Mirarse con ternura
Una hoja de papel, puesta sobre un escritorio junto a otras hojas iguales a ella, se encontró un día cubierta de señales. Una pluma, llena de tinta negra, había trazado sobre ella muchas líneas y palabras.
– ¿Por qué me has tratado así?, dijo resentida la hoja de papel a la tinta. ¿No has podido evitarme esta humillación? ¡Estaba tan blanca y limpia...! Pero me has ensuciado, me has estropeado para siempre...
– Espera, respondió la tinta, yo no te he ensuciado, te he revestido de símbolos. Antes tú no eras más que una simple hoja de papel; ahora te has convertido en un mensaje. Guardas el pensamiento del ser humano; eres un instrumento precioso (Leonardo da Vinci).
Hemos de amar y amarnos con todo lo que somos y tenemos. “Hemos de amarnos a nosotros mismos lo mismo que a cualquier otro pobre miembro del cuerpo místico de Cristo... Hemos de aprender a mirarnos a nosotros mismos con ternura” (Bernanós).
Se habla mucho, casi constantemente, del amor al prójimo. Y está muy bien. Pero tendríamos que educar para valorarnos y amarnos a nosotros mismos porque, entre otras razones, en cada ser humano vive y actúa Dios. Quien se ama a sí mismo:
– Se aprecia, descubre sus cualidades y disfruta de ellas.
– Siente afecto, se siente bien consigo mismo y se trata con cariño.
– Se acepta como es, con sus virtudes y defectos.
– Se cuida, presta atención a todas las necesidades y cuida todo con amor.
El que se estima no es envidioso ni egoísta, no se cree superior ni es autoritario. Se ama y se acepta como ama y acepta a los demás. El que se ama y ama a los otros será capaz de comprometerse para que todos sean iguales en dignidad. La persona con baja autoestima, en vez de amar a los otros, tratará de manipularlos.
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