viernes, 3 de abril de 2015

Lecturas del Viernes 03 de Abril de 2015

Viernes Santo
Santoral: Ricardo, Sixto
Is 52,13–53,12: Él fue traspasado por nuestras rebeliones
Salmo 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
Heb 4,14-16; 5,7-9: Aprendió a obedecerJn 18,1–19,42: Pilato lo entregó para que fuera crucificado
Isaías 52,13-53,12
Él fue traspasado por nuestras rebeliones
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Salmo responsorial: 30
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti, Señor, me acojo: / no quede yo nunca defraudado; / tú, que eres justo, ponme a salvo. / A tus manos encomiendo mi espíritu: / tú, el Dios leal, me librarás. R.
Soy la burla de todos mis enemigos, / la irrisión de mis vecinos, / el espanto de mis conocidos; / me ven por la calle, y escapan de mí. / Me han olvidado como a un muerto, / me han desechado como a un cachorro inútil. R.
Pero yo confío en ti, Señor, / te digo: "Tú eres mi Dios." / En tu mano están mis azares; / líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia. / Sed fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor. R.
Hebreos 4,14-16;5,7-9
Aprendió a obedecer / y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación
Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Juan 18,1-19,42

Pasión de N.S.Jesucristo según san Juan
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:
+. "¿A quién buscáis?"
C. Le contestaron:
S. "A Jesús, el Nazareno."
C. Les dijo Jesús:
+. "Yo soy."
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: "Yo soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+. "¿A quién buscáis?"
C. Ellos dijeron:
S. "A Jesús, el Nazareno."
C. Jesús contestó:
+. "Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos."
C. Y así se cumplió lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me diste." Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+. "Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?"
* Llevaron a Jesús primero a Anás
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo." Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?"
C. Él dijo:
S. "No lo soy."
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:
+. "Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo."
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. "¿Así contestas al sumo sacerdote?"
C. Jesús respondió:
+. "Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. "¿No eres tú también de sus discípulos?"
C. Él lo negó, diciendo:
S. "No lo soy."
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. "¿No te he visto yo con él en el huerto?"
C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. "¿Qué acusación presentáis contra este hombre?"
C. Le contestaron:
S. "Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos."
C. Pilato les dijo:
S. "Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley."
C. Los judíos le dijeron:
S. "No estamos autorizados para dar muerte a nadie."
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
C. Jesús le contestó:
+. "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"
C. Pilato replicó:
S. "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?"
C. Jesús le contestó:
+. "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí."
C. Pilato le dijo:
S. "Conque, ¿tú eres rey?"
C. Jesús le contestó:
+. "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."
C. Pilato le dijo:
S. "Y, ¿qué es la verdad?"
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. "Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?"
C. Volvieron a gritar:
S. "A ése no, a Barrabás."
C. El tal Barrabás era un bandido.
* ¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. "¡Salve, rey de los judíos!"
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. "Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa."
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. "Aquí lo tenéis."
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él."
C. Los judíos le contestaron:
S. "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios."
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. "¿De donde eres tú?"
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?"
C. Jesús le contestó:
+. "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor."
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. "Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César."
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. "Aquí tenéis a vuestro rey."
C. Ellos gritaron:
S. "¡Fuera, fuera; crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "¿A vuestro rey voy a crucificar?"
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. "No tenemos más rey que al César."
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos." Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. "No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.""
C. Pilato les contestó:
S. "Lo escrito, escrito está."
Se repartieron mis ropas
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:
S. "No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca."
C. Así se cumplió la Escritura: "Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica". Esto hicieron los soldados.
Ahí tienes a tu hijo. - Ahí tienes a tu madre
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+. "Mujer, ahí tienes a tu hijo."
C. Luego, dijo al discípulo:
+. "Ahí tienes a tu madre."
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Está cumplido
C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+. "Tengo sed."
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+. "Está cumplido."
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
*Todos se arrodillan, y se hace una pausa
Y al punto salió sangre y agua
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: "No le quebrarán un hueso"; y en otro lugar la Escritura dice: "Mirarán al que atravesaron."
Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Comentarios
VIERNES SANTO
DIOS SE HA HECHO DEBIL, HASTA MORIR 
 

EL REDENTOR
 
¿Qué pluma se atreverá
a escudriñar el misterio?
Y no desfallecerá?
¿Qué lengua podrá narrar
la agonía soterrada,
el volcán en hervor desbocado
en el corazón de Cristo,
el volcán en hervor
de un Dios embriagado,
de un Dios en locura,
de un Dios surcado
de árboles de sangre,
entenebrecido de lepra negra,
callado entre los látigos verdugos,
ensombrecido por un mar
de nubes negras,
que saborea hieles negras,
zarandeado en ciclón
por todos los túneles negros
que danzan en torno a la cruz negra,
todas las injusticias, las hipocresías,
las soberbias, los crímenes negros,
los espasmos de la noche negra;
negra noche, oscurísima noche
de un cosmos sumergido en las tinieblas?
 
