LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Diciembre 21
Hace muchos, muchos años, en un pesebre nació un niño pobre, muy pobre: ese niño es Niño y Dios.
Él hizo todas las cosas, cielos y tierra creó; de los tesoros del mundo Él es el dueño y señor.
Él se construyó un palacio de incalculable valor, superior en hermosura a los del rey Salomón.
Y ha nacido en un pesebre impregnado del olor de las bestias que lo ocupan: estas bestias eran dos.
Su Santa Madre María llora de gozo y dolor al contemplar a su hijo dormidito en un cajón.
Su cuerpecito mal cubierto, de frío se estremeció y en llanto desconsolado rompió su divina voz.
Al oírlo se arrodilla la Madre del Niño Dios y le ofrece su cariño, su vida, su inmenso amor.
Como la Virgen María quiero yo darte, Señor, lo que de ti he recibido: alma, vida y corazón.
“Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos a Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado” (Lc 2,15). Sí, Dios se nos ha manifestado, nos ha manifestado su amor y nos pide nuestro amor; no se lo neguemos.
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