viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Qué requiere la vida Eucarística? Hora Santa Parroquia de San Pío X

 

 
 
 la-alegria-del-alma
 
Se reza la Estación del Santísimo Sacramento…
 
Canto
Altísimo Señor que supiste juntar a un tiempo en el altar
Ser cordero y Pastor
Quisiera con fervor
Amar y recibir a quien por mí quiso morir…
 
Padre santísimo, tú que todo lo has dado por mí,  enséñame a corresponderte, dame tus ojos para contemplar al mundo como tú lo haces, tus manos para servir como tú lo haces  siempre con amor, y tu Corazón misericordioso para impregnarnos de todas tus virtudes y así  amar como tú nos amas.  
 
De la primera carta del apóstol san Juan 5,5-13
Queridos hijos: ¿Quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.  Jesucristo se manifestó por medio del agua y de la sangre; el vino,  no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el espíritu es la Verdad. Así, pues, los testigos son tres: el Espíritu, el agua y la sangre. Y los tres están de acuerdo.
Si aceptamos el testimonio  de los hombres, el testimonio de Dios vale mucho más y ese testimonio es el que Dios ha dado de su Hijo.
El que cree en el Hijo de Dios  tiene en si ese testimonio. El que no le crea Dios, hace de él un mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo. Y el testimonio es éste; que Dios no ha dado la vida eterna y esa vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tienen la vida, quien no tiene al Hijo, no tiene la vida.
A ustedes, los que creen en el nombre del Hijo de Dios, les he escrito estas cosas para que  sepan que tienen la vida eterna.
Palabra de Dios.
Releemos en silencio y compartimos la frase que más nos agrade.
 
 
 
¿Qué requiere la vida Eucarística?
 
El alma Eucarística .
 
Siendo la vida Eucarística eminentemente un estado de perfección, requiere en el alma tres disposiciones indispensables a saber: pureza habitual de conciencia, adorno de las virtudes cristianas y sobre todo amor o para expresarlo con una sola palabra, la vida Eucarística requiere que el alma sea un Cenáculo espiritual.
Antes de todo, la vida Eucarística, requiere en el alma pureza habitual de conciencia. ¡Cosa admirable! Aquel Dios que para nacer se contento con una gruta y para vivir, con un pobre taller de carpintero, para instituir más tarde el Santísimo Sacramento, no quiso grutas ni pobres talleres, sino un hermoso Cenáculo.
Si toda la vida empleásemos en meditar sobre la institución de la Eucaristía, una vida entera de  largos años sería muy corta e insuficiente. Se llenan de lágrimas los ojos y cae la pluma de la mano, cuando se requiere  hablar de la última cena de Jesús,  como a los grandes artistas se les caía de las manos los pinceles siempre que intentaban dibujar el rostro del Nazareno en aquel momento sublime de su vida divina. Lo cierto es que el cenáculo fue el principal de los preparativos o como el lugar escogido en donde disponer lo necesario para la institución de la Eucaristía. Y hubo  preparativos, como hubo un diseño y ejecutores del mismo. La elección para llevar a cabo la preparación de todo lo necesario. Recayó sobre Pedro y Juan, el más amante     y el más amado de los discípulos símbolo de fe el primero y de amor y pureza el segundo. La sala escogida era una espaciosa, limpia, bien adornada y Pedro y Juan la prepararon en todo conforme lo había ordenado Jesús: “Y los discípulos hicieron lo que Jesús le ordenó y prepararon lo necesario para la Pascua” Y estos diseños y la preparación misma. Los había concebido Jesús en proporción al deseo grandísimo que le hacía exclamar: “Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de mi Pasión había dispuesto la preparación en proporción a la obra maestra que iba a realizar, a la obra maestra de su Amor, de aquel Amor llevado hasta el  exceso, que habría muy pronto de eclipsar sus amores de los treinta y tres años que vivió entre nosotros.
En el Dios del Cenáculo ¿Quién reconocerá ya al Dios del pesebre? Sin cenáculo, pues, sin la habitación espaciosa, limpia y bien adornada, no hay eucaristía.
Y así como para hallar al Divino Infante es necesario  emprender el camino de Belén y del Calvario para hallar a Jesús crucificado, de la misma manera es indispensable que vaya a llamar a la puerta  del Cenáculo el que quiera hallar a Jesús Sacramentado fuera de allí la Eucaristía no existe  y es, por consiguiente imposible encontrarla.
He aquí pues lo que presupone, en primer lugar, el enamoramiento de Jesús Sacramentado, que el alma sea cenáculo espiritual es decir, mística estancia del Señor, pero limpia y hermoseada. Sin esto, sería necedad por no decir otra cosa, esperar poder pertenecer al grupo escogido de las almas Eucarísticas. A quien lo intentase Jesús le respondería como el rey del convite evangélico al invitado indigno: “¿Cómo has encontrado tú aquí sin vestido de boda?”
El que ama el pecado mortal ¿Cómo podrá amar la Eucaristía? “El hombre animal, decía san Pablo, no puede gustar ni tampoco entender las cosas que son del espíritu” De ahí la amonestación del divino Maestro: no deis a los perros las cosas santas, ni echéis vuestras perlas a los cerdos” Coged un puñado de monedas de oro y acércaselo a la boca de un jumento: lo olfateara, pero no lo comerá, en cambio se holgará mucho con un puñado de cebada. Lo mismo acontece con cualquier alma, cuyo paladar esté mortalmente estragado por las pasiones y las culpas. Bastaría esto para no poder gustar de las dulzuras de la Eucaristía, que son todas dulzuras únicamente espirituales.
 
