Queridos amigos y hermanos del blog: terminando hoy el Mes de María, el Mes de las Flores, quiero compartirles el testimonio que por escrito nos ha dejado Giovanni Battista Re, Cardenal prefecto emérito de la Congregación para los obispos, y firmado el pasado 18 de mayo donde recuerda los detalles y el marco histórico de la imagen de la Virgen puesta por el Beato Juan Pablo II en la plaza de San Pedro:
Ese mosaico de María que recuerda
el atentado al Papa Wojtyła
El peregrino o el turista que llega a la plaza de San Pedro ve cómo desde lo alto de la fachada del brazo avanzado del palacio apostólico, en el lado que da a la basílica vaticana, domina el mosaico de la Virgen que lleva por título Mater Ecclesiae. En la base del mosaico, que representa a la Virgen María con el niño Jesús, se encuentra el escudo de Juan Pablo II con el lema Totus tuus.
La imagen, de más de dos metros y medio de altura, fue colocada allí entre noviembre y diciembre de 1981, y tiene una historia que vale la pena recordar por el estrecho y significativo vínculo con el Pontífice beatificado el pasado 1 de mayo.
De hecho, cuando, después del atentado del 13 de mayo de 1981, Karol Wojtyła volvió al Vaticano tras la primera hospitalización en el policlínico Gemelli, los responsables de la Gobernación estaban evaluando la posibilidad de colocar un signo visible en el empedrado de la plaza de San Pedro, en el lugar donde el Papa había sido herido, para recordar una página dolorosa de la historia de la Iglesia, pero también para testimoniar el signo de una protección celestial.
Juan Pablo II manifestó inmediatamente su intención: quería que, como recuerdo del atentado, se colocara en la plaza, bien visible, una imagen de la Virgen, pues estaba convencido de que fue ella quien lo protegió. Por consiguiente, no había mejor modo de recordar aquel 13 de mayo.
El Papa Wojtyła reveló también que, ya el año anterior, alguien le había hecho notar una «carencia» singular en la plaza de San Pedro: en torno a la estatua de Cristo, que destaca en la fachada de la basílica, se encontraban las de los Apóstoles y de numerosos santos, esparcidos por todo el hemiciclo de la columnata, pero no había ninguna imagen de la Virgen.
En realidad, una hermosa imagen de la Virgen se halla pintada en la luneta situada sobre el portón de Bronce, pero sólo es visible para quien entra en la columnata y se sitúa al ple de la gran escalera de acceso.
El Papa añadió que era necesario estudiar con atención una solución que resultara adecuada a una plaza rica en arte y muy sugestiva y majestuosa.
Así, se actuó en esa dirección. El arzobispo Eduardo Martínez Somalo, sustituto de la Secretaría de Estado, me encargó a mí, por entonces asesor, que contactara directamente con el obispo Giovanni Fallani, presidente de la Comisión permanente para la tutela de los monumentos históricos y artísticos de la Santa Sede, y con el profesor Carlo Pietrangeli, director de los Museos Vaticanos, pidiéndole que estudiara un proyecto digno de la plaza de San Pedro y que luego hiciera una propuesta, consultando eventualmente al respecto también a algún artista.
Cuando le expliqué el deseo del Pontífice, Pietrangeli se mostró más bien escéptico. Y, aun prometiendo que reflexionaría y consultaría a algún compañero, expresó su convicción de que se trataba de una empresa, aunque sugestiva, casi imposible de realizar.
Monseñor Fallani refirió que algunos meses antes le habían pedido su parecer sobre la propuesta de un mosaico mariano en una ventana que da a la plaza de San Pedro. Y aseguró que iría a ese lugar para estudiar el problema. Dos horas después llamó por teléfono, citándonos en la plaza de San Pedro a mí y a Pietrangeli.
Cuando llegamos, señalando con el dedo la ventana del palacio apostólico donde se encuentra ahora el mosaico, dijo: «A mi parecer, una solución que se inserta bien en el escenario de la plaza de San Pedro es la de un mosaico colocado dentro del marco de travertino de esa ventana allá arriba». Fallani me preguntó qué había detrás de esa ventana. Le respondí que se trataba de la habitación donde trabajaban dos religiosas dactilógrafas de la Secretaría de Estado y que, además, ese amplio local ya tenía otra ventana lateral.
Pietrangeli juzgó válida la propuesta, sorprendido de que se hubiera encontrado tan rápidamente una solución adecuada a un conjunto arquitectónico que muchos habrían considerado intocable.
Pero sobre todo el proyecto agradó al Papa, que nos exhortó a seguir adelante.
Tratándose de un mosaico, se pensó en implicar inmediatamente al arzobispo Lino Zanini, presidente del Estudio del mosaico de la Fábrica de San Pedro, el cual advirtió que ante todo convenía decidir qué imagen mariana elegir para el mosaico.
Interpelado al respecto, Juan Pablo II dijo que le agradaría una representación de la Virgen como Madre de la Iglesia, porque —explicó— «la Madre de Dios siempre ha estado unida a la Iglesia y se la ha sentido siempre particularmente cercana en los momentos difíciles de su historia». Añadió, además, que personalmente estaba convencido de que ese 13 de mayo la Virgen María estaba presente en la plaza de San Pedro para salvar la vida del Papa.
Monseñor Zanini informó al respecto que, dentro de la basílica vaticana —precisamente en el primer altar a la izquierda según se entra desde la puerta lateral llamada «de la Plegaria»— había una Virgen con el Niño, la cual, durante el pontificado de Pablo vi, había sido restaurada y luego denominada Mater Ecclesiae, como recuerdo de la histórica fecha del 21 de noviembre de 1964, cuando el Papa Montini, durante el concilio Vaticano II, proclamó a la Virgen María «Madre de la Iglesia». Es una imagen llena de significado y de historia, pues es un fresco pintado in capite columnarum y situado en el atrio de la antigua basílica constantiniana. Se trata, por lo demás, de una de las pocas cosas hermosas que fue posible salvar y trasladar luego a la nueva basílica, después de terminarse la cúpula de Miguel Ángel. Su traslado se produjo en 1607 y el cabildo vaticano la coronó en 1645. Dado que procedía de una columna del atrio de la basílica anterior, se la solía designar genéricamente como «Virgen de la columna».
La propuesta de monseñor Zanini de reproducir en mosaico para la plaza de San Pedro este histórico fresco, dedicado a la Mater Ecclesiae, fue aceptada por monseñor Fallani y por la Comisión que presidía. El proyecto, sucesivamente, fue presentado al Papa, que dio su aprobación.
El profesor Virgilio Cassio, con la colaboración de un par de artistas expertos, con loable empeño interpretó para el mosaico el antiguo fresco, respetando sus características, pero con un leve retoque por lo que atañe a la representación del niño Jesús, e intensificando el vigor cromático de toda la imagen, para que se pudiera ver mejor a gran distancia.
En la parte inferior del mosaico se colocaron el escudo de Juan Pablo II y el lema “Totus tuus”. Bajo el basamento se puso el título con letras de bronce: “Mater Ecclesiae”.
La dirección de las oficinas técnicas de la Gobernación del Estado del Vaticano preparó el marco metálico que se debía poner a la imagen musiva y se procedió a la instalación.
El 8 de diciembre de 1981 Juan Pablo II, antes de rezar el Ángelus, bendijo la imagen mariana, signo de protección celeste sobre el Pontífice, sobre la Iglesia y sobre quienes acuden a la plaza de San Pedro.
Sucesivamente, en el empedrado de la plaza se colocó una baldosa de mármol con el escudo del Papa Wojtyła para indicar el lugar exacto donde fue herido.
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