para ser el primero en cruzar las puestas del cielo.
Este libro nos habla de ese instante del Buen Ladrón, de su influencia en la historia de la Iglesia en Oriente y Occidente y del sorprendente silencio en el que se sumergió durante siglos su devoción, que resurge ahora con fuerza

La edición española, ampliada sobre la original con un amplio elenco de fuentes, ha estado a cargo del sacerdote Álvaro Cárdenas, sobre traducción de Cordélia de Castellane.

El primer canonizado... y por Jesús
La devoción al Buen Ladrón se extendió muy pronto y muy deprisa, sobre todo en la Iglesia de Oriente, pero también en la de Occidente.Los Padres de la Iglesia acudían con frecuencia a su historia para ejemplificar la gratuidad de la salvación y como modelo de aplicación de la misericordia de Dios para levantar al caído y elevarle a lo más granado de la santidad -la justificación completa tras el arrepentimiento-. San Dimas llegó a la Cruz como un delincuente merecedor del más horrible castigo de la época, y al principio también insultó a Jesús. Pero en cuanto conoció la Divinidad de Cristo, el Amor de un instante le sirvió para ser rescatado y fue el primer "canonizado", y directamente por Jesús.

Durante siglos, los Padres de la Iglesia, la liturgia y el pueblo celebraron a San Dimas, y el padre Daigneault recoge todos los testimonios y textos de Padres de la Iglesia que glosan dicha conversión instantánea y su origen en el amor de Dios: San Hilario de Potiers, San Ambrosio, San Gregorio de Nisa, San Jerónimo, San Agustín y, sobre todo, San Juan Crisóstomo.

El santo preferido de Santa Teresita del Niño Jesús
Asimismo, decenas de oraciones pueblan desde los primeros siglos de cristianismo los textos litúrgicos, así como las devociones de los fieles. Sin embargo, así como en la Iglesia de Oriente el culto a San Dimas se mantuvo y se mantiene muy vivo, en la Iglesia de Occidente sufrió un cierto eclipse, aunque santos de todos los tiempos (también modernos, de Santa Teresita del Niño Jesús a San Josemaría Escrivá de Balaguer) se han referido a él y le rezaban.

En particular la joven monja de Lisieux, y uno de los apartados más interesantes El Buen Ladrón es la historia y motivos de la vinculación entre la espiritualidad de Santa Teresita con la figura del Buen Ladrón, a la que se sentía muy apegada y a quien quería parecerse: "Quiero comparecer ante Dios como el Buen Ladrón", decía. El padre Daigneault, autor del libro, es un cultivador de la espiritualidad de esta santa francesa, sobre todo en una de sus principales labores pastorales, como es la predicación de retiros.

La devoción al Buen Ladrón renace como imagen viva de la Misericordia de Dios y de esas “periferias existenciales” de las que habla el Papa Francisco: el criminal rescatado en el último minuto por el Amor.





¿Qué sabemos de los dos ladrones que acompañaron a Jesús en la cruz?

            Jesús no va sólo al Calvario, sino que lo hace acompañado de otros dos reos, algo en lo que existe acuerdo entre los cuatro evangelistas, bien que las circunstancias relatadas sean diferentes en cada uno de ellos.

El Buen Ladrón. Lucas Cranach. 1501.El Mal Ladrón. Lucas Cranach. 1501.

            Así, Mateo y Marcos sólo citan la compañía cuando los hechos ya están consumados:
            “Y al mismo tiempo que a él, crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda” (Mt. 27, 38, similar a Mc. 15, 27).
            Juan también se refiere a ellos:
            “Y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Jn. 19, 18).
            Pero además, vuelve a mencionarlos para explicar que mientras para poner fin al tormento y con él a sus vidas, a Jesús le atraviesan con una lanza, a ellos en cambio les quiebran las piernas (cf. Jn. 19, 31-34).
            Lucas también nos informa de que Jesús no es crucificado sólo:
            “Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.
            Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda” (Lc. 23, 32-33).
            Y de hecho, es el que mayor protagonismo da a los pobres desgraciados que compartieron la suerte de Jesús, pues es también el que relata el famoso diálogo que Jesús mantiene con los dos:

