A María Inmaculada
¿Qué podré hacer sin ti, Virgen María;
qué seré si me alejo de tu lado?
que en el día lluvioso o acalorado,
me confortas con mística alegría.
En tu fuego de amor me escondería,
¡Oh María, nacida sin pecado!
Tú que bien conocías al Amado...
no me dejes en lucha con fe fría.
¡Cuántas veces admiro tu hermosura!
siempre escuchas atenta la Palabra,
manantial de belleza que perdura.
Sin ti, Madre, mi tierra no se labra.
El dolor, sin tu luz, es noche oscura.
Tu sonrisa dirá que mi alma se abra.
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