¿No es éste el carpintero, el hijo de María?
El escandalo a causa de Jesús
Marcos 6, 1-6. Domingo XIV Tiempo Ordinario B. Creían que lo conocían, pero no tenían ni idea de quién era realmente. Les faltaba fe para aceptarlo como era en verdad.
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
Oración introductoria
Señor, gracias por este domingo, día en que celebramos tu resurrección. Creo que tu siempre caminas conmigo y que hoy también quieres asombrarme con tu mensaje de salvación. Dame la fe de María, una fe que me haga entregarme, no a unas ideas o a una doctrina, sino a tu persona amada. Una fe que me lleve a ver mucho más allá de las dificultades y que me haga perseverar en toda circunstancia.
Petición
Señor, sabes que creo en ti, que espero en ti y que te amo, pero te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Meditación del Papa Francisco
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
Oración introductoria
Señor, gracias por este domingo, día en que celebramos tu resurrección. Creo que tu siempre caminas conmigo y que hoy también quieres asombrarme con tu mensaje de salvación. Dame la fe de María, una fe que me haga entregarme, no a unas ideas o a una doctrina, sino a tu persona amada. Una fe que me lleve a ver mucho más allá de las dificultades y que me haga perseverar en toda circunstancia.
Petición
Señor, sabes que creo en ti, que espero en ti y que te amo, pero te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Meditación del Papa Francisco
Ese es signo de que un cristiano va adelante. Cuando el Señor le hace pasar la prueba del rechazo. Porque es el signo de los Profetas, los falsos profetas nunca fueron rechazados, porque les decían a los reyes o a la gente lo que querían escuchar. Así que todo “ah qué lindo”, ¿no? Y nada más. No. El rechazo, ¿no?
Ahí está el aguante. Aguantar en la vida hasta ser dejado de lado, rechazado, sin vengarse con la lengua, la calumnia, la difamación. Y después una cosa que es inevitable, no ver, un poco para… o sea vos me preguntabas cuál era mi secreto, no sé, pero a mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro, ¿no?
Hay un solo centro. Es Jesucristo. Sino mirar las cosas desde las periferias, ¿no? Porque se ven más, más claras, ¿no?
Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús, ¿no? Entonces la verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro, ¿no? Eso a mí me ayuda. (S.S. Francisco, al Movimiento de Schoenstatt, 24 de octubre de 2014).
Reflexión
En una ocasión vinieron a Jesús unos discípulos de Juan el Bautista a preguntarle si El era el Mesías o tenían que esperar a otro. Es difícil decir si a Juan, estando ya encarcelado por Herodes Antipas, le haya entrado alguna duda acerca del Señor; o si, más bien, viendo que se hallaba ya a las puertas de la muerte, haya querido acercar a sus discípulos a la persona de Jesús y confirmar su fe en El como Mesías. Sea como sea, la respuesta de nuestro Señor fue maravillosa: apela a las obras que ellos mismos están viendo: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados". Estos eran, precisamente, los signos que había anunciado el profeta Isaías como característicos del futuro Mesías (Is 61, 1-3) y que Lucas recoge también al inicio de su evangelio como inauguración del ministerio público de Jesús (Lc 4, 16-30). Pero, no contento con este argumento, añade el Señor como colofón: "Y bienaventurado el que no se escandaliza de mí" (Mt 11, 4-6).
¿Es que alguien podía escandalizarse de Jesús? “Escándalo" es una palabra de origen griego, que significa "ser piedra de tropiezo o de caída para alguno". ¿Y cómo el Señor podía servir de tropiezo para alguien, si había venido a este mundo a salvarnos? ¿Cómo nos podía hacer caer si vino a levantarnos del pecado en el que yacíamos? Y, sin embargo, durante su vida pública, muchos judíos sí se escandalizaron de El.