Jesús y el Buen Ladrón. Tiziano.1563.
            “Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le increpó: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»” (Lc. 23, 39-43).
            La existencia en los calabozos romanos de Jerusalén de malhechores cuya condena estaba pendiente de ejecutarse, y mucho más en fechas tan significadas como lo es en Jerusalén la pascua o cualquier otra de las grandes fiestas judías, no debe extrañar a nadie. No muchas pascuas después de aquélla en la que Jesús es crucificado nos narra Flavio Josefo lo que pasó:
            “Y limpiadas aquellas tierras de esta basura de hombres, levantábase luego otro género de ladrones dentro de Jerusalén: éstos se llamaban matadores o sicarios, porque en el medio de la ciudad, y a mediodía, solían hacer matanzas de unos y otros. Mezclábanse, principalmente los días de las fiestas, entre el pueblo, trayendo encubiertas sus armas o puñales, y con ellos mataban a sus enemigos; y mezclándose entre los otros, ellos se quejaban también de aquella maldad, y con este engaño quedábanse, sin que de ellos se pudiese sospechar algo, muriendo los otros. Fue muerto por éstos Jonatás, pontífice, y además de éste mataban cada día a muchos otros” (Bell. 2, 12).
            Los dos ladrones con los que Jesús es crucificado no pasan de puntillas por la literatura cristiana. Parece ser que algún manuscrito evangélico (no así la Vulgata, versión oficial de los escritos canónicos desde el Concilio de Trento) los bautiza como Zoathán y Chámmata. Entre los apócrifos, el Evangelio árabe de la infancia los denomina Tito Dúmaco y dentro de lo que es un género frecuentemente cultivado por la literatura apócrifa, hace con ellos como hace con otros muchos personajes neotestamentarios, todo un relato de lo que habría sido un encuentro con Jesús en un momento previo a lo que constituye propiamente lo que relatan los textos canónicos. El que reúne a Jesús y los dos ladrones reza de la siguiente manera:
            “Y de allí pasaron a una región desierta que, al decir de las gentes, estaba infestada de ladrones. A pesar de ello determinaron José y María atravesarla de noche. Y durante la marcha vieron dos ladrones apostados en el camino y con ellos muchos otros malhechores de la misma banda que estaban durmiendo. Los dos primeros se llamaban Tito y Dúmaco. Dijo, pues aquél a éste: “Te ruego que les dejes marchar libremente, de manera que pasen desapercibidos a nuestros compañeros”. Oponiéndose a ello Dúmaco, le dice Tito de nuevo, “Mira puedes contar con cuarenta dracmas, ahora toma esto en prenda”. Y le alargó la faja que llevaba en la cintura. Todo esto lo hacía con el fin de que su compañero no hablara y los delatase.
            Y viendo María el favor que éste ladrón les había hecho, se dirige a él y le dice: “El Señor te protegerá con su diestra y te concederá la remisión de tus pecados”. Entonces Jesús intervino y dijo a su madre: “Madre mía, de aquí a treinta años me han de crucificar los judíos en Jerusalén y estos dos ladrones serán puestos en cruz juntamente conmigo: Tito estará a la derecha, Dúmaco a la iquierda. Tito me precederá al paraíso”. Ella respondió “Aparte esto de ti Dios, hijo mío”.
            Y se alejaron de allí con dirección a la ciudad de los ídolos, la cual a su llegada se convirtió en colinas de arena” (EvArInf. 23, 1-3).
            El apócrifo Evangelio de Nicodemo, importante y probablemente tardío apócrifo cuyo manuscrito más antiguo conocido data del s. XI, en su sección denominada Actas de Pilato, (pues tiene una segunda llamada El descenso a los Infiernos) llama Dimas al ladrón bueno y Gestas al malo, dando comienzo a una tradición que es la más sólida, por cuya senda continúa otro importante apócrifo del género, la Declaración de José de Arimatea, del que se conoce un manuscrito del s. XII, con gran auge en la edad media.