Las manos crucificadas
siguen bendiciendo.
Los pies, raíces secas,
siguen caminando
en busca de ovejas rotas.
Sus ojos enturbiados
por la lluvia de sangre,
mares de lágrimas amorosas,
me siguen mirando.
Su jadeo es el latido de Dios
clavando una saeta de oro
de amor, de misericordia,
en el corazón del universo.
                                                           
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LA MUERTE
La muerte de una persona siempre es un misterio incomprensible. A medida que se va sumergiendo en las aguas del mar de la muerte, su experiencia se va haciendo más impenetrable: ¿qué siente? ¿qué sufre? ¿que piensa? ¿cuánto pasa? El misterio es mayor en la muerte de Cristo. Imposible penetrar en su hondura. El Dios del Antiguo Testamento es un Dios grande, poderoso, vencedor de sus enemigos. Es el Dios del Sinaí, que viene acompañado de rayos y truenos, que se manifiesta en la zarza ardiente, y en el monte humeante. El Dios que arranca los cedros de raiz, que se sienta sobre el aguacero. El Dios de las plagas de Egipto, que mata a los primogénitos del país, el Dios que separa las aguas del mar Rojo. El Dios que hace caer serpientes en el desierto, el Dios que hace brotar agua de la roca. 
EL DIOS HUMILLADO
Pero he ahí que el Dios que los judíos nunca pudieron comprender que tuviera un Hijo, Jesús, es un Dios débil y humillado, anonadado. Vendido por Judas, negado por Pedro, juzgado por el sanedrín, por Herodes y por Pilato. Condenado a muerte, escarnecido en la Cruz, insultado por los ladrones y por los Sumos Sacerdotes: "Si eres hijo de Dios, sálvate y baja de la Cruz" (Mt27,40). Movían la cabeza. No se puede salvar. Jesús callaba. Dios muere. Su muerte no es una muerte heroica y grande, sino humillante y dolorosa.
La inspiración del poeta ha intuído la inmensa e infinita angustia del hombre Jesús:
"El subía bajo el follaje gris,
todo gris y confundido con el olivar,
y metió su frente llena de polvo
muy dentro de lo polvoriento
de sus manos calientes (Rilke).

Se eclipsó en el Hombre Dios.
Cortinas espesas de sangre
oscurecieron la faz del Padre...
El Hombre tirita despavorido...
 
Asombroso desconcierto
De un hombre titubeante
Entre el pavor y el torbellino
De un huracán infernal.

Debilidad de un enfermo
que, agarrotando con la fiebre
sus miembros temulentos,
tiembla de frío y de miedo
ante un dragón que lo engulle.
 
Torturada Lámpara de sangre
que amanece como rocío
de inmensas gotas redondas
formando ríos desolados y dolorosos
de un planeta hundido
en la soledad sideral.
 
Desolación inmensa de un océano
de torturas diabólicas
de campos de exterminio.
Presencia mística de todo el pecado
en la imaginación cinematográfica
del Hombre que ve lúcidamente
resquebrajarse horrorosamente
los cimientos del cosmos.
 
La negra traición disfrazada,
los matorrales espinados del odio,
la cínica hipocresía, el fariseísmo
de todas las inmensas injusticias.
 
