VATICANO, 06 Ene. 14 / 12:04 pm (ACI/EWTN Noticias).- Antes del rezo del Ángelus por la Epifanía del Señor, el Papa explicó que esta fiesta muestra que el amor de Dios es siempre anterior al de los hombres, que el Señor siempre toma la iniciativa y espera a todos.
El Santo Padre dijo que "esta fiesta nos hace ver un doble movimiento: de una parte el movimiento de Dios hacia el mundo, hacia la humanidad –toda la historia de la salvación, que culmina en Jesús-; y por otra parte, el movimiento de los hombres hacia Dios– pensamos en las religiones, en la búsqueda de la verdad, en el camino de los pueblos hacia la paz, la paz interior, la justicia, la libertad -. Y este doble movimiento es impulsado por una atracción recíproca".
"De parte de Dios, ¿qué nos atrae? es el amor por nosotros: somos sus hijos, nos ama y quiere liberarnos del mal, de las enfermedades, de la muerte, y llevarnos a su casa, a su Reino. "Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí" (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 112). Y también de nuestra parte hay un amor. Un deseo: el bien siempre nos atrae, la verdad nos atrae, la vida, la felicidad, la belleza, nos atrae… Jesús es el punto de encuentro de esta atracción recíproca y de este doble movimiento".
Francisco indicó además que "es Dios y hombre, Jesús. Jesús, Dios y hombre ¿Pero quién toma la iniciativa? Siempre Dios. ¡El amor de Dios viene primero que el nuestro! Él siempre toma la iniciativa. Él nos espera, Él nos invita, pero la iniciativa es siempre de Él. Jesús es Dios que se ha hecho hombre, se ha encarnado, ha nacido para nosotros. La nueva estrella que se aparece a los magos era el signo del nacimiento de Cristo. Si ellos no hubieran visto la estrella, aquellos hombres no hubieran partido".
"La luz nos precede, la verdad nos precede, la belleza nos precede. Dios nos precede: El profeta Isaías decía que Dios es como la flor del almendro ¿por qué? Porque en esa tierra el almendro es el primero que florece, y Dios siempre nos precede, es siempre el primero, nos busca, Él da el primer paso. Dios nos precede siempre. La gracia de Él nos precede. Y esta gracia se aparece en Jesús. Él es la epifanía, Él es Jesucristo es la manifestación del amor de Dios. Está con nosotros".
La Iglesia, dijo el Papa, "está toda dentro de este movimiento de Dios sobre el mundo: su alegría es el Evangelio, es reflejar la luz de Cristo. La Iglesia es el pueblo de aquellos que han experimentado esta atracción y la llevan dentro, en el corazón y en la vida. «Me gustaría, sinceramente, me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, decirlo respetuosamente, decir a aquellos que son temerosos o a los indiferentes: El Señor también te llama a ti. Te llama a ser parte de su pueblo, y lo hace con gran respeto y amor. El Señor te llama, el Señor te busca, el Señor te espera, el Señor no hace proselitismo, da amor, y este amor te espera, te busca, a ti, a ti que en este momento no crees o estás lejos. Éste es el amor de Dios (ibid 113)".
"Pidamos a Dios, para toda la Iglesia, la alegría de evangelizar, porque ha sido «enviada por Cristo para revelar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos » (, 10). La Virgen María nos ayude a todos a ser discípulos-misioneros, pequeñas estrellas que reflejan su luz. Y recemos para que los corazones se abran y acojan el anuncio, y todos los hombres lleguen a ser ‘beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio’".
El Papa: Como los Reyes Magos, protejan la fe con la "santa astucia" para llegar a la Luz
VATICANO, 06 Ene. 14 / 11:39 am (ACI/EWTN Noticias).- En su homilía de la Misa por la Epifanìa del Señor que celebró hoy en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco alentó a proteger la fe ante los peligros que se encuentran en el camino de la vida, para llegar a la Luz de Cristo como hicieron los Reyes Magos en su recorrido hasta el Niño Jesús.
A continuación, la homilía completa del Santo Padre:
«Lumen requirunt lumine». Esta sugerente expresión de un himno litúrgico de la Epifanía se refiere a la experiencia de los Magos: siguiendo una luz, buscan la Luz. La estrella que aparece en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los lleva a buscar la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente aquella luz que los ilumina interiormente y encuentran al Señor.
En este recorrido que hacen los Magos de Oriente está simbolizado el destino de todo hombre: nuestra vida es un camino, iluminados por luces que nos permiten entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo. Y todo hombre, como los Magos, tiene a disposición dos grandes "libros" de los que sacar los signos para orientarse en su peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras.
Lo importante es estar atentos, vigilantes, escuchar a Dios que nos habla, siempre nos habla. Como dice el Salmo, refiriéndose a la Ley del Señor: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, / luz en mi sendero» (Sal 119,105). Sobre todo, escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y convertirlo en alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor.