            La Declaración de José de Arimatea a la que nos hemos referido nos ofrece los cargos por los que ambos ladrones fueron crucificados:

            “Siete días antes de la pasión de Cristo fueron remitidos al gobernador Pilato desde Jericó dos ladrones, cuyos cargos eran éstos:
El primero, llamado Gestas, solía dar muerte de espada a algunos viandantes, mientras que a otros les dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo para cortarles después los pechos; tenía predilección por beber la sangre de los miembros infantiles; nunca conoció a Dios; no obedecía a las leyes y venía ejecutando tales acciones, violento como era, desde el principio de su vida.
            El segundo, por su parte, estaba encartado de la siguiente forma. Se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobit [Tobías], pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías”(DecJosArim. 1, 1-2).

            De Dimas se dice que es el único santo canonizado en vida, concurriendo en él la circunstancia no menos singular, de ser el único canonizado por el propio Jesús, , hasta tal punto que la misma Iglesia celebra la festividad de San Dimas, el buen ladrón, el 25 de marzo. 
            Exegéticamente hablando, la presencia junto a Jesús de unos ladrones, ha sido interpretada entre los exégetas cristianos como la forma en que se veían cumplidas algunas del Antiguo Testamento que se referían a su persona. Así notablemente aquélla del Libro de Isaías en la que se lee:
           Y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes” (Is. 53, 12).



Buen Ladrón

No confundir con San Dimas (California)
Buen Ladrón
Bockstorfer Altar Mitte.jpg
El Buen Ladrón observa a Jesús mientras el Mal Ladrón aparta su mirada de este. Representación de la crucifixión por Christoph Bockstorfer (1524)
conocido como San Dimas, según los evangelios apócrifos.
FallecimientoCalvario, junto a Jesús
Canonización25 de marzo de 33, por Cristo
Festividad25 de marzo
El Buen Ladrón, es uno de los dos malhechores que según los evangelios fueron crucificados al mismo tiempo que Jesús de Nazaret. En el Evangelio de Lucas se relata que Jesús dijo al «buen ladrón» durante la crucifixión que antes de que acabara el día, estaría con él en el paraíso. Aunque ninguno de los evangelios canónicos menciona el nombre de los ladrones, en algunosevangelios apócrifos el Buen Ladrón es llamado Dimas. Su festividad se celebra el 25 de marzo.

Menciones en los evangelios canónicos

Aunque nunca fue oficialmente canonizado por la iglesia católica, se le considera como la única persona que fue directamente reconocida como santo por Jesús. "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso".1
El Martirologio (catálogo oficial de los Santos de la Iglesia Católica) le tiene inscrito, aun sin citar su nombre, en el día 25 de marzo, a continuación de la Solemnidad de la Anunciación del Señor.2
Los dos ladrones fueron crucificados al mismo tiempo que Jesús, uno a su derecha y otro a su izquierda. Según el evangelio de San Mateo, ambos se burlaron al principio de Jesús, sin embargo, el evangelio de San Lucas menciona solamente que fue uno:Uno de los malhechores colgados lo insultaba: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. El otro le reprendía: Y tú, que sufres la misma pena, ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos; éste en cambio no ha cometido ningún crimen. Y añadió: Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.3

Menciones en los evangelios apócrifos

De acuerdo con la tradición y el Evangelio de Nicodemo (Evangelio apócrifo), el Buen Ladrón fue crucificado a la derecha de Jesús y el Mal Ladrón, llamado Gestas, a la izquierda. En otro de los evangelios apócrifos, el Protoevangelio de SantiagoJosé de Arimatea hace la siguiente declaración: Se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobías, pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías.
De nuevo en el Evangelio de Nicodemo se hace la siguiente narración de la llegada del Buen Ladrón al Paraíso: ¿Quién eres? Tu aspecto es el de un ladrón. ¿De dónde vienes, que llevas el signo de la cruz sobre tus espaldas? Y él, respondiéndoles, dijo: Con verdad habláis, porque yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino.
En el Evangelio árabe de la infancia del siglo VI, el buen ladrón recibe el nombre de Tito y se relata el episodio del Ataque de los bandidos, en el que unos salteadores atacan aSan José y su familia mientras atraviesan un bosque.
Uno de los malhechores llamado Tito (El Buen Ladrón), intercede para protegerlos, mientras que el otro que se llamaba Dúmaco (El Mal Ladrón) no accede. La Virgen Maríabendice a Tito y el propio Jesús profetiza que ambos forajidos serán crucificados. 4 5
Madre mía, de aquí a treinta años me han de crucificar los judíos en Jerusalén y estos dos ladrones serán puestos en cruz juntamente conmigo. Tito estará a la derecha y Dúmasco a la izquierda. Tito me precederá en el paraíso.
Evangelio Árabe de la Infancia, capítulo XXIII.

