El pasaje del buen samaritano es uno de los más citados en la nueva pastoral surgida tras el posconcilio. Así lo ha apuntado el Papa emérito Benedicto en su reciente entrevista. Analicemos un poco dicho pasaje para extraer su enseñanza, para lo cual transcribo aquí el texto de la web vaticana:
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera»
Lc 10, 30ss
El hombre apaleado probablemente era judío, pues dice el texto que bajaba desde Jerusalén a Jericó. El contraste viene dado porque los dos primeros que se lo encuentran medio muerto tras haber sido asaltado también son judíos, o al menos pertenecen a una tradición judía: un sacerdote y un levita.
Sin embargo, quien lo atiende y se hace cargo de él es un samaritano. Los samaritanos y los judíos no se podían ver. De hecho los samaritanos no iban a Jerusalén a hacer sus sacrificios al Templo, sino que tenían su propio santuario en el monte Garizim. Y cuando un judío tenía que viajar hasta Galilea, prefería cruzar el Jordán y bajar por la otra orilla del río, antes que cruzar la Samaría.
Esto se aprecia notablemente en el episodio del encuentro del Señor con la samaritana (Jn 4), en el que le pide de beber. Todos se extrañan de cómo un judío le pide de beber a una samaritana.
Todo esto viene a resaltar en la narración del Señor cómo los propios conciudadanos del apaleado lo ignoran, mientras es el samaritano (el enemigo mortal) el que lo atiende y cuida. Maravillosa la lección del Señor sobre nuestra actuación en la vida, siempre que extraigamos de la parábola la enseñanza que la parábola nos da:
La Parábola del buen samaritano DICE:
- que tenemos que asistir a quien lo necesite, sin fijarnos si es nuestro amigo o enemigo. La parábola dice que bajaba "un hombre" sin aclarar si era judío o no. Esto está claro y siempre lo ha estado: no tenemos excusa para esquivar a la persona que lo necesita.
- la parábola surgen en la boca del Señor para explicar quién es mi prójimo y qué es portarse como prójimo de alguien. Para el judío el único prójimo era otro judío. En el libro del Deuteronomio se dice:"si el asno de tu hermano cae, lo ayudarás a levantarse" (Dt 22, 4)(Ex 23, 5) entendiendo "hermano" como sinónimo de judío. Jesús se distancia de ese concepto y ante la pregunta de qué es necesario para salvarse, dice que el amor a Dios y en segundo lugar, el amor al prójimo.
La Parábola del buen samaritano NO DICE:
- cuando Jesús propone esta parábola y dice que el samaritano actuó como prójimo de un desconocido que había allí, no quiere decir que no tenga que hacer lo mismo si se encuentra a otro samaritano. Hacer decir esto al texto sería absurdo. Si un cristiano se encuentra a un no cristiano apaleado, tiene que socorrerlo, pero si se encuentra a un cristiano también tiene que socorrerlo. Y aquí puede iluminarnos San Pablo: "el que no se ocupa de los suyos, especialmente de los que conviven con él, ha renegado de su fe y es peor que un infiel" (1 Tim 5, 8).
- el buen samaritano, una vez que ha atendido los primeros auxilios del necesitado (la primera noche) deja dinero al posadero y le promete que a la vuelta le pagará lo que haya gastado de más. El samaritano sabe que volverá por ese camino (lo dice él mismo), y suponemos que su viaje se debe a que tiene algunas obligaciones que cumplir (que desconocemos). El samaritano no descuida sus obligaciones pues ambas cosas pueden hacerse a la vez.
- El interés de Jesús no es mostrar hasta qué punto tiene que llegar el samaritano por atender a aquel hombre necesitado, sino simplemente eliminar cualquier traba a que otra persona, distinta a nosotros, sea digna de nuestra atención. El samaritano cuida a la persona lesionada hasta procurar su recuperación, pero no le da las llaves de su casa.
Utilizar la parábola del buen samaritano para justificar cualquier decisión de política internacional es un desatino en nuestro mundo occidental. El buen samaritano nos recuerda que debo amar a todos sin hacer distinciones y atenderlos en sus necesidades sin que tenga que poner en juego mi integridad, ni mi hogar ni mi misión en la vida.
