Juan 6, 53: “Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo, si no coméis de la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”.
Jesucristo y los doce apóstoles durante la Última Cena
Los protestantes no creen que la eucaristía es el verdadero cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo. Los católicos creen, que después de la consagración en la Misa, “el Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, está verdadera, real y sustancialmente contenido” en la eucaristía bajo las apariencias del pan y del vino (Concilio de Trento, decreto sobre la eucaristía). La creencia católica de la eucaristía fue unánimemente sostenida durante los primeros 1500 años del cristianismo. El fundamento bíblico de la enseñanza católica sobre la eucaristía es contundente e innegable.
EN JUAN CAPÍTULO 6, JESÚS DICE CLARAMENTE QUE SU CARNE ES COMIDA Y SU SANGRE ES BEBIDA, Y QUE DEBEMOS COMER SU CARNE Y BEBER SU SANGRE
Juan 6, 51-58: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo. Disputaban entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo; En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él. Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.
Jesús dice una y otra vez, en los términos más claros, que su carne es comida y su sangre es bebida. Él dice que si no coméis su carne y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros.
LOS JUDÍOS SE BURLABAN DE LA IDEA DE COMER SU CARNE; EN RESPUESTA, JESÚS CONFIRMA QUE ESO ES EXACTAMENTE LO QUE ÉL QUERÍA DECIR
Los no católicos afirman que las palabras de Jesús en Juan 6 no deben ser entendidas literalmente. Ellos dicen que Jesús estaba hablando sólo metafóricamente o simbólicamente. Tal interpretación no se justifica en el contexto de Juan 6. Además, aquello se refuta claramente por lo que Jesús les dice a los judíos inmediatamente después que ellos expresaron su incredulidad ante la idea de comer su carne.
Juan 6, 52-53: “Disputaban entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo; En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”.
Los judíos no creían que fuera posible que Jesús les diera de comer su carne. Ellos decían exactamente lo que los protestantes dicen hoy en día. Si Jesús hubiese estado hablando en términos puramente metafóricos (en vez de literal), como dicen los protestantes, entonces esa era la ocasión perfecta para que Él les asegurase que su aprensión era infundada. Era el momento perfecto para que Jesús les explicara que en realidad Él no estaba queriendo decir que la gente debía comer su carne, sino que Él quería decir otra cosa.
En cambio, ¿qué les dijo a ellos? En respuesta a su incredulidad, Jesús repite el mismo mensaje: que verdaderamente es necesario comer su carne y beber su sangre, pero en términos más fuertes. Él les dice que, si no comen su carne y beben su sangre, no tendrán vida en ellos (Juan 6, 53).
MÁS AÚN: EN JUAN 6, 54, LA BIBLIA CAMBIA LA PALABRA PHAGO (QUE SIGNIFICA “COMER”) POR TROGO (QUE SIGNIFICA “MASTICAR” O “MOLER CON LOS DIENTES”) PARA NO DEJAR DUDA DE QUE LO QUE REALMENTE QUERÍA DECIR JESÚS ERA COMER SU CARNE
La palabra phago (que significa “comer” o “consumir”) es usada nueve veces en el texto original griego de Juan 6, 23-53. Phago es suficiente para comunicar la idea de comer la carne de Jesús. Inmediatamente después que los judíos expresaran su incredulidad acerca de que Jesús quería decir tal cosa, leemos (en Juan 6, 54) que Jesús usa una palabra aún más fuerte y más gráfica. La palabra que Él usa (en Juan 6, 54 y siguientes) es trogo. Esta palabra significa literalmente “masticar” o “moler con los dientes”, como lo confirma un estudio protestante de la Biblia que está accesible en internet[1]. Por lo tanto, para erradicar toda duda de la necesidad de comer su carne, Jesús cambia a una palabra que no significa otra cosa más literal que comer (masticar, moler con los dientes). La misma palabra trogo se usa para significar literalmente comer en Mateo 24, 38 y Juan 13, 18.
Juan 6, 54-56: “El que come (trogo) mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come (trogo) mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él”.
A la luz de esta evidencia, es absurdo argumentar que Jesucristo no quiso decir que la gente debía comer su carne y beber su sangre.
Jesucristo da su Cuerpo y Sangre a sus apóstoles y a María
¿QUÉ PASA CON JUAN 6, 63?