En la primera Lectura resuena, por boca del profeta Isaías, el llamado de Dios a Jerusalén: «¡Levántate, brilla!» (60,1). Jerusalén está llamada a ser la ciudad de la luz, que refleja en el mundo la luz de Dios y ayuda a los hombres a seguir sus caminos. Ésta es la vocación y la misión del Pueblo de Dios en el mundo. Pero Jerusalén puede desatender esta llamada del Señor. Nos dice el Evangelio que los Magos, cuando llegaron a Jerusalén, de momento perdieron de vista la estrella. No la veían. En especial, su luz falta en el palacio del rey Herodes: aquella mansión es tenebrosa, en ella reinan la oscuridad, la desconfianza, el miedo, la envidia.
De hecho, Herodes se muestra receloso e inquieto por el nacimiento de un frágil Niño, al que ve como un rival. En realidad, Jesús no ha venido a derrocarlo a él, ridículo fantoche, sino al Príncipe de este mundo. Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que el entramado de su poder se resquebraja, temen que cambien las reglas de juego, que las apariencias queden desenmascaradas. Todo un mundo edificado sobre el poder, el prestigio, el tener, la corrupción, entra en crisis por un Niño. Y Herodes llega incluso a matar a los niños: «Tú matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón» - escribe san Quodvultdeus (Sermón 2 sobre el Símbolo: PL 40, 655). Es así: tenía temor, y por este temor pierde el juicio.
Los Magos consiguieron superar aquel momento crítico de oscuridad en el palacio de Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que señalaba Belén como el lugar donde había de nacer el Mesías. Así escaparon al letargo de la noche del mundo, reemprendieron su camino y de pronto vieron nuevamente la estrella, y el Evangelio dice que se llenaron de «inmensa alegría» (Mt 2,10). Esa estrella que no se veía en la oscuridad de la mundanidad de aquel palacio.
Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también la santa "astucia". Es también una virtud, la santa "astucia". Se trata de esa sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros y evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de "astucia" cuando, de regreso a su tierra, decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino marchar por otro camino.
Estos sabios venidos de Oriente nos enseñan a no caer en las asechanzas de las tinieblas y a defendernos de la oscuridad que pretende cubrir nuestra vida. Ellos, con esta santa "astucia", han protegido la fe. Y también nosotros debemos proteger la fe. Protegerla de esa oscuridad. Esa oscuridad que a menudo se disfraza incluso de luz. Porque el demonio, dice San Pablo, muchas veces se viste de ángel de luz. Y entonces es necesaria la santa "astucia", para proteger la fe, protegerla de los cantos de las sirenas, que te dicen: «Mira, hoy debemos hacer esto, aquello…»
Pero la fe es una gracia, es un don. Y a nosotros nos corresponde protegerla con la santa "astucia", con la oración, con el amor, con la caridad. Es necesario acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, practicar aquella astucia espiritual que sabe armonizar la sencillez con la sagacidad, como Jesús pide a sus discípulos: «Sean sagaces como serpientes y simples como palomas» (Mt 10,16).
En esta fiesta de la Epifanía, que nos recuerda la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un Niño, sintamos cerca a los Magos, como sabios compañeros de camino. Su ejemplo nos anima a levantar los ojos a la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentarnos con una vida mediocre, de "poco calado", sino a dejarnos fascinar siempre por la bondad, la verdad, la belleza… por Dios, que es todo eso en modo siempre mayor. Y nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sabio, poderoso. No nos podemos quedar ahí.
Es necesario proteger la fe. Es muy importante en este tiempo: proteger la fe. Tenemos que ir más allá, más allá de la oscuridad, más allá de la atracción de las sirenas, más allá de la mundanidad, más allá de tantas modernidades que existen hoy, ir hacia Belén, allí donde en la sencillez de una casa de la periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que nace de lo alto, el Rey del universo. A ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas luces busquemos la Luz y protejamos la fe. Así sea.
Papa Francisco pide erradicar “clericalismo” de la formación religiosa
VATICANO, 05 Ene. 14 / 03:34 pm (ACI/EWTN Noticias).- En su diálogo con la Unión de Superiores Generales, sostenida el 29 de noviembre de 2013 y publicada ayer por La Civiltà Cattolica, el Papa advirtió que la vida religiosa no es un refugio y que el clericalismo es uno de los males más terribles que deben ser vencidos en la casas de formación y en los seminarios; así mismo señaló que si bien todos somos pecadores, no se deben recibir a aquellos candidatos “corruptos”.
“La formación de los candidatos es fundamentales. Los pilares de la formación son cuatro: espiritual, intelectual, comunitario y apostólico. El fantasma que se debe combatir es la imagen de la vida religiosa entendida como refugio y consuelo ante un mundo ‘externo’ difícil y complejo. Los cuatro pilares deben interactuar desde el primer día de ingreso al noviciado, y no deben ser estructurados en secuencia. Debe haber una interacción”, afirmó.
El Santo Padre también advirtió que la cultura actual es “mucho más rica y conflictiva” que la de años atrás, por ello la inculturación reclama hoy una actitud distinta.
