
VATICANO, 12 Ene. 14 / 11:20 am (ACI/EWTN Noticias).- Al celebrar hoy la Fiesta del Bautismo del Señor, el Papa Francisco señaló en sus palabras previas al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro que “cada niño que nace es un don de alegría y esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios”.
Recordando que esta mañana bautizó 32 recién nacidos, el Santo Padre agradeció “al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. ¡A mí me gusta bautizar niños, me gusta tanto!”.
“La página del Evangelio de hoy subraya que cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, ‘se abrieron para Él los cielos’. Esto realiza las profecías. De hecho, hay un invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: ‘¡Si tú abrieras el cielo y descendieras!’”.
El Papa señaló que “si los cielos quedan cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe, una vez más, nos ha dado la certeza de que los cielos se han abierto con la venida de Jesús”.
“Y en el día del Bautismo de Cristo todavía contemplamos los cielos abiertos. La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el comienzo del gran tiempo de la misericordia, después que el pecado había cerrado los cielos, elevando como una barrera entre el ser humano y su Creador. ¡Con el nacimiento de Jesús los cielos se abren!”.
El Santo Padre remarcó que “Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde cuando el Verbo es hizo carne es pues posible ver los cielos abiertos. Ha sido posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para San Esteban, el primer mártir, que exclamó: ‘¡Contemplo los cielos abiertos!’”.
“Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado la primera vez en el Bautismo, por medio del Espíritu Santo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Este el gran tiempo de la misericordia! ¡No lo olvidemos! ¡Este el gran tiempo de la misericordia!”.
Francisco indicó que “cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizando con el pueblo penitente – Él sin pecado y sin necesidad de conversión - Dios Padre hizo sentir su voz en el cielo: ‘¡Éste es mi Hijo amado en quien me complazco!’. Jesús recibe la aprobación del Padre celeste, que ha lo enviado justamente para que acepte compartir nuestra condición, nuestra pobreza”.
“Compartir es el verdadero modo de amar. Jesús no se separa de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Y así nos hace hijos, junto con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del verdadero amor. Y este es el gran tiempo de la misericordia”.
El Papa cuestionó si “¿no les parece que en nuestro tiempo haya necesidad de un suplemento de comunión fraterna y de amor? ¿No les parece que todos tenemos necesidad de un suplemento de caridad? No aquella que se conforma de la ayuda improvisada que no involucra, no pone en juego, sino de aquella caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano”.
“¡Cuál sabor adquiere la vida, cuando se deja inundar por el amor de Dios!
Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso de seguir a Cristo en la vía de la fe y de la caridad, la vía trazada por nuestro Bautismo”, concluyó.
Recordando que esta mañana bautizó 32 recién nacidos, el Santo Padre agradeció “al Señor por estas criaturas y por cada nueva vida. ¡A mí me gusta bautizar niños, me gusta tanto!”.
“La página del Evangelio de hoy subraya que cuando Jesús recibió el bautismo de Juan en el río Jordán, ‘se abrieron para Él los cielos’. Esto realiza las profecías. De hecho, hay un invocación que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: ‘¡Si tú abrieras el cielo y descendieras!’”.
El Papa señaló que “si los cielos quedan cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe, una vez más, nos ha dado la certeza de que los cielos se han abierto con la venida de Jesús”.
“Y en el día del Bautismo de Cristo todavía contemplamos los cielos abiertos. La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el comienzo del gran tiempo de la misericordia, después que el pecado había cerrado los cielos, elevando como una barrera entre el ser humano y su Creador. ¡Con el nacimiento de Jesús los cielos se abren!”.
El Santo Padre remarcó que “Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde cuando el Verbo es hizo carne es pues posible ver los cielos abiertos. Ha sido posible para los pastores de Belén, para los Magos de Oriente, para el Bautista, para los Apóstoles de Jesús, para San Esteban, el primer mártir, que exclamó: ‘¡Contemplo los cielos abiertos!’”.
“Y es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado la primera vez en el Bautismo, por medio del Espíritu Santo. ¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Este el gran tiempo de la misericordia! ¡No lo olvidemos! ¡Este el gran tiempo de la misericordia!”.
Francisco indicó que “cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizando con el pueblo penitente – Él sin pecado y sin necesidad de conversión - Dios Padre hizo sentir su voz en el cielo: ‘¡Éste es mi Hijo amado en quien me complazco!’. Jesús recibe la aprobación del Padre celeste, que ha lo enviado justamente para que acepte compartir nuestra condición, nuestra pobreza”.
“Compartir es el verdadero modo de amar. Jesús no se separa de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Y así nos hace hijos, junto con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del verdadero amor. Y este es el gran tiempo de la misericordia”.
El Papa cuestionó si “¿no les parece que en nuestro tiempo haya necesidad de un suplemento de comunión fraterna y de amor? ¿No les parece que todos tenemos necesidad de un suplemento de caridad? No aquella que se conforma de la ayuda improvisada que no involucra, no pone en juego, sino de aquella caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano”.
“¡Cuál sabor adquiere la vida, cuando se deja inundar por el amor de Dios!
Pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga con su intercesión en nuestro compromiso de seguir a Cristo en la vía de la fe y de la caridad, la vía trazada por nuestro Bautismo”, concluyó.

