domingo, 22 de marzo de 2015

LA ARQUITECTURA GÓTICA

El estilo gótico surge a mediados del siglo XII y prolonga su existencia a lo largo de cuatro siglos de continua evolución, dentro de la que, como veremos, cabe distinguir varias fases. Su nacimiento tuvo lugar en el corazón de Francia, en las tierras del dominio real, la Ile-de-France, con centro en París; en estos territorios, de superficie relativamente reducida, en los que el románico no había dejado más que monumentos de importancia secundaria, se llevaron a cabo una serie de experiencias innovadoras en el campo de la arquitectura y se perfeccionaron, reuniéndolos en acertada síntesis, algunos elementos o sistemas constructivos ya utilizados durante el período románico o incluso en épocas muy anteriores.

Durante los primeros años, el nuevo estilo convivió con el románico, que se hallaba aún en su momento de plenitud y que, como sabemos, dejó aún obras importantes en el siglo XIII. Incluso se edificaron monumentos que aunaban elementos románicos con otros ya góticos, sin que sea fácil adscribirlos, en su conjunto, a uno u otro estilo. El Gótico, en realidad, nació del románico, del que tomó adaptándolo a las nuevas exigencias, planos y proporciones y muchos elementos constructivos. Pero no fue una mera continuación de aquél ni tampoco su conclusión lógica, sino que implicó una manera distinta, incluso opuesta en muchos aspectos esenciales, de interpretar el espacio y de expresar unas formas de pensamiento.

Aunque, en principio, la silueta de los grandes edificios góticos es inconfundible, no es tarea fácil el definir con exactitud la esencia y características del nuevo estilo, que difiere de unos territorios a otros y se transformó profundamente con el paso del tiempo. Los especialistas han discutido mucho acerca de cuáles son los rasgosesenciales que le deparan su personalidad y cuáles fueron los factores determinantes de su Aparición. 
Catedral Gótica
Durante mucho tiempo, al igual que las restantes manifestaciones artísticas medievales, el Gótico no fue debidamente valorado, e incluso fue abiertamente considerado como un estilo despreciable por irracional y anticlásico. El propio término de "gótico" fue acuñado, como sinónimo de bárbaro (los godos eran el más famoso entre los pueblos que destruyeron el Imperio romano), por los humanistas italianos del Renacimiento, que, volviendo su mirada hacia los modelos literarios y artísticos de la Antigüedad, comenzaron a despreciar el espíritu y las obras de los siglos medievales. Actitud esta que se prolongó durante siglos, hasta que, desde comienzos del siglo XIX, un nuevo movimiento literario, el Romanticismo, ávido de romper con las frías normas del academicismo imperante entonces, comenzó a rehabilitarlo y a extasiarse ante las formas atrevidas, fantásticas, llenas de emoción y espiritualidad de las catedrales góticas. Un gusto nuevo por lo pintoresco y lo misterioso que, si no permitió aún interpretar adecuadamente los verdaderos valores del Gótico, sí atrajo hacia él el interés de historiadores y especialistas. Incluso llegó a ponerse de moda nuevamente como estilo de construcción, surgiendo un estilo "neogótico" que, por ser anacrónico y carecer de verdadera inspiración, no ha llegado nunca a alcanzar la grandeza y originalidad creativa de su predecesor.


Vamos a referirnos brevemente al ambiente espiritual y social que favoreció su aparición y del que, en buena medida, fue la expresión acertada y grandiosa.
Viollet le Duc
Viollet le Duc, uno de los grandes estudiosos del estilo gótico en el siglo XIX, dijo de él que era un arte esencialmente episcopal y municipal, oponiéndolo así al arte románico, que era principalmente monástico. Esta afirmación no es plenamente cierta, y con frecuencia se han exagerado sus implicaciones; no podemos olvidar que en el estilo románico se construyeron algunas espléndidas catedrales y que, como tendremos ocasión de ver, muchos monasterios fueron edificados en el nuevo estilo y enriquecidos con iglesias y claustros inspirados en sus normas. No por ello deja, sin embargo, de encerrar una buena parte de verdad, ya que con el Gótico todas las técnicas, pintura, orfebrería, dejaron de ser obra exclusiva de talleres monásticos en beneficio de profesionales ajenos a los monasterios e instalados en los centros urbanos. Y en el campo de la arquitectura, con su complemento de esculturas y vidrieras, las obras más representativas no serán ya los grandes monasterios benedictinos como en el románico, sino las catedrales, edificios urbanos por antonomasia, y los arquitectos son laicos que tendrán a su servicio obreros organizados en logias o gremios, instituciones esencialmente civiles o, cuando menos, independientes por completo de la vida monástica.