Iconografía

El buen ladrón suele representarse durante la crucifixión colocado a la derecha de Jesucristo y mirandolo a la cara, porta una diadema sobre la cabeza, su actitud suele ser de serenidad, mientras que el mal ladrón se representa a la izquierda de Jesús y no lo mira, generalmente muestra signos de dolor y se contorsiona en la cruz. En algunas representaciones, sobre el buen ladrón se coloca un ángel que espera su muerte para ascender con su alma al cielo, mientras que al lado del mal ladrón aparece un demonio. Los dos ladrones suelen estar atados a la cruz en lugar de clavados. 6

Iglesia ortodoxa

La cruz ortodoxa, cruz de tres barras o de ocho puntas. El travesaño inclinado simboliza en su parte elevada al "Buen Ladrón" y en su parte baja al "Mal Ladrón".
En la Iglesia ortodoxa, tanto las cruces como los crucifijos se representan con tres barras horizontales, la más alta es el titulus crucis (la inscripción que Poncio Pilatos mandó poner sobre la cabeza de Cristo en latín, griego y hebreo: "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos"), la segunda más larga representa el madero sobre el que fueron clavados las manos de Jesús y la más baja, oblicua, señala hacia arriba al Buen Ladrón y hacia abajo al Mal Ladrón.

Referencias

  1. Volver arriba Evangelio de San Lucas, capítulo 23 versículo 43.
  2. Volver arriba Cita textual: "25 de marzo. (...) 2.Conmemoración del santo ladrón, que en la cruz reconoció a Cristo, y de Él mereció oír: Hoy estarás conmigo en el Paraíso (s. I)." (Martirologio Romano, ed. 2001)
  3. Volver arriba Sermón panegírico de San Dimas, el Buen Ladrón. Biblioteca predicable ó sea colección de sermones peregrinos, dogmáticos, morales y pláticas para todos los domingos del año y para la santa cuaresma por Emilio Moreno Cebada. Consultado el 5 de abril de 2012
  4. Volver arriba Juan Correa, su vida y obra. Repertorio pictórico. Tomo IV, primera parte. Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, ISBN 968-36-2980-6. Consultado el 2-4-2010
  5. Volver arriba Catholic Encyclopedia Arabic Gospel of the Infancy 23.
  6. Volver arriba Julia Ten y Joaquín Ten: La iconografía de la crucifixión románica. Consultado el 8 de octubre de 2013.

Bibliografía

  • Lorite Cruz, Pablo Jesús. “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso.” Una aproximación a la iconografía de San Dimas.Calvario.Insigne y Real Congregación del Santo Sepulcro y Siervos de la Orden Tercera de Nuestra Señora de los Dolores. Jaén. 2009, N.º 24, pp 43-48.
  • Tettamanzi, Dionigi (2005). El buen ladrón: meditación. Comercial Editora de Publicaciones.

Enlaces externos




25 de Marzo San Dimas

     Sólo poseemos noticias ciertas acerca de su muerte y de su solemne canonización -por parte del mismo Jesucristo-, no repetida en la historia de la Santidad. – Fiesta: 25 de marzo.

“Y con Él crucificaron dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda de Él. Y fue cumplida la Escritura que dice: Y fue contado entre los inicuos.

“Uno de los malhechores le insultaba diciendo: ¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a Ti mismo y a nosotros.

