jueves, 16 de abril de 2015

17 de abril, día de San Aniceto

Hoy, 17 de abril, conmemoramos a San ANICETO, undécimo Papa.

SAN ANICETO (¿100?-166) nació en Emesa, la actual Hims, en el Orontes, en Siria, en la época en que la Iglesia empezaba a consolidarse.

Se conocen pocos datos acerca de su vida antes de ser electo como undécimo Papa, en el año 155.

San Policarpo, como Obispo de la Iglesia de Oriente, había acudido a Roma para entrevistarse con San Aniceto sobre un tema de crucial importancia entonces, que era la fijación de la fecha de la Pascua.

Siguiendo la tradición de San Juan, Policarpo sostenía que la celebración debería tener una fecha fija. Aniceto, por su parte, se apegaba a San Pedro, y argumentaba que la Pascua siempre tenía que caer en domingo.

Ambos santos fueron incapaces de ponerse de acuerdo. Sin embargo esto no significó ningún tipo de confrontación o cisma entre las distintas sedes de la Iglesia, ya que ambos tuvieron la sagacidad de preservar la unidad por encima de todo, y “se separaron en paz”.

Contra las herejías, en cambio, San Aniceto se mostró implacable, en especial en contra de los valentinianos y de los marcionistas; además, criticó con fuerza a los partidarios del gnosticismo.

Dentro de la Iglesia, estableció normas en cuanto al aseo y el aspecto personal de los clérigos, como prohibirles llevar los cabellos largos.

A San Aniceto se le designa como mártir, aunque no existen datos que lo corroboren.

SAN ANICETO nos enseña la importancia de trabajar con intensidad, entrega, generosidad y bondad para servir al prójimo.





SAN ANICETO I

PAPA Y MÁRTIR



Las noticias que tenemos sobre su vida son pocas. Es el duodécimo sucesor de san Pedro; fue papa entre san Pío I y san Sotero; rigió a la Iglesia por el tiempo que duran once años- desde el 155 al 166- y era originario de Emesa, en Siria.

Las circunstancias en las que trabajó vienen dadas por la situación social, política, económica y cultural de la época. En el siglo II se utilizaba el griego como lengua cultual; los papas suelen ser provenientes de familias humildes del pueblo; ser elegido para ese servicio era elección para el martirio (hasta el siglo IV todos los papas dieron su vida por la fe).



El cuidado o servicio a los hermanos tenía que ser intenso, sacrificado, valiente, generoso y muy exigente pero lleno de bondad. Los discípulos de Jesús que aumentaban cada día llevaban aún una existencia precaria aún en los períodos de paz. Incluso con los Antoninos, la muerte para el cristiano podía estar detrás de cualquier acusación o acontecimiento; hasta el estoico Marco Aurelio pensó que la paciencia de los mártires cristianos era fanatismo.

Había que esforzarse en llevar a los paganos el misterio, porque el Reino era también para darlo a ellos. Fue preciso contrarrestar a los pensantes paganos listos que, con sarcasmo, ironía y calumnia, ridiculizaban el espíritu y vida de los cristianos. Por eso la fe se hizo, además, apología.

A los cuidados hacia fuera hay que añadir la atención primaria de la grey con los problemas que surgen desde dentro. Ya pululaban por doquier versiones cristianas de fe que no coincidían con el genuino modelo y era preciso mantener a cualquier precio la pureza de la fe recibida. Esa era la situación del complejo sistema que luego se llamó gnosticismo -se tienen por cristianos y enseñan el secreto conocimiento de lo divino, reciben influencias platónicas y de religiones dualistas persas, forman grupos cerrados, niegan la muerte expiatoria de Jesús y rechazan la resurrección del cuerpo terrenal-. Marción era gnóstico, vivió en Roma y en tiempo del papa Aniceto; decía que había dos principios: el bueno era Dios y el espíritu maléfico creó el mundo, la materia y el cuerpo; se hizo rico con negocios navieros; hacía estrago entre los cristianos sembrando confusión y negando el valor del cuerpo con su rigorismo extremo.

En estos cuidados discurrió la vida de Aniceto.

Hubo un asunto peculiar que merece comentario. Policarpo viene a Roma para tratar con el papa un tema serio. Él fue en su tiempo discípulo directo de san Juan, el apóstol joven, y ahora es el obispo de Esmirna. Con sus ochenta y cinco años quiere dejar acordada la fecha de la principal fiesta cristiana. Los de Oriente siguen la tradición joánica, mientras que los de Occidente siguen la tradición de Pedro. No llegaron a ponerse de acuerdo. Es una cuestión -la de la Pascua- que tardará en resolverse hasta el concilio de Nicea. Pero se despiden en comunión sin romper la unidad ni quebrantar la caridad ¡Todo un ejemplo!

No hay datos explícitos y concluyentes sobre el lugar y modo de su tránsito. El Liber Pontificalis -aunque empleando una expresión extraña por lo inusual- lo coloca entre los mártires; luego, la tradición constante de los martirologios habla de martirio y señala la fecha del 17 de abril, aunque no es unánime. En lo referente al lugar de su enterramiento, se señala en cementerio de san Calixto, donde con frecuencia se enterró a los papas.


La reliquia de su cabeza fue entregada al arzobispo de Munich, Minucio, en el año 1590, y se venera en la iglesia que rigen los jesuitas en la ciudad. Los restos reposan en el sarcófago que soporta el altar Mayor -el que consagró el cardenal Merry del Val en 1910- de la capilla del Pontificio Colegio Español de Roma; fueron traslados al que entonces era palacio renacentista de los duques de Altemps, en el año 1604. Por eso, en la bóveda está pintada, entre guirnaldas barrocas y múltiples amorcillos, la apoteosis de san Aniceto, con capa desplegada y ascendiendo al cielo.

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