27 de Enero
EL COMIENZO DE UNA AMISTAD
Me ocurrió como con don Manuel González García. Entonces conté la historia de mi encuentro con él. Con Don Enrique de Ossó me pasó lo mismo, por su revista Jesús Maestro, cuyos números estaban a montones en la biblioteca y me los leí copiosamente.
Después, ya sacerdote, me regalaron las Teresianas, en uno de cuyos institutos ejercí de director espiritual y ya antes me había relacionado con ellas, especialmente con la Madre Concepción Giménez, mexicana, que me pintó la cinta de mi ordenación sacerdotal. Ellas me regalaron la biografía de Don Enrique, editada por Don Marcelo González, estudioso de su vida y doctrina, conocedor de sus escritos e intérprete de su espíritu. Se titulaba esa biografía: “D. Enrique de Ossó o la fuerza del sacerdocio”.
En ella Don Marcelo nos dio a conocer algunos rincones de su vida que no habían sido sacados a la luz, y fue para los sacerdotes, expansión de su conocimiento y referencia de vida de un testigo fiel. Su palabra precisa y acertada fue, sin lugar a dudas, determinante para el avance del proceso que culminó en la canonización de San Enrique.
Así presenta su libro: “Este libro no aspira a otra cosa más que a ser el homenaje de un sacerdote de hoy a un sacerdote de ayer. Pasan los años, pasa la vida, y cambian con el tiempo las formas y métodos de lucha en la gran batalla que perpetuamente se libra entre el bien y el mal.
Pero hay algo que permanece inalterable como la cumbre solitaria de una montaña nunca hollada por la planta del hombre. Es la fecundidad del sacerdocio católico cuando el que lo encarna está dispuesto a vivirlo en íntima unión con Jesucristo. Creo que D. Enrique de Ossó es un buen ejemplo de esto que digo...”
SUS ORIGENES
Enrique de Ossó y Cervelló es uno de los grandes maestros espirituales del siglo XIX. Figura polifacética. De hondo calado humano y gran talla espiritual. Cercano a nosotros, a la sensibilidad y a los problemas del hombre de hoy. Sacerdote diocesano de Tortosa, natural de Vinebre (Tarragona, España), había nacido en 1840.
Hijo de D. Jaime de Ossó Català y Dª Micaela Cervelló Jové; labradores discretamente acomodados, heredó de su madre, una mujer dulce de hondo sentido cristiano, la capacidad de ternura, lo entrañable de sus modos y de sus palabras, la cercanía, la fascinación por Dios, su voluntad y su Reino.
De su padre, heredó un sexto sentido para buscar eficacia, resultados, uso inteligente de los recursos, esplendidez para invertir en lo que rinde, buen seny catalán.Su madre y su abuelo materno; Antonio, educaron a Enrique con mucho cariño, dejando hondas huellas en su alma de niño con sus ejemplos y consejos.
Enrique solía acompañar a su abuelo a pasear junto al río o por los inmensos campos de viñedos, donde éste le contaba historias y vidas de santos que fascinaban a Enrique. Su infancia transcurrió en un ambiente de paz y ternura en una familia cristiana donde había mucho amor. En Vinebre vivió hasta los once años.
LA ESCUELA DE VINEBRE
Después de haber ido muchas veces a la Iglesia, él mismo dice que "era muy aficionado a las cosas de Iglesia, a ayudar a Misa y, sobre todo, a ayudar en el coro". y asistir al catecismo parroquial, comenzó a asistir a la escuela.. En la escuela fue siempre uno de los primeros. Quería mucho a su maestro, quien le enseñó todo lo que se podía aprender en una escuela de pueblo: leer, escribir, hacer cuentas y, la doctrina cristiana.
PREPARANDO EL FUTURO
Así iba acercándose a la adolescencia y había que pensar en el futuro. Para su padre Enrique era muy inteligente y quería que se dedicara al igual que Jaime; el hermano mayor, al comercio. Su madre también tenía planes para Enrique: " Hijo mío, Enrique, hazte sacerdote ¡Que gusto me darías!", le repetía muchas veces. "No quiero, quiero ser maestro", contestaba Enrique. Pese a esto, su padre lo envió a Quinto de Ebro, pueblo de la provincia de Zaragoza, donde vivía un tío para que lo introdujera al mundo del comercio. Enfermó al borde de la muerte y recibió la Santa Unción; se recuperó milagrosamente y le atribuyen a la Virgen del Pilar el milagro.
MUERE SU MADRE
Cuando tiene quince años, su madre Micaela, cae gravemente enferma del cólera, terrible epidemia que asoló Europa. Falleció, acompañada por Enrique, al que miró con una última mirada profunda, que nunca olvidó: "Estuve presente a su muerte santa, y lloré mucho, porque mucho lo sentí verme privado de ella. Mas a esto que parece desgracia, debo tal vez mi dicha y mi suerte, porque luego me vino deseo de ser sacerdote, recordando lo que me decía mi buena madre".Su amor a la Santísima Virgen fue en aumento, bajo la advocación de Montserrat, ls "Moreneta" obró enormes milagros en su vida.
