Si me conoces a mi, conoces al Padre
Pascua
Juan 13, 16-20. Pascua. Sepamos reconocer a Dios cuando algo nos quiere decir. No ensordezcamos nuestro corazón.
Del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20
«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».
Oración introductoria
Gracias, Señor, por esta oportunidad que me das para hacer oración. Gracias, Dios mío, por el don de la vida, de mi familia y de tu amistad. Te pido que me des la gracia de permanecer fiel a tu amor y a tu palabra. Tú, Jesús mío, conoces mi fragilidad y por eso te suplico que me ayudes a ser un cristiano auténtico. Yo quiero acogerte, Señor, en mi corazón y en mi vida para ser tu amigo fiel, sobre todo, en los momentos de dificultad.
Petición
Jesucristo, dame la gracia de ser fiel a tu amistad. No permitas que la cruz, el sufrimiento, los problemas, el mundo o mi egoísmo me separen de ti.
Meditación del Papa Francisco
Los Doce eligieron colaboradores, a quienes comunicaron el don del Espíritu que habían recibido de Cristo, por la imposición de las manos que confiere la plenitud del sacramento del Orden. De esta manera, a través de la sucesión continua de los obispos, en la tradición viva de la Iglesia se ha ido transmitiendo este tan importante ministerio, y permanece y se acrecienta hasta nuestros días la obra del Salvador.
«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».
Oración introductoria
Gracias, Señor, por esta oportunidad que me das para hacer oración. Gracias, Dios mío, por el don de la vida, de mi familia y de tu amistad. Te pido que me des la gracia de permanecer fiel a tu amor y a tu palabra. Tú, Jesús mío, conoces mi fragilidad y por eso te suplico que me ayudes a ser un cristiano auténtico. Yo quiero acogerte, Señor, en mi corazón y en mi vida para ser tu amigo fiel, sobre todo, en los momentos de dificultad.
Petición
Jesucristo, dame la gracia de ser fiel a tu amistad. No permitas que la cruz, el sufrimiento, los problemas, el mundo o mi egoísmo me separen de ti.
Meditación del Papa Francisco
Los Doce eligieron colaboradores, a quienes comunicaron el don del Espíritu que habían recibido de Cristo, por la imposición de las manos que confiere la plenitud del sacramento del Orden. De esta manera, a través de la sucesión continua de los obispos, en la tradición viva de la Iglesia se ha ido transmitiendo este tan importante ministerio, y permanece y se acrecienta hasta nuestros días la obra del Salvador.
En la persona del obispo, rodeado de sus presbíteros, está presente entre vosotros el mismo Jesucristo, Señor y Pontífice eterno. Él es quien, en el ministerio del obispo, sigue predicando el Evangelio de salvación y santificando a los creyentes mediante los sacramentos de la fe; es Cristo quien, por medio del ministerio paternal del obispo, agrega nuevos miembros a la Iglesia, su Cuerpo; es Cristo quien, valiéndose de la sabiduría y prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios, a través de su peregrinar terreno, hasta la felicidad eterna.
Recibid, pues, con alegría y acción de gracias a nuestro hermano que, nosotros obispos, con la imposición de las manos, hoy agregamos al colegio episcopal. Debéis honrarlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios, a él se ha confiado dar testimonio del Evangelio y administrar la vida del espíritu y la santidad. Recordad las palabras de Jesús a los Apóstoles: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”. (Homilía de S.S. Francisco, 30 de mayo de 2014).
Reflexión
En este pasaje evangélico, el Maestro, nos invita entrañablemente a ser fieles a su amor, a no dejarle sólo, a no fallarle. Judas es aquél de quien el Señor dijo: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón». Ese apóstol no abrió su corazón a Jesús de par en par, no creyó en el Hijo de Dios y prefirió el camino del egoísmo y del amor propio. Ser fiel a Jesucristo significa creer en Él cuando la sombra de la cruz se acerca a las puertas de nuestra vida. Creer en el Señor es acoger a quienes Él envía.
El Señor nos conoce, sabe que somos débiles, que somos pobres criaturillas, que podemos caer. Pero también sabe y nos lo ha dicho que no nos faltará su gracia porque Él nos ha elegido.
Cristo envía a sus mensajeros, a veces somos nosotros, debemos acogerlos. Porque al acoger a sus mensajeros acogemos también a Dios. Pero no debemos ser ingenuos acogiendo a pseudos-mensajeros, porque a veces son "lobos con piel de oveja" que diciéndose mensajeros de Dios pretenden arrancarnos nuestra fe Católica. ¿Cómo distinguirlos?
Aquellos que no sigan la doctrina verdadera de Cristo en las Escrituras y en la tradición de la Iglesia, quienes no siguen las enseñanzas del Papa, quienes se auto- roclaman nuevos profetas o nuevas religiones inspiradas por el Espíritu Santo...
Son tantos en el mundo actual los que se dicen enviados de Dios, pero son tan pocos los que en realidad escuchan a Dios. Abramos nuestro espíritu y nuestro ser entero a la gracia de Dios que se nos quiere presentar en este día. Sepamos acoger a todos como enviados de Dios, ya que Dios a veces se sirve de lo "que no es nada en el mundo para manifestarnos su poder".
Propósito
No ensordezcamos nuestro corazón cuando Él nos pide ser sus enviados.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor mío, a vivir cada momento de mi existencia de cara a ti. Si alguna vez te he fallado u ofendido quiero pedirte perdón a través del sacramento de la reconciliación. Estoy dispuesto a levantarme y a seguir luchando porque te amo y quiero que estés al centro de mi vida. Te reconozco, Dios mío, como mi Señor y Creador. Lejos de ti, Padre Santo, a dónde puedo ir. Apartado de tu gracias qué sentido y qué valor puede tener mi vida. Ayúdame a perseverar en la fe hasta el final.