Ante la evidencia abrumadora en Juan 6 de que la eucaristía es el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, algunos no católicos buscarán cualquier cosa para combatirla. Ellos señalarán a Juan 6, 63.
Juan 6, 63: “El espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.
Ellos afirman que esto indica que en realidad Jesús no quiso decir que la gente comiera su carne. Sin embargo, esta afirmación no tiene sustento y se refuta por los siguientes puntos:
En primer lugar, sabemos que Jesús no está hablando de su carne en esta parte del versículo donde dice que “la carne no aprovecha para nada”. Considérese la siguiente pregunta: ¿La carne de Jesucristo no tiene ningún provecho o beneficio? ¿Qué hay de su encarnación? ¿Cómo podría Él hablar de su propia carne diciendo que no produce beneficio alguno cuando Él acaba de decir, una y otra vez, (Juan 6, 51, etc.) que su carne es la vida del mundo?
Si Jesús estaba hablando de su carne cuando dice que la carne no aprovecha para nada, entonces Él se contradice a sí mismo. Jesús habría estado diciendo que su carne es la vida del mundo (Juan 6, 51, etc.) justo antes de decirles que “la carne no aprovecha para nada”.
Eso es imposible y ridículo. Jesús no estaba hablando de su carne cuando Él dice “la carne no aprovecha para nada”.
En segundo lugar, Jesús dice que la gente necesita comer su carne y beber su sangre (y que su carne es comida) aproximadamente diez veces en este capítulo. En ninguna vez Él indica que su sentido no es literal; ni tampoco lo hace aquí.
Más bien, al enfatizarles que lo que Él dice acerca de su carne y su sangre es “espíritu y vida”, Jesús estaba disipando la idea de que todo lo que debe interesar con tener que comer su carne sea para el sustento de la vida física. La eucaristía es la verdadera carne y sangre de Jesús (como Él deja claro), así como su alma y divinidad, pero que, ante todo, produce una prenda espiritual. Ella es espíritu y vida. Ella es principalmente para el sustento de la vida espiritual y para obtener la vida eterna.
El cuerpo de Cristo no se come con el fin de satisfacer un estómago hambriento, sino por la inestimable vida espiritual y las gracias que produce. De esto es lo que Jesús estaba hablando. Esto se confirma en el siguiente punto, que muestra cómo después de sus palabras en Juan 6, 63, muchos de los seguidores de Jesús lo abandonaron diciendo que “duras son estas palabras” acerca de su carne y sangre. Ellos comprendieron que Jesús les estaba diciendo que debían comer su carne y beber su sangre, pero ellos simplemente se negaron a aceptarlo.
DESPUÉS DE DECIRLES QUE DEBÍAN COMER SU CARNE Y BEBER SU SANGRE, MUCHOS DE SUS DISCÍPULOS LO ABANDONARON; ESTO ES UNA PRUEBA DE QUE LES HABÍA QUEDADO CLARO A LOS PRESENTES QUE EL SIGNIFICADO DE LO DICHO POR JESÚS ERA PRECISAMENTE QUE LA GENTE DEBÍA COMER SU CARNE
Juan 6, 60-68: “Luego de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede oírlas? Conociendo Jesús que murmuraban de esto sus discípulos, les dijo: ¿Esto os escandaliza?... Desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían, y dijo Jesús a los doce: ¿Queréis iros vosotros también? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Si Jesús no hubiera querido realmente decirle a la gente que comieran su carne y bebieran su sangre, entonces Él tendría que haberles aclarado el significado y detener a esos discípulos de abandonarlo por causa de un malentendido. Él les habría dicho algo como: “Esperen, me habéis malentendido. Yo sólo hablaba simbólicamente. En realidad no quise decir que debíais comer mi carne y beber mi sangre”. Pero Él no hizo nada por el estilo. Él permitió que se fueran todos los que no aceptaron su mensaje. Esto es un indicio abrumador del contexto de que todos entendieron que Jesús estaba hablando literalmente de la necesidad de comer su carne y beber su sangre. Ellos simplemente no pudieron aceptarlo, y Jesús no negó la verdad ni modificó lo que Él les había dicho.
El hecho de que muchos de los seguidores de Jesús lo abandonen porque es necesario comer su carne y beber su sangre es tristemente ilustrativo de cómo este asunto, en las diferentes épocas de la historia de la Iglesia, ha sido la causa principal por la que las personas abandonan la verdadera fe de Jesús. Ello ocurrió otra vez en el siglo XVI, cuando muchos abandonaron a Jesús y su verdadera fe porque se negaron creer que la eucaristía es el verdadero cuerpo y sangre de Jesucristo.
