Dios tiene un plan.
Dios, desde toda eternidad, tiene un plan para cada uno de nosotros. Está en nosotros el saber ir descubriendo dicho plan, en el transcurso de nuestra vida, por medio de la oración, la meditación, la guía espiritual y los acontecimientos de nuestra vida.
Dios no es malo, y a veces nosotros lo tomamos como tal, porque nos parece que Dios nos hace sufrir y frustra nuestros planes más honestos y nuestros sueños.
No es así, porque Dios quiere siempre el bien para nosotros, y quien nos causa amarguras y desgracias es el Maligno, que odia a Dios y a nosotros, porque somos imágenes de Dios.
Es el demonio quien se opone a nuestra felicidad. Pero a veces somos también nosotros mismos quienes equivocamos el camino hacia la verdadera felicidad.
Debemos tener en cuenta que no se llega a conseguir un bien precioso si no se trabaja duramente. Tampoco nosotros lograremos la felicidad si no trabajamos con tesón en las cosas de todos los días, uniéndonos a la Voluntad de Dios, anteponiendo Su voluntad a la nuestra, o mejor dicho, haciendo coincidir nuestra voluntad con la Voluntad divina.
Entonces sí que seremos felices, porque la felicidad está en sabernos amados por Dios, en estar convencidos que hacemos lo que a Él le agrada, y eso tiene un gran premio en el Cielo, pero ya también aquí en la tierra.
Y paradójicamente, cuando intentamos hacer la Voluntad de Dios y tratamos de adaptar nuestra voluntad a la Voluntad divina, entonces Dios mismo hace nuestra voluntad, y nos hace felices.
Dios es el más interesado en que seamos felices. Pero también debemos recordar que la verdadera y completa felicidad no puede estar jamás en la tierra, porque los hombres hemos sido creados para el Cielo, y nuestro corazón y alma no estarán satisfechos hasta que no estemos en el seno de Dios.
Debemos seguir la voluntad de Dios porque es el camino seguro para ser felices en este mundo y en el más allá.
Y como guía en este camino, nadie mejor que María Santísima, que conoce también cuál es el plan de Dios para nosotros, y sabrá guiarnos como sólo Ella lo puede hacer, y con corazón de Madre, a realizar a la perfección el proyecto de Dios con el que seremos felices. ¡Gloria a Dios!
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