miércoles, 18 de enero de 2012

Curación de un enfermo en sábado


Marcos 3, 1-6. Tiempo Ordinario. Cumplir con la obligación, pero no olvidar el amor y la misericordia.
Curación de un enfermo en sábado
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo, entró Jesús en una sinagoga y había un hombre que tenía la mano paralizada. Los fariseos estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.

Oración introductoria

Señor, cuántas veces me encuentro tullido como el hombre del que habla el Evangelio. Soy un lisiado en el campo del espíritu. Sin tu gracia estoy imposibilitado para obrar el bien. Aumenta mi docilidad para escuchar tu voz en esta oración.

Petición

Señor, no permitas que sea nunca causa de tu tristeza. Ayúdame a amarte de manera concreta y real mediante la virtud de la caridad.

Meditación del Papa

No se trata de una forma de moralismo, sino de un texto de alto contenido teológico, o digámoslo con mayor exactitud, de un texto cristológico. A través del tema del descanso, y el que está relacionado con el de la fatiga y la opresión, el texto se conecta con la cuestión del sábado. El descanso del que se trata ahora tiene que ver con Jesús. Las enseñanzas de Jesús sobre el sábado aparecen ahora en perfecta consonancia con este grito de júbilo y con las palabras del Hijo del hombre como señor del sábado. Neusner resume del siguiente modo el contenido de toda la cuestión: "Mi yugo es ligero, yo os doy descanso. El Hijo del hombre es el verdadero señor del sábado. Pues el Hijo del hombre es ahora el sábado de Israel; es nuestro modo de comportarnos como Dios". Ahora Neusner puede decir con más claridad que antes: "¡No es de extrañar, por tanto, que el Hijo del hombre sea señor del sábado! No es porque haya interpretado de un modo liberal las restricciones del sábado... Jesús no fue simplemente un rabino reformador que quería hacer la vida -más fácil- a los hombres... No, aquí no se trata de aligerar una carga... Está en juego la reivindicación de autoridad por parte de Jesús". (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 49).

Reflexión

Hace pocos días tuve una tertulia muy interesante. Mi amigo Óscar, oftalmólogo de profesión, comenzó a describirnos apasionadamente el mecanismo del ojo humano: la pupila, el iris, la retina... Agustín -mi otro amigo que completaba el grupo- no disimulaba su desinterés mirando distraídamente fuera de la ventana.

-¿En qué estás pensado, Agustín? ¿Te parece aburrida la conversación?-inquirió Óscar.

-No, no. Para nada. Más aún, me distraje pensando ¿de qué serviría ese maravilloso mecanismo que es el ojo si no existiera la luz?

Pienso que la pregunta del bueno de Agustín nos venga muy bien para el evangelio de este día. Ningún otro personaje en los evangelios ha recibido semejante requisitoria por parte de Jesús como los fariseos. Pero, ¿cuál es el motivo por el cual Jesús los «miró con ira»? ¿es que acaso hay algo malo en cumplir las leyes? Para nada. El mismo Jesús recordará que las leyes van cumplidas y respetados los que las enseñan, y recuerda a sus oyentes: «haced lo que os digan, pero no imitéis su conducta (a los fariseos, claro está)» (Mt. 23) Es aquí donde nos ayuda la pregunta de Agustín: no basta la gran perfección y ejercitación del ojo humano, no que existan tantas cosas por ver si no está de por medio la luz; de manera análoga, no basta la Ley de Moisés sin la Luz que es Cristo que le da su plenitud y sentido. Seamos hijos de la luz y obremos siempre en la luz de Cristo.

Propósito

Evitar los convencionalismos y responder, con generosidad, a las necesidades de los demás.

Diálogo con Cristo

Señor, ¿seré fiel hoy a tu llamada o como los fariseos rechazaré en la práctica tu mensaje?
Padre mío, ¡que nunca me canse de hacer el bien! Hazme comprender que mi misión se resume en vivir tu amor mediante la práctica auténtica y generosa de la caridad, que mi tarea no es otra que la de predicar y dar a conocer tu amor. Dame la fuerza para empeñarme en esta tarea sin distraerme con otras cosas.

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