Ante todo, los escribas y los fariseos. Eran supuestamente gente piadosa, culta, muy versados en las Sagradas Escrituras y en materia de religión. Pero muchos de ellos eran hipócritas y legalistas, altaneros, orgullosos y muy amantes de sus propios honores, poderes y seguridades personales; con su fama de "santidad" engañaban al pueblo y se servían de ellos para su propio medro y para alimentar su codicia y ambición. Pero, sobre todo, no creían en Jesús y veían en El a un rival, a un adversario. Y se escandalizaban de El. Como les diría nuestro Señor: ni ellos entraban al reino de los cielos, ni dejaban entrar a los que querrían entrar.
Estaban, además, los saduceos y los zelotas, que eran la clase dirigente en Israel. Supuestamente debían ser personas buenas y religiosas por ser de la estirpe sacerdotal; pero, en realidad, ostentaban el poder de forma tiránica, hombres sin escrúpulos ni principios morales, que sólo se interesaban por el dinero y por aumentar su influencia política bajo pretextos religiosos. ¡Una forma de fundamentalismo y de fanatismo religioso, ya en tiempos de Jesús!
Pero también muchos judíos del pueblo, duros de corazón, no creían en Jesús ni en su mesianismo redentor. A éstos los encontramos en el Evangelio, movidos por su incredulidad, siempre discutiendo y enfrentándose contra nuestro Señor, poniendo en tela de juicio su doctrina, sus comportamientos e incluso sus mismos milagros. No creen en El a pesar de los prodigios que obra. Un caso típico de escándalo lo encontramos después del milagro de la multiplicación de los panes y del discurso eucarístico de Jesús. "Desde entonces -nos dice san Juan- muchos de sus discípulos se retiraron de El y ya no lo seguían" (Jn 6, 66).
Pero no sólo son los enemigos y los "extraños" los que se escandalizan de Jesús. Aunque parezca increíble, también entre sus amigos, sus parientes y sus paisanos encuentra gente que no cree en El y que no lo acepta como Mesías. En una ocasión, durante su vida pública, fue al pueblo en que se había criado, y la gente comenzó a murmurar de El. ¿Cómo era posible que el "hijo del carpintero" se dedicara a enseñar en las sinagogas, a predicar y a hacer milagros, siendo que era uno de ellos? "¿De dónde saca éste todo eso? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?" -se preguntaban-. Creían que lo conocían; pero no tenían ni idea de quién era realmente. Lo miraban con ojos demasiado humanos, con criterios muy terrenos y carnales. Les faltaba el mínimo de fe para aceptarlo como era en verdad. Y desconfiaban de El. Y por eso -nos dice el evangelista- no hizo allí ningún milagro, sino sólo curó a algunos pocos. Y se extrañó de su falta de fe.
Ya el anciano Simeón lo había profetizado, siendo Jesús todavía un infante, cuando sus padres llevaron al Niño en brazos para presentarlo al Señor: "Este niño -le dijo Simeón a María– está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción; y a ti una espada te traspasará el alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). Sería piedra de tropiezo y de caída para muchos.
Pero el escándalo, la mayoría de las veces no viene del exterior, sino que nace en nuestro propio corazón. No es que los demás nos escandalicen por la manera como se comportan o por las cosas malas que hacen -aunque alguna vez sí pueden contribuir a ello-. En realidad, somos nosotros mismos los que nos escandalizamos por la malicia que se acurruca en el fondo del corazón y por las malas inclinaciones que llevamos en nuestro interior, y caemos en pecado.
Son todavía bastante recientes esos escándalos que algunos medios de comunicación desencadenaron contra los sacerdotes, acusándolos de pederastia y de abuso de menores. Algunos casos -muy pocos, por fortuna- han sido ciertos, desafortunadamente. Pero la inmensa mayoría han sido falsas acusaciones y sin ningún fundamento de verdad, sólo para desprestigiar a la Iglesia y a los sacerdotes; y porque estos escritores de pacotilla han sido muy bien pagados para difundir estos escándalos de tan mal gusto... ¡Qué pena! Pero el escándalo no es por culpa de los sacerdotes, sino por la maldad y la incredulidad de quien "se cree" -en estas cosas sí son demasiado crédulos- estas aberraciones.
