Queridos amigos y hermanos del Blog: ¿Cuánto hacen que no visitan a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar, que en el Sagrario de su Parroquia, nos espera siempre? ¿Cuánto hace que no tienen una charla, serena y profunda, con el Amigo que nunca falla, con Aquel que nos ama con un amor infinito?.
Cada encuentro con Cristo es algo único e irrepetible, por eso tenemos que aprovecharlo, tiene que dejar huella en nuestra alma. Y el mejor fruto de un encuentro personal con Cristo, puede ser éste: el profundizar nuestra conversión a Dios. Nuestra decisión de seguirle a lo largo de toda la vida, debe ser ahora reafirmada: firme y decididamente tenemos que seguir más de cerca al Señor.
Profundizar nuestra conversión a Dios, implica un doble movimiento:
En primer lugar: debemos alejarnos de todo aquello que nos aparte de Dios. Y lo único que nos puede alejar de Dios es el pecado, a través de sus muchísimas manifestaciones. Nuestro deseo inmoderado de bienes, placeres, egoísmos, que van endureciendo cada vez más nuestra alma. El deseo, en definitiva, de hacer pura y exclusivamente nuestra voluntad y no la de Dios.
En segundo lugar: debemos acercarnos a todo aquello que nos acerque a Dios. Y esto no es otra cosa que recibir los medios de salvación que Jesucristo nos dejó, por manos de su Iglesia. En ella encontramos todo lo que nuestra alma necesita para salvarse. Nos da el Bautismo que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo. Si hemos tenido la desgracia de caer en el pecado, encontramos en la Confesión Sacramental el remedio para limpiar nuestra alma. Y nos da el alimento necesario para poder llegar al cielo, en la Eucaristía en la que recibimos el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo.
Entonces luego, cuando estemos frente a Jesús en el Sagrario de nuestra iglesia, vamos a tener la valentía de preguntarle: “Señor, ¿estás contento conmigo?”. Si la respuesta nos parece que es no, porque nuestra conciencia nos reprocha algún pecado, y vemos que hace ya mucho tiempo que no nos acercamos a la Confesión y a la Comunión, debemos ir con alegría y con espíritu de fe, al encuentro de Cristo, que nos espera en la persona de algún sacerdote, para regalarnos a manos llenas su Misericordia Infinita. Que esta sea entonces, esa nueva oportunidad que Dios nos da, a ustedes y a mí, para ser un poco mejor, para que seamos siempre la alegría de Dios. Cristo nos quiere santos, no podemos defraudarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario