Ponerme entre tus manos
Te dejaré entonces guiar mis pasos, sostener mi corazón, curar mis heridas, perdonar mis pecados.
Un momento de pausa. El sol inicia su caída. La noche avanza con prisas. Llega el tiempo necesario para descansar. El camino no termina. Dejo para mañana el inicio de una nueva etapa.
¿Qué ha sido de este día? ¿Qué pude sembrar? ¿Qué recibí? ¿Dónde estuvo anclado mi corazón? ¿Hacia dónde dirigí mi mirada?
Hoy avancé entre dudas y certezas, alegrías y penas. Tuve ratos de luz y momentos de oscuridad. El camino sigue allí, y mañana tendré que reemprender la marcha.
Las noticias a mi alrededor hablan de guerras y de crímenes, de injusticias y de hambres, de pecados y de angustias. El mundo no consigue esa felicidad que tanto anhela.
Mientras, hombres y mujeres desconocidos levantan sus manos y dirigen una oración al Dios que hizo el cielo y la tierra, que nos sueña y nos espera, que nos perdona y nos salva.
Mi vida pende de un hilo frágil. Hoy tomé decisiones, inicié proyectos, fracasé y empecé de nuevo. La salud me sostuvo, pero mañana puede llegar ese accidente tan temido. O, Dios lo quiera, esa ayuda que viene de lo alto y limpia las heridas de mi alma.
No hay certezas en este mundo inquieto. Sólo puedo mirar al cielo y descubrir, más allá de las tinieblas, la belleza del hogar en el que el Padre espera a cada uno de sus hijos.
Ante el camino que me espera necesito, simplemente, ponerme entre tus manos, abandonarme a tu Amor. Te dejaré entonces guiar mis pasos, sostener mi corazón, curar mis heridas, perdonar mis pecados. Permitiré que seas ese Amigo íntimo que escucha y aconseja, que acaricia y que levanta, que salva y que acompaña.
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