Y quien se escandaliza de algunas cosas de la Iglesia, de los sacramentos, de los sacerdotes y hasta del Papa, antes se han escandalizado ya del mismo Jesús. Nos pasa como a los judíos, que escuchaban sus palabras con espíritu crítico y racionalista, con prevenciones y recelo, con malicia y, en definitiva, sin ninguna fe en El. Si sólo vemos la parte meramente humana y exterior de las personas -aun de las más santas- y nos acercamos a las realidades sagradas sin fe, seguro que caeremos en el escándalo y nos alejaremos de Dios. Pero la culpa no será de El, sino de nuestra soberbia e incredulidad.
Propósito
Ojalá que nuestro corazón sea humilde, bueno y dócil, lleno de fe y de confianza en Jesús, en su Iglesia y en sus representantes, porque sólo así sacaremos provecho para nuestras almas y seremos de verdad auténticos discípulos del Señor.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor, a confiar más en Ti, a creer en tu bondad y omnipotencia, para que pueda mostar a otros el gozo que aportas a mi vida.
En una ocasión vinieron a Jesús unos discípulos de Juan el Bautista a preguntarle si El era el Mesías o tenían que esperar a otro. Es difícil decir si a Juan, estando ya encarcelado por Herodes Antipas, le haya entrado alguna duda acerca del Señor; o si, más bien, viendo que se hallaba ya a las puertas de la muerte, haya querido acercar a sus discípulos a la persona de Jesús y confirmar su fe en El como Mesías. Sea como sea, la respuesta de nuestro Señor fue maravillosa: apela a las obras que ellos mismos están viendo: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados". Estos eran, precisamente, los signos que había anunciado el profeta Isaías como característicos del futuro Mesías (Is 61, 1-3) y que Lucas recoge también al inicio de su evangelio como inauguración del ministerio público de Jesús (Lc 4, 16-30). Pero, no contento con este argumento, añade el Señor como colofón: "Y bienaventurado el que no se escandaliza de mí" (Mt 11, 4-6).
¿Es que alguien podía escandalizarse de Jesús? “Escándalo" es una palabra de origen griego, que significa "ser piedra de tropiezo o de caída para alguno". ¿Y cómo el Señor podía servir de tropiezo para alguien, si había venido a este mundo a salvarnos? ¿Cómo nos podía hacer caer si vino a levantarnos del pecado en el que yacíamos? Y, sin embargo, durante su vida pública, muchos judíos sí se escandalizaron de El.
Ante todo, los escribas y los fariseos. Eran supuestamente gente piadosa, culta, muy versados en las Sagradas Escrituras y en materia de religión. Pero muchos de ellos eran hipócritas y legalistas, altaneros, orgullosos y muy amantes de sus propios honores, poderes y seguridades personales; con su fama de "santidad" engañaban al pueblo y se servían de ellos para su propio medro y para alimentar su codicia y ambición. Pero, sobre todo, no creían en Jesús y veían en El a un rival, a un adversario. Y se escandalizaban de El. Como les diría nuestro Señor: ni ellos entraban al reino de los cielos, ni dejaban entrar a los que querrían entrar.
Estaban, además, los saduceos y los zelotas, que eran la clase dirigente en Israel. Supuestamente debían ser personas buenas y religiosas por ser de la estirpe sacerdotal; pero, en realidad, ostentaban el poder de forma tiránica, hombres sin escrúpulos ni principios morales, que sólo se interesaban por el dinero y por aumentar su influencia política bajo pretextos religiosos. ¡Una forma de fundamentalismo y de fanatismo religioso, ya en tiempos de Jesús!
Pero también muchos judíos del pueblo, duros de corazón, no creían en Jesús ni en su mesianismo redentor. A éstos los encontramos en el Evangelio, movidos por su incredulidad, siempre discutiendo y enfrentándose contra nuestro Señor, poniendo en tela de juicio su doctrina, sus comportamientos e incluso sus mismos milagros. No creen en El a pesar de los prodigios que obra. Un caso típico de escándalo lo encontramos después del milagro de la multiplicación de los panes y del discurso eucarístico de Jesús. "Desde entonces -nos dice san Juan- muchos de sus discípulos se retiraron de El y ya no lo seguían" (Jn 6, 66).
