pensamiento profundo de San Agustín.
¿Será que yo también me había desviado
y que yo Te he redescubierto?
Tarde te amé,
porque tarde te pensé.
Pero, para Ti nunca es tarde,
para volver hacia Ti,
para abandonarme a Ti.
En Ti, dueño del tiempo,
nunca será tarde nada,
todo viene en el momento oportuno.
Pues, Señor, aquí me tienes:
acógeme, recátame,
moldéame, restáurame,
santifícame, reconcíliame,
refórmame y … sáname.
Tarde te amé, sí,
pero a tiempo penetró Tu llamada,
que hace tiempo sonaba
para mis oídos padeciendo de sordera.
A tiempo de nuevo me fascinaste
y me dejo fascinar, más que nunca.
Tarde te amé, Señor,
¡oh, hermosura tan antigua y tan nueva!
Tarde te amé,
pero a tiempo volví.
¡Heme aquí, Señor… de nuevo!
Ámame para yo amarte,
ámame más y más,
como antes, ahora
y por siempre.
Así sea.
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