“Por ejemplo: no se resuelven los problemas simplemente prohibiendo hacer esto o aquello. Es necesario mucho diálogo, mucha confrontación. Para evitar los problemas, en algunas casas de formación, los jóvenes aprietan los dientes, tratando de no cometer errores evidentes, de estar sujetos a las reglas muy sonrientes, es espera de que un día se les diga: ‘Bien, terminaste la formación’. Esto es hipocresía, fruto del clericalismo, que es uno de los males más terribles”, advirtió.
Francisco recordó que en su encuentro con los obispos de América Latina y el Caribe en julio pasado llamó a “vencer esta tendencia al clericalismo, también en las casas de formación y en los seminarios. Yo lo resumo en un consejo que una vez recibí de un joven: ‘si quieres ir adelante, piensa claramente y habla oscuramente’. Era una clara invitación a la hipocresía. Es necesario evitarla a toda costa”.
Durante el diálogo, el Santo Padre también explicó que el diálogo con los jóvenes deber ser sincero, serio y sin miedo. “Es necesario considerar que el lenguaje de hoy de los jóvenes en formación es distinto de aquel de quienes los han precedido: vivimos un cambio de época”.
“La formación es una obra artesanal, no policiaca. Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios. Esto realmente me pone la piel de gallina”, expresó.
En ese sentido, recordó que al momento de formar a un religioso o sacerdote, se debe pensar en el Pueblo de Dios. “Es necesario formar personas que sean testigos de la resurrección de Jesús (...). Pensemos en aquellos religiosos que tienen el corazón ácido como el vinagre: no fueron hechos para el pueblo. En fin: no tenemos que formar administradores, sino padres, hermanos, compañeros de camino”, señaló.
Finalmente, advirtió que “si un joven que fue invitado a salir de un Instituto religioso a causa de problemas de formación y por motivos serios, después es aceptado en un seminario, esto es otro gran problema. No estoy hablando de personas que se reconocen pecadores: todos somos pecadores, pero no todos somos corruptos. Que se acepten a los pecadores, pero no a los corruptos”.
En ese sentido, afirmó que la gran decisión de Benedicto XVI al afrontar los casos de abusos “nos deben servir de ejemplo para tener el coraje de asumir la formación personal como un serio desafío, teniendo en mente siempre al pueblo de Dios”.
“La formación de los candidatos es fundamentales. Los pilares de la formación son cuatro: espiritual, intelectual, comunitario y apostólico. El fantasma que se debe combatir es la imagen de la vida religiosa entendida como refugio y consuelo ante un mundo ‘externo’ difícil y complejo. Los cuatro pilares deben interactuar desde el primer día de ingreso al noviciado, y no deben ser estructurados en secuencia. Debe haber una interacción”, afirmó.
El Santo Padre también advirtió que la cultura actual es “mucho más rica y conflictiva” que la de años atrás, por ello la inculturación reclama hoy una actitud distinta.
“Por ejemplo: no se resuelven los problemas simplemente prohibiendo hacer esto o aquello. Es necesario mucho diálogo, mucha confrontación. Para evitar los problemas, en algunas casas de formación, los jóvenes aprietan los dientes, tratando de no cometer errores evidentes, de estar sujetos a las reglas muy sonrientes, es espera de que un día se les diga: ‘Bien, terminaste la formación’. Esto es hipocresía, fruto del clericalismo, que es uno de los males más terribles”, advirtió.
Francisco recordó que en su encuentro con los obispos de América Latina y el Caribe en julio pasado llamó a “vencer esta tendencia al clericalismo, también en las casas de formación y en los seminarios. Yo lo resumo en un consejo que una vez recibí de un joven: ‘si quieres ir adelante, piensa claramente y habla oscuramente’. Era una clara invitación a la hipocresía. Es necesario evitarla a toda costa”.
Durante el diálogo, el Santo Padre también explicó que el diálogo con los jóvenes deber ser sincero, serio y sin miedo. “Es necesario considerar que el lenguaje de hoy de los jóvenes en formación es distinto de aquel de quienes los han precedido: vivimos un cambio de época”.
“La formación es una obra artesanal, no policiaca. Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios. Esto realmente me pone la piel de gallina”, expresó.
En ese sentido, recordó que al momento de formar a un religioso o sacerdote, se debe pensar en el Pueblo de Dios. “Es necesario formar personas que sean testigos de la resurrección de Jesús (...). Pensemos en aquellos religiosos que tienen el corazón ácido como el vinagre: no fueron hechos para el pueblo. En fin: no tenemos que formar administradores, sino padres, hermanos, compañeros de camino”, señaló.
Finalmente, advirtió que “si un joven que fue invitado a salir de un Instituto religioso a causa de problemas de formación y por motivos serios, después es aceptado en un seminario, esto es otro gran problema. No estoy hablando de personas que se reconocen pecadores: todos somos pecadores, pero no todos somos corruptos. Que se acepten a los pecadores, pero no a los corruptos”.
En ese sentido, afirmó que la gran decisión de Benedicto XVI al afrontar los casos de abusos “nos deben servir de ejemplo para tener el coraje de asumir la formación personal como un serio desafío, teniendo en mente siempre al pueblo de Dios”.
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