La base de las propuestas de Francisco para la Navidad se cimentan en la oración y en la Palabra de Dios, esto es, en la experiencia espiritual, en la vida interior, sin las cuales, ciertamente, no habrá verdadera Navidad. Así, el Papa nos desvela sus largas vigilias de oración desde la medianoche al alba del día santo de la Natividad de Jesucristo. Desde estas claves, “Navidad es contemplar la visita de Dios a su pueblo”. Navidad es “el encuentro con Jesús, el encuentro”, el encuentro del Dios, que siempre nos busca y guía, con su pueblo. Un encuentro que ha de suscitar entre nosotros una gran consolación para todos. Y es que “Dios nunca da un don a quien no es capaz de recibirlo. Si nos ofrece el don de la Navidad es porque todos tenemos la capacidad para comprenderlo y recibirlo. Todos, desde el más santo hasta el más pecador”.
Esta visita de Dios en Jesucristo encarnado, esta consolación para todo su pueblo solo puede ser vivida y transmitida desde la ternura y la esperanza. “No tengáis miedo de la ternura”, reitera Francisco. A lo que hay que temer es a perder la esperanza, las entrañas de misericordia y la capacidad de amar, de abrazar, de acariciar. Si “Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca”, tarea del cristiano es también de vivir con las puertas abiertas a los demás y a los acontecimientos de la vida. La ternura de la Navidad se ha de traducir, pues, en afectuosidad, amabilidad, capacidad de escucha, de comprensión y de cercanía, en apertura del corazón, de la mente y de nuestros propios recursos humanos y materiales.
Las anteriores afirmaciones nos han de llevar asimismo a sentir y a vivir la Navidad de la pobreza. La Natividad de Jesucristo fue en la pobreza. La Encarnación fue el ejercicio supremo y sublime de la pobreza de un Dios que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros. Nuestra Navidad será más Navidad en la medida en que sea pobre, sencilla, austera, y, sobre todo, solidaria. Y si Navidad es pobreza, que lo es, es también y radical y exigentemente caridad. No existe la Navidad sin la caridad. Navidad fue y es caridad. Y los cristianos no debemos vivir la Navidad sin prácticas y ejercicios concretos de caridad, que, ahora, en medio de la crisis, que no cesa, encuentra tantos y tantos destinatarios.
Y la Navidad es, ante todo y sobre todo, alegría. “La Navidad es un anuncio de alegría”. Es la encarnación y la raíz de la alegría. “La Navidad es alegría, alegría religiosa, alegría de Dios, interior, de luz, de paz. Cuando no se tiene la capacidad o se está en una situación humana que no te permite comprender esta alegría, se vive la fiesta con alegría mundana. Pero entre la alegría profunda y la alegría mundana hay mucha diferencia”. Y a esa alegría, que es la alegría del Evangelio (“Evangelii gaudium”) y su dinamismo misionero, todos estamos llamados y todos hemos de encaminarnos.
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