LOS PROTESTANTES ADMITEN QUE LA SANGRE DEL CORDERO PASCUAL MENCIONADA EN ÉXODO 12 ― CON LA QUE LOS HEBREOS TENÍAN QUE MARCAR LAS PUERTAS DE SUS CASAS ―, SIMBOLIZA A JESÚS COMO EL CORDERO DE DIOS SACRIFICADO POR LOS PECADOS DEL MUNDO; ELLOS NO SE DAN CUENTA QUE DIOS ORDENÓ A LOS HEBREOS QUE COMIERAN EL CORDERO PASCUAL
En el Antiguo Testamento los hebreos comían el cordero pascual como Dios ordenó (izquierda) y esto simboliza a Jesús como el Cordero de Dios que debemos comer en la Eucaristía (derecha),
En Éxodo 12, leemos que Dios ordenó a los judíos que marcaran sus puertas con la sangre de un cordero. El ángel exterminador, al pasar por Egipto, no entraría en las casas de los hebreos cuyas puertas fuesen marcadas con la sangre.
Éxodo 12, 13: “La sangre servirá de señal en las casas donde estéis; yo veré la sangre, y pasaré de largo, y no habrá para vosotros plaga mortal cuando yo hiera la tierra de Egipto”.
Los protestantes y católicos reconocen que la sangre del cordero pascual (un hecho real) era también un tipo (una prefigura) de Jesucristo, el verdadero Cordero Pascual. Él fue el verdadero Cordero que fue inmolado. Su sangre fue derramada para la salvación del mundo. El Nuevo Testamento declara repetidamente que Jesús es “el Cordero de Dios” que quita los pecados del mundo (Juan 1, 29; 1 Pedro 1, 19; Apoc. 22, 1; Apoc. 15, 3, etc.). San Pablo describe específicamente a Jesús como el Cordero Pascual en 1 Corintios 5, 7.
1 Corintios 5, 7: “Alejad la vieja levadura para ser masa nueva, como sois ácimos, porque nuestra Pascua, Cristo, ya ha sido inmolada”.
Juan 1, 29: “Al día siguiente vio venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
No hay duda que la sangre del cordero Pascual es el tipo de la sangre de Jesucristo, y que el cordero Pascual es el tipo de Jesucristo. Ahora viene la parte interesante en lo que respecta a esta cuestión. A los hebreos no sólo se les mandó marcar sus puertas con la sangre del cordero; también se les ordenó comer el cordero.
Éxodo 12, 7-8: “Tomarán de su sangre y untarán los postes y el dintel de la casa donde se coma. Comerán la carne esa misma noche…”.
Éxodo 12, 11: “Habéis de comerlo así: ceñidos los lomos, calzados los pies, y el báculo en la mano, y comiendo de prisa, es la Pascua del Señor”.
La necesidad del consumir el cordero Pascual nos muestra la necesidad de comer la carne del Hijo del hombre en la eucaristía. No basta con ser marcados con la sangre del cordero; también se debe consumir el Cordero de Dios, Jesucristo, para ser salvos. Es necesario recibirlo en la eucaristía. Él se hace presente en una Misa católica válida. También es interesante que nadie que no era de la familia de Dios podía comer el cordero (Éxodo 12, 43-45), al igual que nadie que no tenga la verdadera fe puede recibir la eucaristía.
JESÚS OBRÓ EL MILAGRO DE LOS PANES Y LOS PECES EL DÍA ANTERIOR EN QUE LES HABLÓ DE LA EUCARISTÍA PARA MOSTRARLES A TODOS QUE ES POSIBLE LA SUPERABUNDANCIA MILAGROSA
En el mismo capítulo en que Jesucristo habla con tanta claridad de recibir su carne y sangre en la eucaristía, leemos que Él obró el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
Juan 6, 9-14: “… cinco panes de cebada y dos peces; pero esto, ¿qué es para tantos? Les dijo Jesús: Mandad que se acomoden. Había en aquel sitio mucha hierba verde. Se acomodaron pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, dando gracias, dio a los que estaban recostados, e igualmente los peces, cuanto quisieron. Así que se saciaron, dijo a los discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado para que no se pierdan. Los recogieron, y llenaron doce cestos de fragmentos que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. Los hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente éste es el Profeta que ha de venir al mundo”.
