Altísima caridad.
II. No hay mayor famelia, sed, pobreza, necesidad, pena, dolor, sufrimiento que se compare a los de las Almas del Purgatorio, por lo tanto no hay limosnas más merecidas, ni más placenteras a Dios, ni mérito más alto para nosotros, que rezar, pedir celebraciones de Misas, y dar limosnas en favor de las pobres Santas Almas. (Del libro “Léeme o Laméntalo”)
Reflexión:
A veces no está en nuestro poder el socorrer a los pobres, ya sea porque no los encontramos cerca de nuestra casa, o por otras razones. Pero sí es fácil socorrer a las Benditas Almas del Purgatorio que son las más pobres entre los pobres.
Y cada acción, por pequeña que sea, puede servir si la hacemos por amor a Dios y en sufragio de las Almas del Purgatorio. De modo que tenemos a nuestra disposición un recurso grandioso para echar mano de él, que es ofrecer oraciones, sacrificios, Misas, limosnas, y todo lo que hacemos cada día, por las Benditas Almas. Será una altísima caridad que haremos a ellas, pero también a Dios, que arde en deseos de unirse a esas almas que ha creado para Sí, y que todavía el peso del pecado no deja que Dios y ellas se unan para siempre.
¿Qué premio pensamos que podemos tener de Dios y de las Benditas Almas, cuando hemos sido nosotros quienes abreviamos la espera tremenda y logramos, con nuestros votos y ofrendas, hacer que las almas se unan a Dios?
Es grandísimo el premio que tendremos, ya en este mundo, por socorrer a las Benditas Almas del Purgatorio. Y esto debería ser un recurso que usáramos siempre para arreglar nuestros asuntos de todo tipo.
¿Tenemos un problema familiar? Muy bien, hagamos decir Misas por las Almas del Purgatorio y pronto se solucionará todo.
¿Hay problemas económicos en nuestro hogar, en nuestra empresa? Si ayudamos a las Benditas Almas, ellas tendrán cuidado de todo lo nuestro y nos socorrerán milagrosamente en todo, incluso en las cosas materiales y hasta en lo más insignificante.
Aprovechemos este recurso que nos da el Cielo, de socorrer a las almas que sufren en el Purgatorio, y seremos felices ya en este mundo, y, cuando pasemos de esta vida a la eternidad, vendrán a nuestro encuentro los millares de almas bienaventuradas que están en el Cielo gracias en parte a que las hemos ayudado para que lo alcancen. ¡Y qué felices seremos! ¡Cuántos amigos de verdad y para siempre, tendremos en el Cielo! Vale la pena hacer todo el esfuerzo por socorrer a las Ánimas.
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