LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Junio 27
No es lo mismo el fracaso del apostolado que el fracaso del apóstol; el confundir las dos cosas puede llevar a un conformismo estéril o a un desaliento derrotista.
El fracaso de la acción apostólica puede ser no culpable e imprevisible; en último término, la decisión la toma cada persona en uso de su libertad, sin presiones de ninguna clase. Se podrán poner todas las condiciones previas, se podrán dar todos los pasos requeridos y, sin embargo, no conseguir lo que se pretende, por chocar contra la dureza de un corazón cerrado.
Pero lo más triste será el fracaso del apóstol, que el apóstol no se haya sentido apóstol, que no haya obrado como tal, que no se haya preocupado por la realización de su ideal: esto constituye el fracaso del apóstol, que lleva lógicamente, no tanto al fracaso cuanto a la negación de la acción apostólica.
“Tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8,38-39). Es el amor al Señor el que nos debe mover en toda nuestra acción apostólica; si amamos al Señor Jesús, debemos invitar a todos a amarlo.
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