viernes, 6 de enero de 2012

Cuando te quieres acercar a Dios


Para orar. Acerquémonos con confianza; Dios nos espera.
18. Cuando te quieres acercar a Dios
18. Cuando te quieres acercar a Dios
Me buscaréis y me encontraréis cuando me solicitéis de todo corazón; me dejaré encontrar de vosotros
Jeremías 29, 13



PALABRA DE DIOS

Sed de Dios


  • “¡Oh Dios!, Tú eres mi Dios,
    Por ti madrugo;
    mi alma está sedienta de ti;
    mi carne tiene ansia de ti,
    como tierra reseca, agostada, sin agua.
    ¡Cómo te contemplaba en el santuario,
    viendo tu fuerza y tu gloria!
    Tu gracia vale más que la vida,
    te alabarán mis labios.
    Toda mi vida te bendeciré
    y alzaré las manos invocándote.
    Me saciaré de manjares exquisitos,
    y mis labios te alabarán jubilosos.
    En el lecho me acuerdo de ti
    y velando medito en ti,
    porque fuiste mi auxilio,
    y a la sombra de tus alas canto con jubilo;
    mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.”
    Salmo 62


    Mi alma te busca a ti, Dios mío

  • “Como busca la cierva
    corrientes de agua,
    así mi alma te busca
    a ti, Dios mío;
    tiene sed de Dios,
    del Dios vivo:
    ¿cuándo entraré a ver
    El rostro de Dios?
    Las lágrimas son mi pan
    noche y día,
    mientras todo el día me repiten:
    ¨¿Dónde está tu Dios?¨
    Recuerdo otros tiempos,
    y mi alma desfallece de tristeza:
    cómo marchaba a la cabeza del grupo,
    hacia la casa de Dios,
    entre cantos de júbilo y alabanza,
    en el bullicio de la fiesta.
    ¿Por qué te acongojas, alma mía,
    por qué te me turbas?
    Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
    ¨Salud de mi rostro, Dios mío¨
    Cuando mi alma se acongoja,
    te recuerdo,
    desde el Jordán y el Hermón
    y el Monte Menor.
    Una sima grita a otra sima
    con voz de cascadas:
    tus torrentes y tus olas
    me han arrollado.
    De día el Señor
    me hará misericordia,
    de noche cantaré la alabanza
    del Dios de mi vida.
    Diré a Dios: Roca mía,
    ¿por qué me olvidas?
    ¿por qué voy andando sombrío,
    hostigando por mi enemigo?
    Se me rompen los huesos
    por las burlas del adversario;
    todo el día me preguntan:
    ‘¿Dónde está tu Dios?’
    ¿Por qué te acongojas, alma mía,
    por qué te me turbas?
    Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
    ‘Salud de mi rostro, Dios mío.’
    Salmo 41


    Acerquémonos con confianza; Dios nos espera

  • “Buscarás a Yahvé tu Dios; y lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma.”
    Deuteronomio 4, 29

  • “Vuélvanse a mí y Yo me volveré a ustedes, dice Yahvé Sebaot.”
    Malaquías 3, 7

  • “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.”
    Juan 6, 44

  • “Pues no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, ya que ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia de un auxilio oportuno.”
    Hebreos 4 15-16

  • “Mira que estoy de pie junto a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y el conmigo.”
    Apocalipsis 3, 20


    Dichoso el que se acoge a El

  • “Consulté a Yahvé y me respondió:
    me libró de todos mis temores.
    Los que lo miran quedarán radiantes,
    no habrá sonrojo en sus semblantes.
    Si grita el pobre, Yahvé lo escucha,
    y lo salva de todas sus angustias.
    El ángel de Yahvé pone su tienda
    en torno a sus adeptos y los libra.
    Gustad y ved lo bueno que es Yahvé,
    dichoso el hombre que se acoge a él.
    Respetad a Yahvé, santos suyos,
    que a quienes le temen nada les falta.”
    Salmo 33, 5-10


    Dios a quien buscamos… sin saberlo

  • “Hijo, desde la juventud acumula instrucción, y hasta la vejez encontrarás sabiduría. Acércate a ella como quien ara y siembra, y espera sus mejores frutos. Cultivándola te fatigarás un poco, pero bien pronto comerás de sus productos. Es muy dura para los ignorantes, el necio no la soporta; como piedra de toque lo oprime, y él no tarda en sacudírsela. Pues la sabiduría hace honor a su nombre, no se manifiesta a muchos. Escucha, hijo, acepta mi opinión y no rechaces mi consejo. Mete los pies en su cepo, y el cuello en su coyunda. Doblega la espalda y carga con ella, no te rebeles contra sus cadenas. Acércate a ella con toda tu alma, y con toda tu fuerza guarda sus caminos. Síguela, búscala, y se te dará a conocer, cuando la tengas, no la sueltes. Porque al final hallarás en ella descanso, y ella se convertirá en tu alegría.

    Sus cadenas serán para ti un refugio seguro, y sus argollas un traje de gloria. Adorno de oro será su yugo, y sus correas cintas de púrpura. Como túnica de gloria te la vestirás, te la ceñirás como corona de júbilo. Si quieres, hijo, serás instruido, si te aplicas bien, adquirirás destreza. Si te gusta escuchar, aprenderás, si inclinas tu oído, serás sabio.

    Acude a la reunión de los ancianos, y si encuentras a un sabio, júntate a él. Escucha con interés toda palabra que venga de Dios, que no se te escapen los proverbios agudos. Si ves a un hombre prudente, madruga en su busca, que tus pies desgasten el umbral de su puerta. Medita los preceptos del Señor, practica sin cesar sus mandamientos. Él mismo fortalecerá tu corazón, y te concederá la sabiduría que deseas.”
    Eclesiástico 6, 18-37


  • “Venid a mí los que me deseáis, y saciaros de mis frutos. Que mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad más dulce que los panales. Los que me comen aún tendrán más hambre, los que me beben aún sentirán más sed. Quien me obedece, no pasará vergüenza, los que cumplen mis obras, no llegarán a pecar.»”
    Eclesiástico 24, 19-22

  • S “Bendito quien se fía de Yahvé, pues no defraudará Yahvé su confianza. Es como árbol plantado a la vera del agua, que junto a la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto.
    Jeremías 17, 7-8


    ORACION

    En busca de Dios


    ¡Te necesito, Señor!, porque sin ti mi vida se seca. Quiero encontrarte en la oración, en tu presencia inconfundible, durante esos momentos en los que el silencio se sitúa de frente a mí, ante ti.

    ¡Quiero buscarte! Quiero encontrarte dando vida a la naturaleza que tú has creado; en la transparencia del horizonte lejano desde un cerro, y en la profundidad de un bosque que protege con sus hojas los latidos escondidos de todos sus inquilinos.

    ¡Necesito sentirte alrededor! Quiero encontrarte en tus sacramentos, En el reencuentro con tu perdón, en la escucha de tu palabra, en el misterio de tu cotidiana entrega radical. ¡Necesito sentirte dentro! Quiero encontrarte en el rostro de los hombres y mujeres, en la convivencia con mis hermanos; en la necesidad del pobre y en el amor de mis amigos; en la sonrisa de un niño y en el ruido de la muchedumbre.

    ¡Tengo que verte! Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser, en las capacidades que me has dado, en los deseos y sentimientos que fluyen en mí, en mi trabajo y mi descanso y, un día, en la debilidad de mi vida, cuando me acerque a las puertas del encuentro cara a cara contigo.
    Amén



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