Releemos en silencio y oramos espontáneamente en voz alta, de acuerdo a lo que leímos.
 
 
Canto
Oh Jesús te adoramos, ven quédate con nosotros.
·        En torno a tu mesa un solo cuerpo somos, en caridad unidos por el don de tu cuerpo
·        Eres la luz que alumbra, la fuerza que sostiene, la prenda que asegura, el premio de la gloria.
 
 
 
Oremos a María Santísima
María, Madre de Jesús Sacramentado y Madre nuestra, aumenta nuestra fe, enséñanos a amar la Eucaristía para  poder buscarle con mayor frecuencia, danos sentimientos nobles y puros para ser dignos cenáculos de recibirle.
 
1er. Misterio. ¡Oh Dios! ¡En que bajezas cae el alma, cuyo gusto se ha estragado, el alma que se ha hecho indigna e impotente para gustar las  dulzuras del maná celestial! Pueblo infiel e ingrato, tenias razón de lamentarte y decir: “Seca esta ya nuestra alma, nada ven sus ojos sino maná”
Oremos para que el Señor mueva nuestras almas a la verdadera conversión.
 
2do. Misterio. Tal depravación es el pecado mortal: tal veneno son las pasiones, que llegan a causar nauseas del mana celestial y posponerle con pretextos y para no recibirle.
Oremos para que tengamos un corazón limpio de pecados que nos impiden amarlo.
 
3er. Misterio. Detestar, pues, el pecado, huir de él con aborrecimiento y constancia es la primera condición para que el alma pueda llegar a ser Eucarística. Y  la verdad, suponer que aun mismo tiempo se puede llevar vida de pecado y vida Eucarística es imposible, suponer posible esto, seria tener  vida sacrílega. El apóstol alza la voz y grita: “¿Qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? O ¿Qué concordia entre Cristo y Belial?”
Oremos para que si  hemos tenidos comuniones sacrílegas las confesemos.
 
4to. Misterio. Todo santo y puro debe  ser el que ha de recibir el Cuerpo de Jesucristo, el cual, naciendo, quiso tener una Madre purísima e Inmaculada y muriendo, ser envuelto en una sabana limpia y el sepulcro nuevo los ha querido envolver sólo su cadáver. Si tanta limpieza se requiere para Jesucristo muerto. ¿Cuánta no se necesitara para  recibir a Jesucristo vivo?
Oremos para que nuestra Madre Santísima nos enseñe el camino de la pureza y bondad de corazón.
 
5to. Misterio. Y si viéndole entrar en ciertas almas, limpias y purificadas, sin duda, en el momento de la Comunión, pero que antes habían estado convertidas en sabanas sucísimas, en fosas de pecado y  osarios de pasiones, nos vemos forzados a admirar en silencio la bondad y caridad de nuestro Salvador. Cantemos con la  Iglesia: todo lo que es viejo se aleje, todo se renueve, los corazones, las palabras y las obras.
Pidamos un corazón agradecido por todas las almas que dignamente le reciben y roguemos  estar siempre lejos de toda envidia y murmuración.
 
 
 
 
Recemos la Coronilla de la Misericordia       De rodillas o de  pie
Ofrezcámosla para que todos los cristianos tengamos hambre de todos los bienes espirituales y de la cual la Eucaristía es el manantial de todos ellos.
Padre nuestro…Ave María… Credo…
En  las cuentas grandes antes de cada decena.
Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amantísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero.
En las 10 cuentas pequeñas de cada decena.
Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Jaculatoria para rezarse al final de cada misterio.
Oh Sangre y Agua que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, Confiamos en Ti
Doxología final después de las cinco decenas.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero
 (3 Veces) 
 
Oremos en Silencio
Por las necesidades en todo el mundo en especial por la paz en  todo el mundo.
 
Los momentos que nos quedan reparemos el Corazón de Jesús que sufre por todos los sacrilegios cometidos en las diversas Iglesias del mundo y por todos los que cometen comuniones y confesiones sacrílegas, oremos para que el Espíritu Santo, les dé luz y conversión  y a todos nos permita realizar buenas y sinceras confesiones.
Repetimos varias veces esta jaculatoria, para reparar su Corazón:
Cuerpo y Sangre de Jesús, os quiero, os amo y os adoro.
 
Os pido perdón y misericordia por todos los sacrilegios cometidos.
 
 
 
 
Te amo oh mi Dios
Te amo, oh mi Dios, mi único deseo es amarte,
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti
Te amo, oh mi Dios y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí  nunca tendría la dulce consolación de tu amor, oh mi Dios.
Si mi lengua no puede decir, cada instante que te amo,
Por lo menos quiero que mi corazón lo repita, cada vez que suspiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro.
Y el día que me muera no sólo amarte
Pero sentir que te amo.
Te suplico que  mientras más cerca este de mi hora final
Aumentes y perfecciones mi amor por Ti
Amén.
 
San Juan María Vianney
 
¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!

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