SU SACERDOCIO
A los catorce años a Montserrat, el ideal de ser comerciante no está de acuerdo con los intereses que Cristo infundía en su alma. Jaime su hermano mayor, que fue a buscarlo a Montserrat, comprendió que Micaela, su madre, estaba en el asunto. Aún no hacia un mes que había muerto. Jaime recogió la herencia y asumió el compromiso: - "Ven Enrique, vamos a casa. Serás sacerdote, yo te ayudaré". Ordenado sacerdote, celebró su primera Misa en Montserrat.Una vez ordenado le encargaron enseñar matemáticas y física en el seminario de Tortosa hasta el año 1878. Pero siguió con su gran devoción por la catequesis. Elogiado durante estos años, por su competencia pedagógica, su exactitud y suave exigencia, pero recordado sobre todo por ser "ante todo y sobre todo, un sacerdote de cuerpo entero".
EL ORGANIZADOR. CONGREGACION DE LA PURISIMA
En 1870 organiza la "Asociación de congregantes de la Purísima Concepción" para jóvenes. Seis años más tarde fundará la "Hermandad Josefina" que agrupaba a los hombres sin discriminación de trabajo o edad.Luego de haber fundado una "Congregación mariana" de jóvenes labradores del campo, fundó en 1873 la Asociación "Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús"; que se convertirá en el Movimiento Teresiano de Apostolado MTA, quienes viven el "Ser cristianos auténticos cristianos en el propio ambiente". Y para facilitar la oración de los miembros de sus instituciones, publicó en 1874 "El cuarto de hora de oración", uno de los libros más importantes de toda su carrera, y publicado en muchos idiomas y dialectos.El Padre Ossó creía en la efectividad de la prensa por lo cual desde 1871 se dedica a publicar cuestiones relativas a la Iglesia en España y a las enseñanzas de los Papas Pío IX y León XIII, se basó básicamente en la difusión de la encíclica Rerum Novarum y en el catecismo dirigido a obreros.
FUNDADOR DE LA COMPAÑÍA DE SANTA TERESA
Su admiración hacia Santa Teresa de Avila le inspiró la fundación de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, el 23 de junio de 1876. La Compañía se extendió por múltiples países como Chile, España, México, Portugal, Paraguay y Uruguay. Su misión era: "Extender el reinado del conocimiento y amor a Jesucristo por todo el mundo por medio de los apostolados de la oración, enseñanza y sacrificio".
DIFUSION
Y durante principios del siglo XX, las Hermanas Teresianas estaban presentes en los cinco continentes extendiendo el pensamiento de su fundador, San Enrique de Ossó y de Santa Teresa de Avila con una notable labor evangelizadora y educativa. Sin olvidar que "son enviadas por la Iglesia a ser signo y testimonio de una especial presencia del Señor entre los hombres, y de la vida nueva y eterna conquistada por Cristo, dedicándole todo su ser y obrar; en las escuelas "para formar a Cristo Jesús en la mente y en el corazón del niño y del joven", viviendo en comunidades, según el espíritu de Santa Teresa de Jesús: espíritu de oración, de verdad, de fortaleza, de grandeza de alma, de humildad y desprendimiento, de alegría y obediencia".
En palabras de San Enrique la teresiana debe ser: " Un alma de fuego a quien conmueva y abrase el celo de las almas, que aspire siempre a lo mejor y más santo; de perfecto orden en los afectos, severa disciplina en las costumbres, constancia y perseverancia en la oración, robustez en las acciones, fervor en todas sus obras, asuidad en el combatir al enemigo" ( E.E.O. II,p. 277)
SU MUERTE
Los últimos años del Padre Ossó fueron amargos y contrastados, sufrió incomprensiones de sus superiores, de compañeros y enfermedades, por lo que viajó a Valencia a meditar en solitario, y desde allí, escribía a sus hijas espirituales, causa principal del último dolor del Padre, ante el cual se rindió y para el que buscó lenitivo en el retiro y la soledad.
Y para ello buscó uno de los lugares donde encontraba refuerzo en la oración y reflexión, que eran el desierto de las Palmas de los Carmelitas en Castellón y el convento de Santo espíritu de los franciscanos en Gilet, Valencia.
A este útimo se dirigió y allí le explotó el corazón. El Padre Ossó murió en el convento franciscano de Gilet, Valencia, el 27 de enero de 1896, a los 56 años. En la hospedería se le rompió el corazón. Aún se incorporó envuelto en una manta y aporreó la puerta de la clausura pero los frailes no lo oyeron y murió solo. Fue enterrado en el cementerio de los frailes.Fue beatificado el 14 de octubre de 1979 en la Plaza de San Pedro por Juan Pablo II, y fue canonizado en Madrid el 16 de junio de 1993 durante la visita apostólica que realizó el mismo Pontífice a España.
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