La oración no es una técnica y sin embargo es útil seguir determinadas reglas para que salga bien. Si mi mente divaga, si mi corazón está lleno de cosas mundanas, si mis afectos me hacen estar demasiado apegado a cosas que no son Dios, entonces me será difícil dedicarme por completo y con fruto a la oración.
Hay que decir que la oración mental sí se puede aprender pero en cierto sentido cada día hay que volver a empezar. Por ello es muy importante no desanimarse porque a veces se tendrá la impresión del nadador que parece no moverse en el agua y que tiene la impresión de que nunca llegará a la orilla; y esto puede creer en el corazón desazón y descorazonamiento.
Es muy conveniente conocerse para saber cuáles son los momentos del día en los que con mayor facilidad podemos entrar en oración. De modo normal en la mañana antes de ir al trabajo es un tiempo sereno y tranquilo o en la noche después del trajín del día. A veces incluso a mitad del día en alguna pausa del trabajo. Lo importante es saber ritmar nuestra vida de momentos de oración, hacerla presente en nuestra vida como el aire que respiramos: aprender a rezar antes y después de las comidas, a persignarse cuando se pasa delante de una iglesia, a dedicar un momento al día para leer la Palabra de Dios, a detenerse al medio día para rezar el Angelus, a dedicar un momento de recogimiento antes de comenzar un trabajo, una actividad, un estudio.
Algo que se puede ir aprendiendo, aunque con mucha paciencia es lo que se llama el recogimiento, es decir, esa actitud de la mente que sabe estar en paz consigo misma, que se prepara para dedicarse a pensar en Dios presente en el alma, a entrar dentro de sí mismos, a tener lo que se llama vida interior. El recogimiento va unido a una cierta compostura o actitud física externa que nos ayude a recordar que Dios está ahí: el cuerpo debe corresponder al fervor del espíritu.
En definitiva, sí, la oración es un don divino, pero el hombre puede colaborar, puede ir aprendiendo el arte de orar, cada quien según su forma personal de ser, según su imaginación, su tipo de mente, su voluntad, su historia. Orar es algo muy personal. Existen consejos generales pero la mejor forma de aprender a orar es orando, decidiéndose a esa aventura de penetrar en el mundo de Dios, nuestro Creador, nuestro Señor y nuestro Padre.
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