Soledad, silencio, angustia...
Abandono, desolación, sequedades.
Llamada a participar en el trago
amargo del Maestro,
hasta que te haga feliz
ser latido en su estertor. JMB.
LA SUERTE DE LOS PROFETAS
Jesús aceptó la dureza de lo inevitable. Conocía perfectamente la suerte de los profetas que le precedieron. No había pasado mucho tiempo desde que Juan Bautista fuera degollado por Herodes. Los gobernantes pretendían escarmentar al pueblo torturando atrozmente y asesinando a los profetas. Jesús es arrestado y llevado ante el tribunal de la ciudad. Luego viene el juicio injusto. Testigos falsos, infracción del derecho de defenderse y, por último, condena a muerte. Todo estaba preparado de antemano. Por ello, Jesús no insiste en su defensa. Él sabía perfectamente que su condena estaba decidida con anticipación por el sanedrín. Después, llevan a Jesús ante Pilato, hombre violento y precipitado. Como él no podía enemistarse con el sanedrín, el juicio resulta ser sólo una farsa. Iban a matar a Jesús porque ponía en riesgo la credibilidad del sistema religioso, político y económico. Luego, le cagan la cruz y lo empujan, junto con otros dos, hacia el lugar de la ejecución. Los condenados siempre andaban con paso vacilante porque habían sido flagelados. El paso vacilante de los condenados a muerte causaba una fuerte impresión entre los espectadores. Algunos de ellos percibían la injusticia que se le infligía a Jesús. Ellos sabían que Él era un hombre que únicamente "pasaba haciendo el bien y sanando a cuantos estaban oprimidos" (Hch 10, 38). Una y otra vez cae por tierra. Cae por tercera vez y es levantado a fuerza de gritos, insultos y golpes. El camino se desdibujaba ante sus ojos doloridos. La vía hacia el calvario fue un lento y tortuoso avance hacia la muerte. La colina del Gólgota o "calavera" es símbolo del exterminio humillante. Jesús despojados de todo y del todo, incluso de las ropas que le quedaban. Jesús lo entrega todo hasta el límite.
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JESUS REY DE LOS JUDIOS                     
Sobre la cruz fue colocado un letrero que decía: “Jesús rey de los judíos” escrito en latín, griego y hebreo. Y la burla no podía ser mayor. Tenía por trono un patíbulo y por comitiva dos criminales proscritos crucificados. La crucifixión era la máxima pena que imponía el Imperio. Era un castigo tan denigrante que estaba reservado únicamente para los esclavos. Tener algún parentesco, familiaridad o amistad con un condenado a la cruz era causa del repudio social. Jesús fue condenado a morir en la cruz, como sedicioso. A la comunidad de seguidores de Jesús le costó un enorme esfuerzo explicar el sentido de la crucifixión de Jesús. Ellos proponían como salvador de la humanidad a un hombre que murió proscrito por la ley. Los discípulos tenían que anunciar al "Dios crucificado".  La cruz se convirtió, con el tiempo, en el símbolo de los cristianos. Ya no tiene el significado de rebeldía y maldición que tenía en el mundo antiguo. Hoy es inclusive un artículo forjado en metales y piedras preciosas. Hoy, las cruces ya no son de madera. La cruz es la realidad cotidiana de dos personas que se atormentan mutuamente sin llegar a formar un hogar. La cruz es la falta de oportunidades para desarrollarse como personas. La cruz es la realidad de miseria que inunda calles, montañas y ciudades como un torbellino incontenible. El paso vacilante de los emigrantes y de los desplazados por la violencia marca el ritmo de la civilización occidental. La humanidad ha ganado en derechos y en conciencia de su acción en el mundo. Pero, también ha multiplicado la miseria y el sufrimiento. Hoy sigue siendo Viernes Santo.
JUAN PABLO II EN EL SANTO SEPULCRO
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El Siervo de Dios Juan Pablo II en su visita a la Basílica del Santo Sepulcro, dijo: Siguiendo el camino de la historia de la salvación, narrado en el Credo de los apóstoles, mi peregrinación jubilar me ha traído a Tierra Santa. Desde Nazareth, donde Jesús fue concebido de la Virgen María por el poder del Espíritu Santo, he llegado a Jerusalén, donde “padeció bajo el poder de PoncioPilato, fue crucificado, muerto y sepultado”. Aquí, en la Iglesia del Santo Sepulcro, me arrodillo delante de su sepultura: “Ved el lugar donde le pusieron” (Marc 16,6). La tumba está vacía. Es un testigo silencioso del acontecimiento central en la historia de la humanidad: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Desde hace casi dos mil años, la tumba vacía ha sido testigo de la victoria de la Vida sobre la muerte. Junto a los apóstoles y a los evangelistas, y junto a la Iglesia en todo tiempo y lugar, nosotros también hemos sido testigos y proclamamos: ·¡El Señor ha resucitado!”