Hoy, 28 de junio, conmemoramos a San IRENEO de LYON, Obispo.
SAN IRENEO DE LYON (¿135?-202) nació en algún lugar de Asia Menor, o bien probablemente en Esmirna, en la actual Turquía; era griego, probablemente de una familia ya convertida al cristianismo.
San Ireneo se formó en Esmirna con San Policarpo, quien a su vez había sido discípulo de San Juan Apóstol. De ahí pasó a Roma, y tras una breve estancia marchó finalmente en 157 a las Galias, o sea Francia, donde de joven trabajó en una colonia de comerciantes de Asia Menor establecida en Lyon, que todavía era una ciudad romana.
Al pertenecer a la minoría de cristianos y de extranjeros, San Ireneo tuvo que enfrentar junto con su comunidad continuas persecuciones; recordemos que era la época en la que el cristianismo primitivo apenas se estaba comenzando a propagar.
En 177 viajó San Ireneo a Roma como representante del obispo de Lyon para entrevistarse con el papa San Eleuterio. Este viaje probablemente le haya salvado de morir junto con los numerosos mártires de Lyon, de su comunidad, que fueron ejecutados durante su ausencia.
Al regresar a Lyon, sus compañeros sobrevivientes lo eligieron obispo de la comunidad, y es aquí cuando San Ireneo comenzó propiamente su labor como misionero y como pacificador.
La política de San Ireneo era la concordia y el respeto, y procuró que hubiera labor de colaboración para lograr fines comunes. Al papa San Víctor I le aconsejó que no excomulgara a los obispos de Iglesias que preferían celebrar la Pascua de acuerdo con el rito hebreo, y no con el romano.
San Ireneo es uno de los fundadores de la teología cristiana. Para confrontar a las doctrinas gnósticas, redactó hacia 180 la polémica, que se convertiría en un texto clásico, Adversus Haereses, o Contra los herejes, que fue el primer compendio extenso de la fe cristiana.
Por éstos y otros planteamientos teológicos, a San Ireneo se le concedió el sobrenombre de Padre de la Dogmática.
San Gregorio de Tours menciona que San Ireneo murió martirizado durante el gobierno del emperador romano Lucio Séptimo Severo.
SAN IRENEO DE LYON nos enseña la importancia de ponernos de acuerdo para que impere la paz.
SAN IRENEO DE LYON (¿135?-202) nació en algún lugar de Asia Menor, o bien probablemente en Esmirna, en la actual Turquía; era griego, probablemente de una familia ya convertida al cristianismo.
San Ireneo se formó en Esmirna con San Policarpo, quien a su vez había sido discípulo de San Juan Apóstol. De ahí pasó a Roma, y tras una breve estancia marchó finalmente en 157 a las Galias, o sea Francia, donde de joven trabajó en una colonia de comerciantes de Asia Menor establecida en Lyon, que todavía era una ciudad romana.
Al pertenecer a la minoría de cristianos y de extranjeros, San Ireneo tuvo que enfrentar junto con su comunidad continuas persecuciones; recordemos que era la época en la que el cristianismo primitivo apenas se estaba comenzando a propagar.
En 177 viajó San Ireneo a Roma como representante del obispo de Lyon para entrevistarse con el papa San Eleuterio. Este viaje probablemente le haya salvado de morir junto con los numerosos mártires de Lyon, de su comunidad, que fueron ejecutados durante su ausencia.
Al regresar a Lyon, sus compañeros sobrevivientes lo eligieron obispo de la comunidad, y es aquí cuando San Ireneo comenzó propiamente su labor como misionero y como pacificador.
La política de San Ireneo era la concordia y el respeto, y procuró que hubiera labor de colaboración para lograr fines comunes. Al papa San Víctor I le aconsejó que no excomulgara a los obispos de Iglesias que preferían celebrar la Pascua de acuerdo con el rito hebreo, y no con el romano.
San Ireneo es uno de los fundadores de la teología cristiana. Para confrontar a las doctrinas gnósticas, redactó hacia 180 la polémica, que se convertiría en un texto clásico, Adversus Haereses, o Contra los herejes, que fue el primer compendio extenso de la fe cristiana.
Por éstos y otros planteamientos teológicos, a San Ireneo se le concedió el sobrenombre de Padre de la Dogmática.
San Gregorio de Tours menciona que San Ireneo murió martirizado durante el gobierno del emperador romano Lucio Séptimo Severo.
SAN IRENEO DE LYON nos enseña la importancia de ponernos de acuerdo para que impere la paz.
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