VIENE EL PRÍNCIPE DE PAZ
Cada año hacia noviembre-diciembre nos da por regalar cosas y recibimos también regalos de otras personas. En el fondo de este fenómeno curioso está lo sucedido en la primera Navidad de la historia cuando un Dios quiso darse Él mismo como regalo en un pueblito llamado Belén. Ese Niño Dios, envuelto en pañales, que probó por primera vez el frío de nuestro mundo y que quedó cautivado por primera vez por la sonrisa de su mamá, ha sido y seguirá siendo el mejor regalo que todos los seres humanos de todas las épocas recibimos.
Así funciona nuestra fe: primero recibimos de Dios muchos dones y regalos y estamos llamados a darle regalos y dones a Él y a cada prójimo. La actitud de quien sólo quiere recibir regalos y no dar nada, la actitud de quien quiere que otros se le entreguen y él no está dispuesto a entregarse, es la raíz de todos los problemas del mundo.
Vivir la Navidad al estilo del Niño Dios es convertirse en regalo para los demás. Que esta Navidad sea una pequeña muestra de que queremos al Niño Dios. De que queremos vivir nuestra fe. De que queremos dar gratis lo que gratis hemos recibido. De que queremos dar y no sólo recibir. De que queremos cambiar el mundo de la mano del Niño Dios…
Siglos antes de la venida del Niño Dios, el profeta Isaías anunciaba:
"Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre que no muere, Príncipe de la Paz."
¡Príncipe de la Paz! Hoy nuestras ciudades sufren por la inseguridad. Hoy más que nunca necesitamos al Niño Dios, Príncipe de la Paz. Hoy más que nunca nos toca contagiar la paz que nos viene del Niño Dios. Porque la paz que nos quiere regalar el Niño Dios se instala en el fondo del corazón. La paz que nos da Dios no puede depender de alarmas sofisticadas ni de guardaespaldas entrenados. La paz de Dios es más profunda. Ninguna tragedia le puede arrebatar la paz a quien se sabe en las manos del Príncipe de la Paz.
Aceptemos el regalo de la paz del Niño Dios y contagiémosla a los demás. La paz del Niño Dios que es la paz del alma, de la conciencia, de la misericordia, del perdón mutuo, de la caridad cristiana, de la alegría cristiana en medio del dolor, del dar sin esperar nada a cambio.
Querido Niño Dios, regálale tu paz a cada niño, a cada joven, a cada adulto y a cada anciano. Querido Niño Dios, regálanos tu paz. Mamá del Niño Dios, María, sigue cautivando con tu sonrisa a tu hijito Príncipe de la Paz y contagia tu sonrisa a todas las mamás de Saltillo porque donde hay una mamá que sonríe a su hijo ahí hay un pequeño príncipe de la paz.
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