Pero no sólo son los enemigos y los "extraños" los que se escandalizan de Jesús. Aunque parezca increíble, también entre sus amigos, sus parientes y sus paisanos encuentra gente que no cree en El y que no lo acepta como Mesías. En una ocasión, durante su vida pública, fue al pueblo en que se había criado, y la gente comenzó a murmurar de El. ¿Cómo era posible que el "hijo del carpintero" se dedicara a enseñar en las sinagogas, a predicar y a hacer milagros, siendo que era uno de ellos? "¿De dónde saca éste todo eso? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?" -se preguntaban-. Creían que lo conocían; pero no tenían ni idea de quién era realmente. Lo miraban con ojos demasiado humanos, con criterios muy terrenos y carnales. Les faltaba el mínimo de fe para aceptarlo como era en verdad. Y desconfiaban de El. Y por eso -nos dice el evangelista- no hizo allí ningún milagro, sino sólo curó a algunos pocos. Y se extrañó de su falta de fe.
Ya el anciano Simeón lo había profetizado, siendo Jesús todavía un infante, cuando sus padres llevaron al Niño en brazos para presentarlo al Señor: "Este niño -le dijo Simeón a María– está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción; y a ti una espada te traspasará el alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). Sería piedra de tropiezo y de caída para muchos.
Pero el escándalo, la mayoría de las veces no viene del exterior, sino que nace en nuestro propio corazón. No es que los demás nos escandalicen por la manera como se comportan o por las cosas malas que hacen -aunque alguna vez sí pueden contribuir a ello-. En realidad, somos nosotros mismos los que nos escandalizamos por la malicia que se acurruca en el fondo del corazón y por las malas inclinaciones que llevamos en nuestro interior, y caemos en pecado.
Son todavía bastante recientes esos escándalos que algunos medios de comunicación desencadenaron contra los sacerdotes, acusándolos de pederastia y de abuso de menores. Algunos casos -muy pocos, por fortuna- han sido ciertos, desafortunadamente. Pero la inmensa mayoría han sido falsas acusaciones y sin ningún fundamento de verdad, sólo para desprestigiar a la Iglesia y a los sacerdotes; y porque estos escritores de pacotilla han sido muy bien pagados para difundir estos escándalos de tan mal gusto... ¡Qué pena! Pero el escándalo no es por culpa de los sacerdotes, sino por la maldad y la incredulidad de quien "se cree" -en estas cosas sí son demasiado crédulos- estas aberraciones.
Y quien se escandaliza de algunas cosas de la Iglesia, de los sacramentos, de los sacerdotes y hasta del Papa, antes se han escandalizado ya del mismo Jesús. Nos pasa como a los judíos, que escuchaban sus palabras con espíritu crítico y racionalista, con prevenciones y recelo, con malicia y, en definitiva, sin ninguna fe en El. Si sólo vemos la parte meramente humana y exterior de las personas -aun de las más santas- y nos acercamos a las realidades sagradas sin fe, seguro que caeremos en el escándalo y nos alejaremos de Dios. Pero la culpa no será de El, sino de nuestra soberbia e incredulidad.
Propósito
Ojalá que nuestro corazón sea humilde, bueno y dócil, lleno de fe y de confianza en Jesús, en su Iglesia y en sus representantes, porque sólo así sacaremos provecho para nuestras almas y seremos de verdad auténticos discípulos del Señor.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor, a confiar más en Ti, a creer en tu bondad y omnipotencia, para que pueda mostar a otros el gozo que aportas a mi vida.
domingo 05 Julio 2015
Decimocuarto Domingo del tiempo ordinarioSan Antonio María Zaccaría
Leer el comentario del Evangelio por
Simeón el Nuevo Teólogo : Creer hoy en Jesús
Ezequiel 2,2-5.
Cuando me habló, un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba.
El me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy.
Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor ".
Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
El me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy.
Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor ".
Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
Salmo 123(122),1-2a.2bcd.3-4.
