1.- Como preparación remota, considera el día anterior en algún momento, que la Santa Misa es la renovación del Sacrificio del Calvario; y piensa en cómo querrías haber estado interiormente si hubieras estado allí.
2.- Si en la misa has de comulgar, ya desde el día anterior renueva varias veces el deseo de recibir a Jesús en la comunión y así le prepararás un corazón expectante que lo quiera recibir, por tantos que lo hacen por costumbre, como si fuera un trámite.
3.- Al entrar en el templo, al que has de procurar asistir 15 minutos antes por lo menos y con vestidos que no permitan exponer en demasía las partes del cuerpo, lo primero que debes hacer es la genuflexión (genu: rodilla, flexión: doblar) mirando al sagrario, así reconoces la soberanía de Dios ante quien estás; luego mojarás la punta de los dedos índice, mayor y anular de la mano derecha en agua bendita y te harás la señal de la cruz de forma serena. El uso del agua bendita aleja las influencias del demonio y borra los pecados veniales cometidos.
4.- Dirígete a uno de los bancos y arrodíllate, si no estás imposibilitado de hacerlo, y permanece allí en oración vocal o mental hasta la hora de la misa. Si eres una persona que se distrae fácilmente es mejor que uses algún libro con oraciones propias para prepararse a la misa; si puedes concentrarte sin dificultad no es necesario. En todo caso es importante que ofrezcas el Santo Sacrificio al Eterno Padre por los cuatro fines de la misa, a saber: adoración, acción de gracias, propiciación y petición.
5.- Al salir el sacerdote de la sacristía comienza propiamente la Santa Misa. Él, revestido con los ornamentos sagrados, representa místicamente (misteriosamente) a Jesucristo que va a sacrificarse a Sí mismo por nuestra salvación. Es importante considerar esto para disponernos con seriedad y devoción, frutos del amor, para participar fructuosamente del Santo Sacrificio que está por comenzar.
6.- Durante la primera parte de la Santa Misa, llamada también "ritos iniciales", el sacerdote pide perdón a Dios por los pecados del pueblo que representa y nosotros debemos hacerlo con él. En este momento es importante hacer memoria de los pecados que hemos cometido, detestarlos de corazón y pedir perdón por ellos. La absolución que inmediatamente da el sacerdote, perdona los pecados veniales cometidos.
7.- Concluida la parte penitencial el sacerdote dice "oremos" y hace un momento de silencio. En este momento hemos de colocar mentalmente las peticiones que queremos hacer en la misa.
8.- Durante las lecturas de la Sagrada Escritura y la homilía del sacerdote debemos meditar en lo que escuchamos y formar un propósito concreto para llevar a la práctica. En este momento el Señor nos habla interiormente a través de las palabras que escuchamos exteriormente. Toda esta parte termina con el Credo que es la profesión pública que hacemos de nuestra fe.
9.- En el ofertorio, junto con el pan y el vino que ofrece el sacerdote en nombre del pueblo de Dios, hemos de ofrecernos a nosotros mismos y nuestras obras, en especial nuestras cruces, y rogar al Padre Celestial que nos acepte por Jesucristo.
10.- Durante el Canon, la parte principal y más sagrada de la misa, tenemos que recogernos lo más posible y tratar de contemplar, es decir formarnos en la imaginación una imagen y mirarla con todo el amor de que seamos capaces, los pasos de la Pasión del Señor y adorarlo con todo nuestro espíritu, ya con jaculatorias rezadas interiormente o en secreto, ya con silencio interior, el exterior se da por supuesto.
11.- En el momento de rezar el Padre Nuestro pensemos en cada una de las siete peticiones que contiene y evitemos lo más que podamos el rezo maquinal que de nada sirve y engaña mucho. Así estaremos ciertos de que toda la eficacia de esta oración por excelencia se nos pondrá de manifiesto.
12.- Cercanos ya a la comunión hemos de prepararnos realizando los siguientes actos: de contrición, pidiendo nuevamente perdón para estar lo más purificados posibles para recibir más dignamente al Señor; de deseo, para que manifestemos a Jesús que en verdad lo queremos recibir a Él y así evitemos el terrible desprecio de recibir la Sagrada Comunión como una cosa y por costumbre; y acto de amor, diciéndole las palabras que quisiéramos decirle a una persona que amamos mucho y que nos viene a visitar.
13.- Al darnos la bendición final el sacerdote hace descender místicamente sobre nosotros la abundancia de los frutos espirituales que nos consiguió el sacrificio de Jesús, la Santa Misa; por ello hemos de recibirla con el mayor respeto y agradecimiento y de ser posible de rodillas o por lo menos inclinados.
14.- La misa concluye cuando el sacerdote entra en la sacristía, pero aún falta agradecer el don inmenso que nos ha hecho Dios de introducirnos por unos instantes en su eternidad bienaventurada; para ello tratemos de permanecer en el templo por lo menos unos quince minutos después de terminada la misa y utilicemos el mismo método que para prepararnos a ella. Ser fiel a esta práctica nos dará grandes satisfacciones espirituales. Recordemos el dicho popular: "es de bien nacidos ser agradecidos".
15.- Notas: 1. Participación activa en la Santa Misa no significa hacer muchas cosas sino hacer lo que me toca de la mejor manera posible, es decir con atención y amor a Dios. 2. Las respuestas que damos al sacerdote deben ser con voz fuerte y clara porque la liturgia es una acción pública de toda la Iglesia. 3. Por último recordemos la frase de San Agustín: "Qui bene cantat bis orat", el que canta bien reza dos veces, ya que la misa cantada es la forma más noble de celebrarla (Gradual Romano).
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