VATICANO, 22 Dic. 16 / 09:55 am (ACI).- El Papa Francisco precisó esta mañana que la reforma que está realizando en el Vaticano no tiene una finalidad estética y no puede entenderse como “una especie de lifting” o de cirugía plástica para quitar las arrugas de la Curia.
En su saludo por Navidad a los miembros de la Curia Romana, el Papa resaltó “aquí con fuerza que la reforma no es un fin en sí misma, sino que es un proceso de crecimiento y sobre todo de conversión”.
“La reforma no tiene una finalidad estética, como si se quisiera hacer que la Curia fuera más bonita; ni puede entenderse como una especie de lifting, de maquillaje o un cosmético para embellecer el viejo cuerpo de la Curia, y ni siquiera como una operación de cirugía plástica para quitarle las arrugas”.
“Queridos hermanos –continuó– no son las arrugas lo que hay que temer en la Iglesia, sino las manchas”.
El Papa Francisco explicó que en la reforma ha tenido en cuenta la dinámica de los ejercicios espirituales en el método ignaciano y resaltó que “en la Curia el significado de la re-forma puede ser doble: en primer lugar hacerla con-forme ‘a la Buena Nueva que debe ser proclamada a todos con valor y alegría, especialmente a los pobres, a los últimos y a los descartados’; con-forme a los signos de nuestro tiempo y de todo lo bueno que el hombre ha logrado, para responder mejor a las necesidades de los hombres y mujeres que están llamados a servir”.
Al mismo tiempo, continuó, “se trata de que la Curia sea más con-forme con su fin, que es el de colaborar con el ministerio específico del Sucesor de Pedro”, es decir, “apoyar al Romano Pontífice en el ejercicio de su potestad única, ordinaria, plena, suprema, inmediata y universal”.
“Como la Curia no es un aparato inmóvil, la reforma es ante todo un signo de la vivacidad de la Iglesia en camino, en peregrinación, y de la Iglesia viva y por eso —porque está viva— semper reformanda, reformanda porque está viva”.
El Santo Padre dijo que la reforma “solo y únicamente será eficaz si se realiza con hombres ‘renovados’ y no simplemente con hombres ‘nuevos’. No basta solo cambiar el personal, sino que hay que llevar a los miembros de la Curia a renovarse espiritual, personal y profesionalmente”.
“La reforma de la Curia no se lleva a cabo de ningún modo con el cambio de las personas –que sin duda sucede y sucederá– sino con la conversión de las personas. En realidad, no es suficiente una ‘formación permanente’, se necesita también y, sobre todo, ‘una conversión y una purificación permanente’. Sin un ‘cambio de mentalidad’ el esfuerzo funcional sería inútil”, subrayó el Pontífice.
El Papa recordó luego que en su saludo de 2014 se refirió a las “enfermedades” de la Curia, y en el de 2015 a las virtudes de misericordia para quienes trabajan en ella.
“Era necesario hablar de enfermedades y tratamientos, porque cada operación, para lograr el éxito, debe ir precedida de un diagnóstico profundo, de un análisis preciso y debe ir acompañado y seguido de prescripciones precisas”.
Resistencias a la reforma
El Santo Padre reconoció asimismo que “en este camino es normal, incluso saludable, encontrar dificultades que, en el caso de la reforma, se podrían presentar según diferentes tipologías de resistencia”.
“Las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes; también están las resistencias maliciosas, que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos)”.
“Este último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el acto, el actor y la acción”, resaltó Francisco.
Para el Papa, “la ausencia de reacción es un signo de muerte. Así que las resistencias buenas –e incluso las menos buenas– son necesarias y merecen ser escuchadas, atendidas y alentadas a que se expresen, porque es un signo que el cuerpo esté vivo”.
Todo esto, continuó, “manifiesta que la reforma de la Curia es un proceso delicado que debe ser vivido con fidelidad a lo esencial, con un continuo discernimiento, con valentía evangélica, con sabiduría eclesial, con escucha atenta, con acciones tenaces, con silencio positivo, con firmes decisiones, con mucha oración, con profunda humildad, con clara visión de futuro, con pasos concretos hacia adelante”.
El Papa señaló que en la reforma, cuando sea necesario, incluso podría ser necesario retroceder, pero así como cualquiera de las demás acciones siempre debe hacerse “con voluntad decidida, con vibrante vitalidad, con responsable autoridad, con total obediencia; pero, en primer lugar, abandonándose a la guía segura del Espíritu Santo, confiando en su necesaria asistencia. Por esto, oración, oración, oración”.
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