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor,
y los ojos de la servidora
en las manos de su dueña:
¡Ten piedad, Señor,
ten piedad de nosotros,
porque estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma está saturada
de la burla de los arrogantes,
del desprecio de los orgullosos.
que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor,
y los ojos de la servidora
en las manos de su dueña:
¡Ten piedad, Señor,
ten piedad de nosotros,
porque estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma está saturada
de la burla de los arrogantes,
del desprecio de los orgullosos.
San Pablo a los Corintios 2 12,7-10.
Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere.
Tres veces pedí al Señor que me librara,
pero él me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.
Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Tres veces pedí al Señor que me librara,
pero él me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo.
Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Marcos 6,1-6.
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego
Catequesis 29
Son muchos los que no cesan de decir: «Si hubiéramos vivido en tiempo de los Apóstoles, y si hubiéramos sido juzgados dignos de ver a Cristo como ellos, también como ellos seríamos santos». Con eso ignoran que entonces como ahora que es él el mismo que habla, tanto ahora como entonces, en todo el universo... La situación actual no es seguramente la misma que la de entonces, pero es la situación de hoy, de ahora, que es mucho más dichosa. Con más facilidad nos conduce a una fe y una convicción más profundas que el hecho de haberlo visto y escuchado entonces corporalmente.
En efecto, entonces era un hombre que aparecía como un hombre de humilde condición; pero ahora se nos predica que es Dios verdadero. Entonces trataba frecuentemente con publicanos y pecadores y comía con ellos; pero ahora está sentado a la derecha del Padre, sin haberse separado nunca de él... Entonces, incluso la gente más simple le menospreciaban diciendo: «¿No es éste el hijo de María (Mc 13,15) y de José (Lc 4,22), el carpintero? (Mt 13,55). Pero ahora los reyes y príncipes lo adoran como a Hijo del verdadero Dios, y Dios verdadero él mismo... Entonces era tenido por un hombre corruptible y mortal entre todos los demás. Dios sin forma e invisible, recibe, sin experimentar cambio ni alteración alguna, una forma en un cuerpo humano y se mostró totalmente hombre, no ofreciendo a las miradas nada que no fuera como los demás hombres. Comió, bebió, durmió, sudó y se cansó; hizo todo lo que hacen los demás hombres, excepto pecar.
Era una gran cosa reconocer y creer que un hombre como él era Dios, el mismo que hizo el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos... Así pues, el que actualmente escucha cada día, a través de los santos evangelios, a Jesús que proclama y anuncia la voluntad del Padre bendito, sin obedecerle con temor y temblor y sin guardar sus mandamientos, tampoco hubiera entonces aceptado creer en él.
En efecto, entonces era un hombre que aparecía como un hombre de humilde condición; pero ahora se nos predica que es Dios verdadero. Entonces trataba frecuentemente con publicanos y pecadores y comía con ellos; pero ahora está sentado a la derecha del Padre, sin haberse separado nunca de él... Entonces, incluso la gente más simple le menospreciaban diciendo: «¿No es éste el hijo de María (Mc 13,15) y de José (Lc 4,22), el carpintero? (Mt 13,55). Pero ahora los reyes y príncipes lo adoran como a Hijo del verdadero Dios, y Dios verdadero él mismo... Entonces era tenido por un hombre corruptible y mortal entre todos los demás. Dios sin forma e invisible, recibe, sin experimentar cambio ni alteración alguna, una forma en un cuerpo humano y se mostró totalmente hombre, no ofreciendo a las miradas nada que no fuera como los demás hombres. Comió, bebió, durmió, sudó y se cansó; hizo todo lo que hacen los demás hombres, excepto pecar.
Era una gran cosa reconocer y creer que un hombre como él era Dios, el mismo que hizo el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos... Así pues, el que actualmente escucha cada día, a través de los santos evangelios, a Jesús que proclama y anuncia la voluntad del Padre bendito, sin obedecerle con temor y temblor y sin guardar sus mandamientos, tampoco hubiera entonces aceptado creer en él.
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