“Mas el otro, respondiendo, le reconvenía diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos; mas Éste nada ha hecho; y decía a Jesús Acuérdate de mí cuando vinieres en la gloria de tu realeza.

“Díjole: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Marcos 17, 27s. y Lucas 23, 39-43).

Como hemos indicado al principio, nada más sabemos de San Dimas con certeza histórica, pues son unas actas, aunque muy antiguas, apócrifas las que iniciaron la leyenda sobre el mismo, que todos hemos oído relatar alguna vez.

La Sagrada Familia, según nos narra la Biblia, se vio obligada a huir a Egipto, debido al peligro que corría la vida de Jesús, por la persecución de los niños menores de dos años que Herodes el Grande había decretado.

En cierta ocasión en que los soldados del rey -y empieza aquí la narración apócrifa- estaban sobre la pista de la Familia Santa, y cuando ya les andaban muy cerca, José y María encontraron una casa en la que fácilmente se podrían esconder, si les dejaban entrar.

Esta casa era la que habitaba Dimas con los suyos. José les pide que los escondan, pues los soldados del rey con sus caballos, mucho más veloces que el sencillo borrico que montan, ya casi les dan alcance. Pero los habitantes de aquella casa se niegan a ello.

En este momento sale el joven Dimas, que seguramente por su carácter y decisión gozaba entre sus camaradas de gran autoridad, y dispone que se queden y les esconde en un lugar tan oculto que la policía romana no consigue descubrirlos, ni puede detenerlos. Jesús promete a Dimas, agradecido, que su acto no quedará sin recompensa, y le anuncia que volverán a verse en otra ocasión y aún en peores condiciones, y entonces será Él, Cristo, quien ayudará a su benigno protector.

De este modo terminan su narración las actas apócrifas. Explicación suficiente, sin embargo, para observar en ella una diferencia total entre las leyendas atribuidas a Jesús, y la sobriedad evangélica, aun en los momentos más sublimes en que para confirmar su doctrina, Jesucristo obra algunos de sus milagros. Por esta razón nos ceñiremos a continuación al relato evangélico, Palabra Viva, que nos conduce a importantes enseñanzas.

¿A qué fue debida la conversión de Dimas, un ladrón, un malhechor, que seguramente en toda su vida no había visto a Jesús, aunque hubiera oído hablar de Él, como de alguien grande, misteriosamente poderoso y enigmático para muchos?

Porque en la cruz, Dimas se nos presenta ya convertido, como creyente en la divinidad de Cristo: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?”.

Un autor moderno atribuye la conversión de Dimas a la mirada de Jesucristo, la mirada clara de Cristo; en su cara abofeteada, escupida y demacrada, la mirada que había obrado tantos prodigios y que convertía al que se adentraba en ella con corazón limpio, en seguidor y discípulo…

Y el corazón de Dimas debía ser limpio, a pesar de todos sus delitos. Inclinado al robo quizá por circunstancias externas, circunstancias tal vez de tipo social, había sabido conservar, empero, cierto cariño a los que le rodeaban, y un respeto sincero a sus padres y a las vidas de los demás.

Y Dios, por la Sangre de su Hijo que estaba a punto de derramarse, le premiaba lo bueno que había hecho y le perdonaba lo malo. Y en su Amor insondable -Dios es Amor- le había concedido las gracias suficientes y necesarias para aquel acto profundo de fe.

Y a continuación el gran acto de sometimiento a la Voluntad de Dios y a la justicia de los hombres: “Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos”; y después, en aquellos momentos solemnes, alrededor de los cuales gira toda la Historia, quiera el hombre reconocerlo o no, la petición confiada, anhelante a su Dios, que por él, con él y también por nosotros moría en una cruz: “Acuérdate de mí, cuando vinieres en la gloria de tu realeza”.

Y de labios del mismo Cristo oye Dimas las palabras santificadoras: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

He aquí un Santo original: hasta poco antes de morir, un ladrón, un malhechor, de familia seguramente innoble, sin ningún milagro en su haber, que puede ser, para nosotros, un magnífico tema de profunda meditación.



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