viernes, 13 de enero de 2012

Dios no se desdice




«El mismo día usted me está dando la misma cantidad de dinero que por la mañana pude haber robado y no lo hice»

Estando en el despacho parroquial se presentó un joven inmigrante pidiendo ayuda para conseguir un trabajo, porque tenía a su madre enferma y necesitaba enviar dinero a su país.

Me contó que estaba viviendo con una familia inmigrante que le cobraba 200 euros mensuales por una habitación y que ya llevaba tres meses sin poder pagar.

Desde Cáritas parroquial decidí entregarle un cheque con 400 euros para que diera un adelanto de vivienda.

Cuando le entregué el cheque, el joven rompió en llanto y le dije: «No te dé vergüenza».

A lo que él respondió:

«No es vergüenza, lloro de agradecimiento. Hoy estuve a punto de robar. Junto a un cajero automático dos mujeres intentaban sacar dinero. El cajero no funcionaba y se fueron. Después de un rato el cajero echó el dinero y pensé en quedármelo porque tenía necesidad. Recordé que mi madre me enseñó que es mejor pedir que robar, así que empecé a buscar a las mujeres hasta encontrarlas y les entregué su dinero. Ellas sólo me dieron las gracias».

Yo le dije a Dios: “hice lo que tenía que hacer y Tú sabes mi necesidad, sé que no me abandonarás”.

«El mismo día usted me está dando la misma cantidad de dinero que por la mañana pude haber robado y no lo hice».

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