El Gótico nació y se desarrolló en el seno de una civilización que cada vez más iba perdiendo su primitivo carácter rural para transformarse en urbana. Hemos indicado ya que la vida urbana en el Occidente europeo, estancada durante largos siglos, había comenzado a resurgir en el siglo XI, y que este incipiente desarrollo, acompañado de un cierto renacer comercial y de unos contactos más activos entre los diversos pueblos de la Cristiandad, había favorecido el auge, de la vida monástica y el nacimiento del Románico. Pero este primer desarrollo se aceleró con rapidez a lo largo del siglo XII, hasta culminar en el XIII y primera parte del XIV. Es entonces cuando las ciudades ven aumentar notablemente el número de sus habitantes, se enriquecen y engalanan con edificios de dimensiones mucho más atrevidas y más costosas, las grandes catedrales del Gótico, donde se reúnen y sintetizan todas las características del nuevo estilo. Aquella sociedad era, y seguirá siéndolo durante largo tiempo, profundamente cristiana. Los burgueses, habitantes de las ciudades, pagaban abundantes limosnas o tributos al obispo, y no dudaron en contribuir con largueza a la edificación de las catedrales, costosísimas sin duda, mucho más que los edificios románicos. También los reyes de las grandes monarquías de la Cristiandad, cuyo poder crecía y se afianzaba frente a la aristocracia feudal, colaboraron activamente en su edificación. La catedral, símbolo del Gótico, es por todo ello el máximo exponente de la profunda fe reinante en aquella época, de la vitalidad de sus ciudades y de la riqueza y prestigio de sus obispos.

De todos modos, es preciso tener en cuenta que el ritmo en la actividad constructora no pudo ser ya el mismo que durante el período Románico. Las construcciones románicas, de dimensiones más reducidas y por ello menos costosas, pudieron, en la mayoría de los casos, terminarse en un periodo prudencial de tiempo, cinco, diez o treinta años, y en la mayoría de los casos, conforme al proyecto inicial. Con el Gótico, en cambio, las construcciones exigieron un período mucho más dilatado de tiempo y se escalonaron a lo largo de varias generaciones o incluso de varios siglos. Los proyectos iniciales fueron sometidos con frecuencia a profundas modificaciones —ampliaciones o reducciones— a lo largo de su ejecución. Algunas catedrales no llegaron a terminarse, como la de Beauvais, que no tuvo nunca nave, o la de Estrasburgo, con su planta única, o fueron terminadas en el siglo XIX, como la de Colonia, o en el XX, como la de Toulouse.

La aparición del Gótico supone, por otra parte, unas transformaciones importantes en el panorama cultural del Occidente cristiano. Durante toda la Alta Edad Media, hasta el siglo XI, los monasterios habían sido los principales centros culturales de la Cristiandad, y en sus "scriptoria" se había refugiado toda la actividad intelectual de la época. A lo largo del siglo XI y, sobre todo, del XII, aquella situación se fue modificando; la importancia relativa de los monasterios se redujo, y en la mayoría de los casos su actividad se orientó de forma cada vez más exclusiva hacia la oración y el ascetismo; a la vez, la cultura se fue desplazando hacia las ciudades, primero a las escuelas catedralicias, construidas en torno a los obispos y dirigidas por los canónigos que vivían junto a él, y luego, ya en el XIII, a las Universidades fundadas por entonces. En este nuevo ambiente se va a producir una importante renovación cultural se habla de un "Renacimiento del siglo XII"—, de la que el Gótico será, en múltiples aspectos, la expresión artística.
(VerLa Universidad en la Edad Media)

Durante mucho tiempo se ha creído que el interés por la Antigüedad que caracterizó al Renacimiento de los siglos XV y XVI fue un hecho nuevo, sin precedentes en los siglos anteriores. Los estudios actuales han venido a demostrar que los hombres de letras de los siglos XII y XIII sintieron ya un cierto interés por el mundo clásico y tuvieron unas preocupaciones humanísticas que encontraron su lógica proyección estética en un gusto nuevo por la forma humana y por la belleza de la naturaleza que caracteriza al Gótico, a su escultura sobre todo, frente al arte anterior. Frente al humanismo paganizante del Renacimiento, el Gótico implica un incipiente asimilado a un arte y una cultura plenamente cristianos.

Desarrollo cultural que trajo consigo también un renacer de las matemáticas; a través de las obras de autores musulmanes, traducidos en las escuelas de Toledo y Sicilia, se tomó contacto con Euclides y Ptolomeo y con los tratados de álgebra. Ello permitió renovar las técnicas de construcción y adoptar formas arquitectónicas osadas, alejadas de la pesadez del románico.

Por otra parte, los siglos XII y, XIII fueron época de intensa labor filosofica y teológica, animada por la recepción, a travéstambién de la cultura musulmana, del pensamiento de la Antigüedad clásica (Aristóteles, sobre todo), que culminaría en la obra ingente de Santo Tomás de Aquino. Preocupación profunda por la unidad del saber; intento sagaz de compatibilizar la razón con la fe. Es la época de las Summas, compendios unitarios de todos los conocimientos. Esta época vio asimismo florecer nuevas corrientes místicas preocupadas por el ascenso del alma hacia Dios y por una teología basada en la idea de iluminación. Todo ello, aspiraciones de orden y unidad, ansias de luz y ascenso hacia el cielo, influyó en los monumentos góticos, cuyos diversos elementos, cuidadosamente calculados y acoplados, se armonizan en un todo coherente que, gradual y ordenadamente, se eleva hacia el cielo para culminar en puntiagudos pináculos y atrevidas agujas caladas, y en los que los gruesos muros del Románico dejan paso a enormes vanos cerrados tan sólo por vidrieras multicolores. 

Un arte, pues, nuevo, original, único, que supo aunar nuevas corrientes y tendencias sin perder su sentido esencialmente litúrgico y servir de expresión de la fe viva y de la rica cultura de la época de. plenitud de la Edad Media.

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