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera»
Lc 10, 30ss
El hombre apaleado probablemente era judío, pues dice el texto que bajaba desde Jerusalén a Jericó. El contraste viene dado porque los dos primeros que se lo encuentran medio muerto tras haber sido asaltado también son judíos, o al menos pertenecen a una tradición judía: un sacerdote y un levita.
Sin embargo, quien lo atiende y se hace cargo de él es un samaritano. Los samaritanos y los judíos no se podían ver. De hecho los samaritanos no iban a Jerusalén a hacer sus sacrificios al Templo, sino que tenían su propio santuario en el monte Garizim. Y cuando un judío tenía que viajar hasta Galilea, prefería cruzar el Jordán y bajar por la otra orilla del río, antes que cruzar la Samaría.
Esto se aprecia notablemente en el episodio del encuentro del Señor con la samaritana (Jn 4), en el que le pide de beber. Todos se extrañan de cómo un judío le pide de beber a una samaritana.
Todo esto viene a resaltar en la narración del Señor cómo los propios conciudadanos del apaleado lo ignoran, mientras es el samaritano (el enemigo mortal) el que lo atiende y cuida. Maravillosa la lección del Señor sobre nuestra actuación en la vida, siempre que extraigamos de la parábola la enseñanza que la parábola nos da:
La Parábola del buen samaritano DICE:
- que tenemos que asistir a quien lo necesite, sin fijarnos si es nuestro amigo o enemigo. La parábola dice que bajaba "un hombre" sin aclarar si era judío o no. Esto está claro y siempre lo ha estado: no tenemos excusa para esquivar a la persona que lo necesita.
- la parábola surgen en la boca del Señor para explicar quién es mi prójimo y qué es portarse como prójimo de alguien. Para el judío el único prójimo era otro judío. En el libro del Deuteronomio se dice:"si el asno de tu hermano cae, lo ayudarás a levantarse" (Dt 22, 4)(Ex 23, 5) entendiendo "hermano" como sinónimo de judío. Jesús se distancia de ese concepto y ante la pregunta de qué es necesario para salvarse, dice que el amor a Dios y en segundo lugar, el amor al prójimo.
La Parábola del buen samaritano NO DICE:
- cuando Jesús propone esta parábola y dice que el samaritano actuó como prójimo de un desconocido que había allí, no quiere decir que no tenga que hacer lo mismo si se encuentra a otro samaritano. Hacer decir esto al texto sería absurdo. Si un cristiano se encuentra a un no cristiano apaleado, tiene que socorrerlo, pero si se encuentra a un cristiano también tiene que socorrerlo. Y aquí puede iluminarnos San Pablo: "el que no se ocupa de los suyos, especialmente de los que conviven con él, ha renegado de su fe y es peor que un infiel" (1 Tim 5, 8).
- el buen samaritano, una vez que ha atendido los primeros auxilios del necesitado (la primera noche) deja dinero al posadero y le promete que a la vuelta le pagará lo que haya gastado de más. El samaritano sabe que volverá por ese camino (lo dice él mismo), y suponemos que su viaje se debe a que tiene algunas obligaciones que cumplir (que desconocemos). El samaritano no descuida sus obligaciones pues ambas cosas pueden hacerse a la vez.
- El interés de Jesús no es mostrar hasta qué punto tiene que llegar el samaritano por atender a aquel hombre necesitado, sino simplemente eliminar cualquier traba a que otra persona, distinta a nosotros, sea digna de nuestra atención. El samaritano cuida a la persona lesionada hasta procurar su recuperación, pero no le da las llaves de su casa.
Utilizar la parábola del buen samaritano para justificar cualquier decisión de política internacional es un desatino en nuestro mundo occidental. El buen samaritano nos recuerda que debo amar a todos sin hacer distinciones y atenderlos en sus necesidades sin que tenga que poner en juego mi integridad, ni mi hogar ni mi misión en la vida.
1 comentario:
Bonita parábola del buen samaritano. Se agradece el aporte.
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