Los sacerdotes deben ser ungidos no remilgados, dice el Papa
VATICANO, 11 Ene. 14 / 06:45 pm (ACI/EWTN Noticias).- En la Misa que presidió en la Capilla de la Casa Santa Marta esta mañana, el Papa Francisco subrayó que los sacerdotes deben ser ungidos y no untuosos (remilgados), pues esto hace mucho daño a la Iglesia.
El Santo Padre señaló que los sacerdotes “somos ungidos por el Espíritu y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo puede perder la unción”.
“En su vida, no: esencialmente la tiene… pero la pierde. Y en lugar de ser ungido termina por ser untuoso. ¡Y cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes untuosos! Aquellos que ponen su fuerza en las cosas artificiales, en las vanidades, en una actitud… en un lenguaje remilgado… ¡Pero cuántas veces se oye decir con dolor: ‘Pero, este es un sacerdote-mariposa!’, porque está siempre en las vanidades… Éste no tiene relación con Jesucristo! Ha perdido la unción: es un untuoso”.
Francisco indicó que “nosotros los sacerdotes tenemos tantos límites: somos pecadores, todos. Pero si vamos a lo de Jesucristo, si buscamos al Señor en la oración – la oración de intercesión, la oración de adoración – somos buenos sacerdotes, si bien somos pecadores”.
“Pero si nos alejamos de Jesucristo, debemos compensar esto con otras actitudes… mundanas. Y así, todas estas figuras… también el sacerdote-especulador, el sacerdote-empresario… Pero el sacerdote que adora a Jesucristo, el sacerdote que habla con Jesucristo, el sacerdote que busca a Jesucristo y que se deja buscar por Jesucristo: éste es el centro de nuestra vida”.
“Si no está esto, perdemos todo. ¿Y qué daremos a la gente?”, cuestionó.
El Papa exhortó a que cada día “nuestra relación con Jesucristo, relación de ungidos para su pueblo aumente en nosotros”.
“Es bello encontrar a sacerdotes que han dado su vida como sacerdotes, de verdad”, remarcó Francisco, “de los que la gente dice: ‘Pero, sí, tiene mal carácter, tiene esto, tiene aquello… pero ¡es un sacerdote!’”.
“¡Y la gente tiene olfato! En cambio, cuando la gente ve a los sacerdotes – por decir una palabra – idólatras, que en lugar de tener a Jesús, tienen a pequeños ídolos…, pequeños…, algunos devotos del ‘dio Narciso’, también… Cuando la gente ve a éstos, la gente dice: ‘¡Pobrecito!’”.
El Papa advirtió que “lo que nos salva de la mundanidad y de la idolatría que nos hace untuosos, lo que nos conserva en la unción, es la relación con Jesucristo”.
“Y hoy, a ustedes que han tenido la gentileza de venir a concelebrar aquí, conmigo, les deseo esto: ¡pierdan todo en la vida, pero no pierdan esta relación con Jesucristo! ¡Ésta es su victoria! ¡Y adelante, con esto!”.
El Santo Padre señaló que los sacerdotes “somos ungidos por el Espíritu y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo puede perder la unción”.
“En su vida, no: esencialmente la tiene… pero la pierde. Y en lugar de ser ungido termina por ser untuoso. ¡Y cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes untuosos! Aquellos que ponen su fuerza en las cosas artificiales, en las vanidades, en una actitud… en un lenguaje remilgado… ¡Pero cuántas veces se oye decir con dolor: ‘Pero, este es un sacerdote-mariposa!’, porque está siempre en las vanidades… Éste no tiene relación con Jesucristo! Ha perdido la unción: es un untuoso”.
Francisco indicó que “nosotros los sacerdotes tenemos tantos límites: somos pecadores, todos. Pero si vamos a lo de Jesucristo, si buscamos al Señor en la oración – la oración de intercesión, la oración de adoración – somos buenos sacerdotes, si bien somos pecadores”.
“Pero si nos alejamos de Jesucristo, debemos compensar esto con otras actitudes… mundanas. Y así, todas estas figuras… también el sacerdote-especulador, el sacerdote-empresario… Pero el sacerdote que adora a Jesucristo, el sacerdote que habla con Jesucristo, el sacerdote que busca a Jesucristo y que se deja buscar por Jesucristo: éste es el centro de nuestra vida”.
“Si no está esto, perdemos todo. ¿Y qué daremos a la gente?”, cuestionó.
El Papa exhortó a que cada día “nuestra relación con Jesucristo, relación de ungidos para su pueblo aumente en nosotros”.
“Es bello encontrar a sacerdotes que han dado su vida como sacerdotes, de verdad”, remarcó Francisco, “de los que la gente dice: ‘Pero, sí, tiene mal carácter, tiene esto, tiene aquello… pero ¡es un sacerdote!’”.
“¡Y la gente tiene olfato! En cambio, cuando la gente ve a los sacerdotes – por decir una palabra – idólatras, que en lugar de tener a Jesús, tienen a pequeños ídolos…, pequeños…, algunos devotos del ‘dio Narciso’, también… Cuando la gente ve a éstos, la gente dice: ‘¡Pobrecito!’”.
El Papa advirtió que “lo que nos salva de la mundanidad y de la idolatría que nos hace untuosos, lo que nos conserva en la unción, es la relación con Jesucristo”.
“Y hoy, a ustedes que han tenido la gentileza de venir a concelebrar aquí, conmigo, les deseo esto: ¡pierdan todo en la vida, pero no pierdan esta relación con Jesucristo! ¡Ésta es su victoria! ¡Y adelante, con esto!”.
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