5000 personas comieron milagrosamente de lo que comenzó como cinco panes y dos peces. Jesús hizo este milagro justo el día antes en que les dijo que debían recibir su carne y su sangre en la eucaristía. Al obrar este milagro justo antes que Él les dijera que debían recibir su carne y su sangre en la eucaristía, Jesús tenía la intención de mostrarles que tal cosa era posible. Porque el concepto de comer la carne y sangre de Jesús era algo completamente nuevo e increíble para ellos. De la misma manera, la idea de que Él se hiciera milagrosamente presente para el pueblo en muchos lugares era sorprendente. La multiplicación milagrosa de la comida tenía la intención de disipar sus dudas, para ganar su plena confianza en sus palabras antes de hablarles acerca del milagro de la eucaristía. La multiplicación de los panes y peces significaba el alimento milagroso de la eucaristía, que no es pan, sino el cuerpo y sangre de Cristo.
LA EUCARISTÍA NO PUEDE SER SÓLO PAN ORDINARIO; SI ASÍ FUERA, SERÍA INFERIOR AL TIPO DEL ANTIGUO TESTAMENTO, EL MANÁ EN EL DESIERTO, QUE APARECÍA MILAGROSAMENTE
No cabe duda que el maná del desierto (Éxodo 16) era una prefigura de la eucaristía. Jesús hace una conexión entre ambos en Juan, cap. 6.
Juan 6, 48-51: “Yo soy el pan de vida; vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo… y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo”.
Jesús hace referencia al maná en el desierto, y luego dice que su carne es el verdadero maná del cielo. El maná del cielo era un pan, pero un pan que aparecía milagrosamente. Caía todos los días, excepto los sábados, durante los cuarenta años en que los hebreos estuvieron en el desierto. Aparecía como si hubiera caído del cielo.
Éxodo 16, 15-16: “Los hijos de Israel, al verla, se preguntaban unos a otros: ¿Manhu? (¿Qué es esto?), pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: Ese es el pan que os da el Señor para alimento”.
El cumplimiento del Nuevo Testamento es mayor que el tipo (o prefigura) del Antiguo Testamento. Si, como dicen los protestantes, la eucaristía es sólo un pan ordinario, entonces sería inferior al maná en el desierto, que aparecía milagrosamente; sería inferior a su tipo del Antiguo Testamento. Esto no tiene sentido, no puede ser. De alguna manera la eucaristía debe ser sobrenatural y milagrosa.
JESÚS DICE: “ÉSTE ES MI CUERPO” Y “ÉSTA ES MI SANGRE”; ÉL NO DICE: ESTO ES SÓLO UN SÍMBOLO DE MI CUERPO Y SANGRE
Mateo 26, 26-28: “Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.
Marcos 14, 22-24: “Mientras comían, tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió, se lo dio y dijo: Tomad, éste es mi cuerpo. Tomando el cáliz, después de dar gracias, se lo entregó y bebieron de él todos. Y les dijo: Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.
Lucas 22, 19-20: “Tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Éste es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza de mi sangre, que es derramada por vosotros”.
Las traducciones anteriores son de la versión protestante de la Biblia King James. Incluso las traducciones protestantes muestran que Jesús declara que la eucaristía es su cuerpo y su sangre. Hay muchas maneras en hebreo o arameo por las que Jesús dice “esto representa mi cuerpo”, o “esto es un símbolo de mi cuerpo”, pero no lo hace. Él dice “éste es mi cuerpo” y “ésta es mi sangre”.
Por otra parte, contrariamente a lo que algunos piensan, las palabras “haced esto en memoria mía” (Lucas 22, 19) no sugieren que la eucaristía sea un símbolo. La palabra griega “memoria” es anamnesis. Ella tiene un significado sacrificial. Es el sacrificio que se ofrecía en el Antiguo Testamento. Significa hacer presente de nuevo como una ofrenda sacrificial. Jesús les dice que ofrezcan su verdadero cuerpo y sangre al Padre como un sacrificio memorial.
EL LENGUAJE DE JESÚS CORRESPONDE AL DE MOISÉS EN ÉXODO 24, EN LA FUNDACIÓN DE LA PRIMERA ALIANZA QUE TENÍA SANGRE VERDADERA
La institución de la eucaristía (de la que leemos en Matero 26, Marcos 14, y Lucas 22) corresponde claramente a la institución de la Primera Alianza en Éxodo 24.