En este pasaje evangélico, el Maestro, nos invita entrañablemente a ser fieles a su amor, a no dejarle sólo, a no fallarle. Judas es aquél de quien el Señor dijo: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón». Ese apóstol no abrió su corazón a Jesús de par en par, no creyó en el Hijo de Dios y prefirió el camino del egoísmo y del amor propio. Ser fiel a Jesucristo significa creer en Él cuando la sombra de la cruz se acerca a las puertas de nuestra vida. Creer en el Señor es acoger a quienes Él envía.
El Señor nos conoce, sabe que somos débiles, que somos pobres criaturillas, que podemos caer. Pero también sabe y nos lo ha dicho que no nos faltará su gracia porque Él nos ha elegido.
Cristo envía a sus mensajeros, a veces somos nosotros, debemos acogerlos. Porque al acoger a sus mensajeros acogemos también a Dios. Pero no debemos ser ingenuos acogiendo a pseudos-mensajeros, porque a veces son "lobos con piel de oveja" que diciéndose mensajeros de Dios pretenden arrancarnos nuestra fe Católica. ¿Cómo distinguirlos?
Aquellos que no sigan la doctrina verdadera de Cristo en las Escrituras y en la tradición de la Iglesia, quienes no siguen las enseñanzas del Papa, quienes se auto- roclaman nuevos profetas o nuevas religiones inspiradas por el Espíritu Santo...
Son tantos en el mundo actual los que se dicen enviados de Dios, pero son tan pocos los que en realidad escuchan a Dios. Abramos nuestro espíritu y nuestro ser entero a la gracia de Dios que se nos quiere presentar en este día. Sepamos acoger a todos como enviados de Dios, ya que Dios a veces se sirve de lo "que no es nada en el mundo para manifestarnos su poder".
Propósito
No ensordezcamos nuestro corazón cuando Él nos pide ser sus enviados.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor mío, a vivir cada momento de mi existencia de cara a ti. Si alguna vez te he fallado u ofendido quiero pedirte perdón a través del sacramento de la reconciliación. Estoy dispuesto a levantarme y a seguir luchando porque te amo y quiero que estés al centro de mi vida. Te reconozco, Dios mío, como mi Señor y Creador. Lejos de ti, Padre Santo, a dónde puedo ir. Apartado de tu gracias qué sentido y qué valor puede tener mi vida. Ayúdame a perseverar en la fe hasta el final.
jueves 30 Abril 2015
Jueves de la cuarta semana de PascuaSan José Benito de Cottolengo
Leer el comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II: «El enviado no es más que el que lo envía»
Hechos 13,13-25.
Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó y volvió a Jerusalén,
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: "Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar".
Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: "Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios.
El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí
y los cuidó durante cuarenta años en el desierto.
Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras,
al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel.
Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años.
Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad.
De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús.
Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel.
Y al final de su carrera, Juan decía: 'Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias'.
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: "Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar".
Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: "Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios.
El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí
y los cuidó durante cuarenta años en el desierto.
Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras,
al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel.
Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años.
Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad.
De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús.
Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel.
Y al final de su carrera, Juan decía: 'Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias'.
Salmo 89(88),2-3.21-22.25.27.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
«Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.»
Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán,
su poder crecerá a causa de mi Nombre:
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
«Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.»
Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán,
su poder crecerá a causa de mi Nombre:
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Juan 13,16-20.
Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo:
"Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía.
Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.
Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.
Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió".
"Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía.
Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.
Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.
Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium), §8
Cristo ha realizado su obra redentora en la pobreza y la persecución; así tmbién la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación. Cristo Jesús, «a pesar de su condición divina... se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo» (Flp 2,6) y por nosotros «siendo rico, se hizo pobre» (2Co 8,9). Así es también la Iglesia; y si es cierto que tiene necesidad de recursos humanos para cumplir su misión, no está aquí para buscar la gloria terrestre, sino para predicar, incluso con el ejemplo, la humildad y la abnegación. Cristo ha sido enviado por el Padre «para evangelizar a los pobres..., curar los corazones destrozados» (Lc 4,18), «buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc19,10). De la misma manera, si la Iglesia cuida con solicitud a aquellos que están afligidos por la enfermedad humana; con mucha más razón, reconoce en los pobres y en todos los que sufren, la imagen de su Fundador pobre y sufriente, y se afana a aliviar su desgracia y quiere servir a Cristo en ellos...
La Iglesia «va hacia delante, caminando entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios» (San Agustín), anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que él vuelva (1Co 11,26). Es la fuerza del Señor resucitado la que la fortifica para hacerle superar, por la paciencia y la caridad, sus penas y sus dificultades interiores tanto como las exteriores y, a pesar de todo, hacer que revele fielmente al mundo el misterio del Señor, misterio todavía escondido hasta que él mismo aparezca al fin de los tiempos en la plenitud de su luz..
La Iglesia «va hacia delante, caminando entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios» (San Agustín), anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que él vuelva (1Co 11,26). Es la fuerza del Señor resucitado la que la fortifica para hacerle superar, por la paciencia y la caridad, sus penas y sus dificultades interiores tanto como las exteriores y, a pesar de todo, hacer que revele fielmente al mundo el misterio del Señor, misterio todavía escondido hasta que él mismo aparezca al fin de los tiempos en la plenitud de su luz..