.Resucitado de entre los muertos. Él ya no muere más; la muerte no tiene ya dominio sobre Él (Rom 6,9). «Mors et vita duello conflixere mirando; dux vitae mortuus, regnat vivus» El Señor de la Vida estaba muerto; ahora reina, victorioso sobre la muerte, la fuente de vida eterna para todos los creyentes.  En esta iglesia, «la madre de todas las Iglesias» (san Juan Damasceno), donde nuestro Señor Jesucristo murió para reunir en uno a todos los hijos de Dios que estaban dispersos (Jn 11,52), le pedimos al Padre de las misericordias que fortalezca nuestro deseo por la unidad y la paz entre todos los que hemos recibido el regalo de una nueva vida por medio de las aguas salvadoras del Bautismo.
DESTRUID ESTE TEMPLO
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). El evangelista Juan nos dice que después de la resurrección de Jesús entre los muertos, los discípulos se acordaron de estas palabras, y creyeron (Jn 2,23). Jesús había dicho estas palabras para que sirvieran como señal para sus discípulos. Cuando Él y los discípulos visitaron el Templo, arrojó fuera del santo lugar a los cambistas y vendedores (Jn 2,15). Cuando los presentes protestaron diciendo: “¿Qué señal nos muestras para obrar así?”, Jesús respondió: «Destruid este templo y, en tres días, lo levantaré». El Evangelista advierte que «Él hablaba del Templo de su cuerpo» (Jn 2,18). La profecía contenida en las palabras de Jesús se realizó en la Pascua, cuando «al tercer día resucitó de entre los muertos». La resurrección de nuestro Señor Jesucristo es la señal que pone de manifiesto que el Padre eterno es fiel a su promesa y engendra una nueva vida de la muerte: «la resurrección del cuerpo y la vida eterna». El misterio se refleja claramente en esta antigua Iglesia de la «Anástasis», que contiene ambas, la tumba vacía, signo de la Resurrección, y el Gólgota, lugar de la Crucifixión. La buena nueva de la resurrección nunca se puede separar del misterio de la Cruz. Hoy, san Pablo nos dice en la segunda lectura: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado» (1 Cor 1,23). Cristo, se ofreció a sí mismo como oblación vespertina en el altar de la cruz (Sal 141,2), ahora ha sido revelado como «el poder y la sabiduría de Dios» (1 Cor 1,24). Y en su resurrección, los hijos e hijas de Adán participan de la vida divina que era suya desde toda la eternidad, con el Padre, en el Espíritu Santo.
EL SELLO DEFINITIVO
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"El velo del Templo se rasgó" La resurrección de Jesús es el sello definitivo de todas las promesas de Dios, el lugar del nacimiento de una humanidad nueva y resucitada, la promesa de una historia caracterizada por los dones mesiánicos de paz y gozo espiritual. En la aurora del nuevo milenio, los cristianos pueden y deben mirar el futuro con una confianza firme en el glorioso poder del Resucitado, quien hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5). Él libera a la creación de la esclavitud de la caducidad (Rom 8,20). Con su Resurrección, abre al camino al descanso del Gran Sábado, el Octavo Día, cuando la peregrinación de la humanidad llegue a su fin y la voluntad de Dios sea en todo en todos (1 Cor 15, 28). Aquí, en el Santo Sepulcro y en el Gólgota, mientras renovamos nuestra profesión de fe en el Resucitado, ¿podemos poner en duda que el poder del Espíritu de la Vida nos dará la fuerza para vencer nuestras divisiones y trabajar juntos en la construcción de un futuro de reconciliación, unidad y paz? Aquí, como en ningún otro lugar en la tierra, escuchamos a nuestro Señor decirle de nuevo a sus discípulos: «No tengáis miedo, yo he vencido al mundo» (Jn16,33).
"EL VELO DEL TEMPLO SE RASGÓ"
"El velo del Templo se rasgó" (Lc 23,45). Ante la debilidad de Dios, debe rasgarse también nuestro concepto de Dios. Debemos aceptar a un Dios humillado, que se encarna en la debilidad humana y que quiere ser el servidor y el que está en los pequeños, en los sin cultura, en los marginados: "lo que hacéis a uno de mis pequeños, a mí me lo hacéis" (Mt 25,40).  Los personajes que intervienen en la Pasión y Muerte de Jesús, no son extraordinariamente malos, sino personas normales y corrientes. Y esta reflexión nos ayuda a aceptar que nos puedan vender, juzgar, traicionar y crucificar las personas normales que están junto a nosotros. ¿Por qué tanta sangre, Señor? ¡Qué gran amor el tuyo y el de tu Padre, que te entrega para que participemos de vuestra vida trinitaria y feliz por siempre! Te adoramos, Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz has redimido al mundo. 

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