Éxodo 24, 8: “Tomó Moisés la sangre y asperjó al pueblo diciendo: Esta es la sangre de la alianza que hace con vosotros el Señor sobre todos estos preceptos”.
Mateo 26, 26-28: “Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.
Nótese la similitud de lenguaje entre la institución de las dos alianzas. Jesús instituye la Nueva Alianza en su sangre con el mismo patrón con que Moisés instituyó la primera alianza. La Nueva Alianza de Jesús toma el lugar de la Antigua, y será la alianza nueva y eterna. Pero si la sangre a la que se refiere Jesús no fuere verdadera sangre (sino sólo un símbolo, como dicen los protestantes), entonces la Nueva Alianza sería inferior a la antigua, porque la institución de la Antigua Alianza involucraba sangre real.
1 CORINTIOS 10 ENSEÑA CLARAMENTE QUE LA EUCARISTÍA ES LA COMUNIÓN CON EL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
1 Corintios 10, 16: “El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”.
San Pablo es claro en que la eucaristía es el verdadero cuerpo y sangre de Cristo.
1 CORINTIOS 11 DICE QUE RECIBIR LA EUCARISTÍA INDIGNAMENTE ES PECAR CONTRA EL PROPIO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR
1 Corintios 11, 26-29: “Pues cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga. Así, pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación”.
De acuerdo con la clara enseñanza de la Biblia, quien recibe indignamente la eucaristía es culpable del cuerpo y sangre del Señor. San Pablo dice que la persona que recibe la eucaristía sin las debidas disposiciones y discernimiento come y bebe su propia condenación. Si la eucaristía fuera sólo un pedazo de pan y algo de vino, tomado en memoria de Cristo, ¿cómo podría alguien que lo recibe de manera indebida ser culpable del cuerpo y sangre del Señor? Obviamente no sería declarado culpable del cuerpo y sangre de Cristo a menos que la eucaristía fuese verdaderamente el cuerpo y sangre de Cristo.
LA IGLESIA PRIMITIVA CREÍA UNÁNIMEMENTE QUE LA EUCARISTÍA ES
EL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
EL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
San Ignacio de Antioquía, año 110 d.C., creyó que la Eucaristía era la carne de Jesucristo.
Además de la clara evidencia bíblica que hemos visto, el testimonio de la Iglesia antigua apoya unánimemente la enseñanza católica de la eucaristía. Todo aquel que se tome el tiempo de consultar a los Padres de la Iglesia sobre este punto descubrirá que todos ellos creían que la eucaristía es el cuerpo y sangre de Cristo. Los Padres de la Iglesia son los escritores cristianos de los primeros siglos. Ellos son los que recibieron la tradición de los Apóstoles.
La creencia protestante de la eucaristía era ajena a toda la Iglesia cristiana de los primeros 1500 años de su existencia. Se podrían citar muchos pasajes de Padres de la Iglesia sobre esta materia, pero sólo citaré a tres. En el 110 d.C., San Ignacio de Antioquía (uno de los Padres apostólicos generalmente reconocido por los protestantes) dice lo siguiente acerca de un grupo de herejes que negaban que la eucaristía era la carne de Cristo. Él se refería a los docetas, que también negaban la realidad de la Encarnación y de la Crucifixión.
San Ignacio de Antioquía, Epístola a los fieles de Esmirna, capítulo 7, 110 d.C.: “Igualmente se apartan de la eucaristía y de la oración, pues no confiesan que la eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo con la que padeció por nuestros pecados, la cual resucitó el Padre en su bondad”.
San Irineo, Contra las Herejías, Libro 5, cap. 2, 185 d.C.: “En consecuencia, si el cáliz mezclado y el pan fabricado reciben la palabra de Dios para convertirse en eucaristía de la sangre y la carne de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido con la sangre y la carne de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo?”.
San Cirilo de Jerusalén, Discursos de catequesis, Mistagógica I, 19:7, 350, d.C.: “Pues el pan y el vino de la eucaristía eran simple pan y vino antes de la invocación de la santa y adorable Trinidad, pero, una vez hecha la invocación, se convierten el pan en la carne y el vino en la sangre de Cristo…” (http://mb-soft.com/believe/txuc/cyril48.htm).
Negar la enseñanza católica acerca de la eucaristía es simplemente negar la clara enseñanza de Jesucristo y de la Biblia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario