VATICANO, 01 Oct. 15 / 06:21 am (ACI).- “Que nunca, nunca, nunca se apague en nuestro corazón la nostalgia de Dios”. Es el deseo del Papa Francisco en la primera Misa en la Casa Santa Marta después de su Visita Apostólica a Cuba y Estados Unidos, en la que explicó la importancia de este tema para el corazón humano.
El Pontífice, como siempre, comentó las lecturas del día e invitó a que cada uno piense si está contento con su vida y tiene a Dios presente cada día.
El pueblo de Israel, en su deportación a Babilonia, “estaba contento pero lloraba y escuchaba la Palabra de Dios; tenía alegría, pero también llanto, todo junto”, explicó Francisco, porque “un corazón que no sabe qué es la nostalgia no puede hacer fiesta”.
Esto es porque “simplemente, este pueblo no había encontrado solo su ciudad, la ciudad donde había nacido, la ciudad de Dios, este pueblo al escuchar la Ley, encontró su identidad, y por eso estaba alegre y lloraba”. Encontraron su identidad “que con los años de deportación estaba un poco perdida”, aclaró.
Francisco recordó las palabras de Jeremías al asegurar que ‘la alegría del Señor es vuestra fuerza’. “Es la alegría que da el Señor cuando encontramos nuestra identidad. Y nuestra identidad se pierde en el camino, se pierde en muchas deportaciones o autodeportaciones nuestras cuando hacemos un nido aquí, un nido allí, un nido… y no en la casa del Señor”.
El Santo Padre explicó que “cuando tú has perdido aquello que era tuyo, tu casa, lo que te pertenecía, te viene esta nostalgia y esta nostalgia te lleva de nuevo a tu casa”.
Entonces, este pueblo “sintió con esta nostalgia que era feliz y lloraba de felicidad por ello, porque la nostalgia de la propia identidad lo había llevado a encontrarla”, fue “una gracia de Dios”.
Para hacer más comprensibles sus palabras, el Pontífice puso algunos ejemplos. “Si nosotros estamos llenos de comida, no tenemos hambre. Si estamos cómodos, tranquilos donde estamos, no necesitamos ir fuera. Y yo me pregunto, y sería bueno que todos nos preguntásemos hoy: ¿Estoy tranquilo, contento, no tengo necesidad de nada –hablo espiritualmente– en mi corazón?, ¿mi nostalgia se ha apagado?”.
“Miremos a este pueblo feliz –pidió– que lloraba y estaba contento” porque “un corazón que no tiene nostalgia, no conoce la alegría. Y la alegría es nuestra fuerza: la alegría de Dios. Un corazón que no sabe qué es la nostalgia no puede hacer fiesta. Y todo este camino que comenzó hace años termina en una fiesta”.
Por tanto, el pueblo “comprendió las palabras que habían sido proclamadas. Habían encontrado aquello que la nostalgia les hacía sentir e ir hacia adelante”.
Francisco puso una tarea a los fieles al final de la homilía: “Preguntémonos como es nuestra nostalgia de Dios: ¿estamos contentos, estamos felices así o todos los días tenemos este deseo de ir hacia adelante?”.
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